20 jul 2012

ME TENGO QUE TRAGAR MEDIO CORAZON CRUDO Y PALPITANTE (COSTA DE MARFIL)

Mediado el verano de 1986 nos encontrábamos Chema (el mecánico-conductor) y yo en la ciudad de Abijdán (Costa de Marfil) esperando con nuestro pequeño autobús 4x4 la llegada en avión de un nuevo grupo de expedición de ADINDA a fin de recorrer durante tres semanas de sur a norte Costa de Marfil, el oeste de Burkina Fassó, y enviarlos en avión de regreso a España desde Bamako, la capital de Malí.


Llegado el grupo, en Abijdán, la capital económica y financiera de Costa de Marfil, una ciudad construida bordeando la laguna de los Ebrié visitamos como no el barrio financiero del  Plateau, el elegante barrio de Cocody con su famoso hotel Ivoire, la mezquita de Trechville, la moderna catedral de San Pablo, el grandioso, colorido y muy activo mercado de Adjamé, y ya antes de partir camino del norte hacia Yamoussoukro, los famosos "lavanderos de Abijdán", cientos de hombres y mujeres sumergidos hasta las rodillas en el río, cada uno con su neumático que le sirve de plataforma, lavando ropa por encargo sin parar durante todo el día.


En Yamousssoukro, la megalómana y artificial capital política del pais al menos por aquél entonces no había nada que ver a excepción de los cocodrilos del foso que rodean el palacio presidencial a los que los pocos viajeros que llegaban alimentaban con gallinas vivas compradas a los propios guardias del palacio. Saliendo de Yamoussoukro hacia el oeste nos dirigimos hacia el parque nacional de Marahoué en dónde además de los clásicos leones, elefantes y cocodrilos se pueden ver también bongos, panteras y mangostas, continuando luego hacia la ciudad de Daloa la capital del cacao y de la madera de Costa de Marfil, país que está devastando a marchas forzadas los inmensos bosques de las gigantescas ceibas del país.


Llegados a la pequeña ciudad de Duekoué (*) y antes de continuar hacia el norte camino de uno de nuestros principales destinos, la región montañosa de Man, fronteriza con Liberia y Guinea Conakry, el pais de los "Yakoubas", acampamos en la misión salesiana de Santa Teresa de Jesús en aquél entonces dirigida por un sacerdote español, Vicenti Griseli, quién nos recibió con los brazos abiertos. Ya alojados en la ciudad de Man y mientras comíamos mangosta y armadillo preguntamos por los poblados animistas "Yakoubas", muchos de ellos comunicados entre sí por puentes de lianas para cruzar los numerosos ríos que los separaban en su inmenso territorio muy selvático y montañoso, recomendándonos que en principio nos dirigiésemos hacia el norte en dirección Biankouma y a mitad de camino preguntásemos por Godoufama, el cuál comenzaba ya a abrirse a los visitantes extranjeros.


Un par de días después llegamos a Godoufama, un poblado de chozas de adobe la mayoría de forma circular y con techos de paja, encontrándolo para nuestra sorpresa completamente vacío, oímos voces y sonido de tambores en un punto de la frondosa selva que lo rodeaba y hacia allí nos dirijimos encontrándonos a todos los habitantes del poblado en cuclillas, con las caras pintadas y semidesnudos, algunos con tambores en las manos, haciendo círculo en un claro de la selva delante de un gigantesco y muy frondoso "árbol sagrado" adornado con diversas ofrendas y telas multicolores, y en el interior del círculo, a una cabra recién degollada sobre un gran tocón de madera y a una "máscara" (hechicero) disfrazado de ave zancuda bailando y arengando al que parecía ser el jefe del poblado que estaba con un cuchillo abriendo la cabra en canal y recogiendo en un cuenco la sangre para ofrecérsela al "árbol sagrado".


Al vernos llegar todo el mundo se paralizó mirándonos fijamente en medio de un inquietante silencio (sin proponérnoslo habíamos interrumpido una ceremonia animista sagrada vetada a los extraños), yo intenté acercarme respetuosamente al jefe del poblado, todos los yakoubas que estaban en cuclillas se levantaron palpándose la tensión en el ambiente, el jefe miró primero a la "máscara" y luego a mi haciéndome gestos de que me aproximase, así lo hice, junté mis manos e incliné la cabeza, la reacción del jefe fué inesperada, introdujo su mano izquierda en el cuerpo de la cabra, extrajo el corazón palpitante de la misma y con su cuchillo lo cortó en dos, empezó a comerse una mitad y extendió su mano ofreciéndome a mi la otra mitad todavía palpitante y sangrante, no sé cómo lo hice pero comencé a masticar hasta que me la comí entera, la tensión se deshizo y todo mi grupo pudo aproximarse durante el resto de la ceremonia en la cuál se repartió el resto de la cabra entre todos los habitantes del poblado.


En las cercanías del poblado fijamos nuestro campamento acompañándonos durante los dos días siguientes el jefe del poblado y algunos otros nativos a visitar, a través de estrechos senderos abiertos en la selva y de vez en cuando atravesando pequeños ríos y regatos por puentes de lianas trenzadas otros pequeños y mas alejados poblados yakouba de la zona ya próximos a la frontera con Guinea Conakry. Después de un simbólico intercambio de regalos, alguna linterna y cuchillos a cambio de collares y pulseras de cuero con "caracoles kaurí", continuamos nuestra ruta hacia el norte paralelos a la frontera camino de la región y la ciudad de Odienné, la mas noroccidental de Costa de Marfil, de población "malinké" y mayoría musulmana, una región en la que se cultiva yuca, ñame, arroz, cacahuetes y en la que se cria bastante ganado y abunda la gran mosca tse-tse que provoca la famosa "enfermedad del sueño".


Ya en ruta hacia el éste llegamos a Korhogó (**) la principal ciudad del norte del país, la capital de los "Senufos" (los llamados hombres pantera), una ciudad en la que su mayor atractivo son sus danzas rituales, su artesanía de madera y sus tejidos estampados la mayoría de color tierra, amén de su mezquita y su animado mercado. Desde Korhogó nos dirigimos ya hacia el noreste primero por carretera hasta la estación de tren de Ferkessedougou y luego por una embarrada pista rojiza camino de la frontera con Burkina Fassó, de la pequeña ciudad de Banfora con los hipopótamos de su lago Tengrela en el cuál estuvimos a punto de sumergirnos con nuestro autobús al patinar éste en su estrecha y resbaladiza pista, y ya un poco mas al norte las bonitas y suaves cascadas del río Komoé antes de llegar a Bobó Diulassó, la segunda ciudad mas grande de Burkina Fassó situada en el extremo occidental del país.


En Bobó Diulassó nos detuvimos un par de días para descansar bañándonos en la piscina del mítico hotel Ram (del ferrocarril) y visitar lo mas interesante de la ciudad, su acogedora y pequeña mezquita, el río (regato) con sus "peces sagrados", el enorme y muy concurrido mercado de estilo sudanés de dos pisos, así como algunos poblados "Lobis" de los alrededores con sus casas de adobe disimuladas bajo tierra al objeto de escapar a la vista de sus enemigos. Abandonando ya Bobó Diulassó nos dirigimos hacia la frontera con Malí camino de su capital Bamako, en dónde después de visitar su mercado y el hotel de L´Amitié del que tan buenos recuerdos tengo el grupo emprendió en avión su regreso a Madrid.


(*) En el año 2011 alrededor de un millar de personas de la tribu "Gueré" fueron masacradas en tan sólo un par de días en Duekoué en los enfrentamientos entre las tropas del candidato electo Alassane Ouattara y el presidente Laurent Gbagbo que tanto se resitió a dejar el poder.


(**) Fué en Korhogó dónde nació en el año 2002 el Movimiento Patriótico de Costa de Marfil en abierta oposición al gobierno del ya entonces dictador presidente Laurent Gbagbo.