29 abr 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (3ª Etapa)

TEMPORAL EN EL CABO DE GATA

A principios de agosto de 1994 estaba yo placidamente fondeado en el puerto de Adra (Almería) con mi velero Vagamundo esperando a que llegasen desde La Coruña mi esposa María Jesus y mi hermano José Luis para pasar unos días de navegación y disfrute en los pueblos y playas del sureste de España.

Al día siguiente a su llegada levamos anclas y partimos rumbo a las maravillosas calas del cabo de Gata con un cielo totalmente despejado, viento suave y la mar en calma. Tan apacible estaba el día y tan plana la mar qué, cosa rara en mí, llevaba la zodiac a remolque en vez de izada en su pescante de popa.

La navegación placentera y tranquila discurría sin problemas hasta qué, ya en las proximidades del cabo de Gata comenzó a levantarse el viento de levante, a encresparse la mar, y en poco mas de media hora aquello se convirtió en un verdadero temporal con la mar y el viento de proa, no quedando mas remedio que arriar génova y mesana, rizar a tope la mayor y navegar apoyado con el motor. 

Poco antes, y al ver lo que se nos venía encima, quise recoger la zodiac pero fué ya demasiado tarde, se había llenado de agua y no había manera de izarla a bordo, luego se rompió el cabo que la sujetaba y por mas que dimos vueltas a motor alrededor de ella para intentar trincarla con una pequeña ancla plegable lo único que conseguimos fué perforarla con las uñas del ancla, y dado el riesgo de volcar al atravesarnos en cada virada al mar decidí abandonarla, poner rumbo oeste y correr la mar popa al temporal.

El primer puerto que teníamos en ése rumbo para refugiarnos del creciente temporal era Almerimar y hacia allí nos dirigimos, pero cuando llegamos era ya tan fuerte el viento y la mar que la bocana del puerto "hervía" de tal manera que nos prohibieron por radio la entrada. No nos quedó otra opción que regresar a mar abierto, afrontar a motor y con la vela mayor totalmente rizada el bravo mar de proa y poner de nuevo rumbo este y luego noreste con el fin de entrar en el golfo de Almería y refugiarnos, agotados, hambrientos y y empapados hasta los huesos en el puerto de Roquetas del Mar.

Tan dura fué la situación que habíamos pasado que mi hermano José Luis, sin experiencia apenas en navegación y que había soportado estoicamente el temporal decidió desembarcar en Roquetas y pasar el resto de sus vacaciones en tierra firme. Mi esposa María Jesus y yo, después de descansar un día y comprar una pequeña lancha inflable provisional zarpamos de nuevo y doblamos el cabo de Gata ésta vez sin problemas, incluso con parada en dos de sus calas, arribando y fondeando ya al anochecer a la entrada del pequeño puerto de San José, el mas al sur del Mediterráneo.

En los días siguientes y ya con calma fuimos remontando poco a poco la costa mediterránea española fondeando en sus playas y recalando en Carboneras, en el recoleto puerto de Aguilas, en Cartagena, y doblado sin problemas el cabo de Palos entramos y recalamos en el Mar Menor de la provincia de Murcia, luego en Torrevieja, Santa Pola, la isla de Tabarca, Alicante, Altea, y ya desde Calpe pusimos rumbo a Ibiza y Formentera pasando en ambas islas varios días muy tranquilos y agradables.

Mi mujer María Jesús regresó en avión a La Coruña, y yo decidí quedarme algunos días mas fondeado en la bonita bahía en forma de concha de Portinaxt, en el norte de la isla de Ibiza. 


28 abr 2012

PERDIDOS EN EL GRAN DESIERTO DEL SAHARA


 No fué la primera ni la última vez que me perdí en el desierto del Sáhara, el mas grande, variado y bonito del mundo. Es frecuente perderse en ése grandioso desierto y mas en aquellos años ochenta en los que no contábamos con GPS ni celulares via satélite, lo aconsejado era retroceder sobre tus propias rodadas hasta conseguir situarte de nuevo, pero aquella ocasión fué muy diferente porque ni siquiera eso pudimos hacer.

Había llegado (junto con una pareja extranjera que había recogido en autostop en el sur de Túnez) hasta la lejana ciudad de Djanet situada en el sureste de Argelia, muy cerca de la frontera con Libia, en pleno corazón del desierto del Sáhara. Djanet es la histórica capital de los tuaregs de las montañas del Tassili N´Ajjer plagado de pinturas rupestres de peces, cocodrilos, hipopótamos, etc. que hace muchos miles de años habitaban en la zona, y hasta de misteriosos "extraterrestres" con sus cascos, antenas, guantes, botas y trajes de astronauta, y todo ello después de recorrer una pedregosa y muy difícil pista de varios cientos de kilómetros desde Ghadamés, un enclave argelino fronterizo con el extremo sur de Túnez.

Después de unos días de descanso y visitas de la zona me presenté en la policía para registrar nuestra salida y partimos en mi Peugeot 504 hacia Tamanrasset (la ciudad mas grande del sur del Sáhara argelino) por una rápida pista arenosa de unos 760 kilómetros de largo. El caso es que una vez sobrepasado el enclave abandonado de Serouenout, a mitad de camino, me desvié sin darme cuenta por una pista terciaria que no figuraba en los mapas y sin tráfico alguno, la cuál transcurría al principio casi paralela a la anterior pero  después de varios kilómetros viraba hacia el noroeste, y sin saber yo en aquél entonces, y tampoco me hubiese servido de nada, que terminaba en los pozos tuaregs de Amguid, a mas de 350 kilómetros de distancia.

Cuando me dí cuenta del error habíamos recorrido ya muchos kilómetros y quise retroceder antes de que nos quedásemos sin gasolina ó bloqueados en la arena, pero he ahí qué, muy inoportunamente y remontando una pequeña colina de piedras y arena se soltó y estropeó la tapa del delco y el coche se paró. Después de dos días intentando repararla y esperando a que por allí pasase alguien tomé plena conciencia de nuestra situación y me puse a pensar en lo que se podía hacer, siendo realmente ése el único momento en que me puse nervioso con mis compañeros muy asustados dándome la tabarra sin parar.

Sabía que a unos 150 kilómetros al este estaba la Transahariana, la principal ruta de comunicación entre el sur de Argelia y Niger, y a otros tantos en línea recta hacia el suroeste Ideles, una pequeña población en la ruta de Tamanrasset. Una de las posibilidades era emprender el camino a pié con la brújula en una de las dos direcciones y la otra permanecer dónde estabamos esperando que alguien nos encontrase, suponiendo además que la policía habría dado la voz de alarma por radio al ver que no llegabamos a Tamanrasett. En esa decisión nos jugabamos la vida y descarté el emprender el camino a pié por dos buenas razones, la primera porque era impensable caminar tantos kilómetros por los arenales con un calor infernal, y la segunda porque si así lo hacíamos renunciábamos a cualquier posibilidad de que alguien nos encontrase alejados del coche.

Así pues me decidí por la segunda opción, quedarnos en el coche, y escarbamos un refugio bajo el vehículo para protegernos lo mas posible del sol. El coche no se podía arrancar, pero durante la noche hicimos señales con los faros hasta que se agotó la batería, y cada día quemamos un neumático de los varios que llevábamos de repuesto esperando que alguien viese desde lejos la espesa columna de humo negro que se producía, y el resto del tiempo dormitábamos acurrucados debajo del coche para desgastarnos lo menos posible aunque poco a poco nos íbamos debilitando y quedándonos sin agua potable, teniendo al final que beber el agua del radiador y del limpiaparabrisas filtrada con trapos y arena.

Eso y el acordarnos que unos kilómetros atrás habíamos pasado cerca de un "oued" (cauces secos de ancestrales ríos con algunos arbustos espinosos y raquíticas acacias en donde los tuareg dejan sus rebaños de cabras y camellos para pastar y reproducirse en estado semisalvaje) fué lo que nos hizo sobrevivir, ya que por las noches nos desplazábamos a pié hasta el "oued" y al cuarto día, después de varias intentonas, conseguimos enlazar una cria de camello que dejamos atada a una pequeña acacia y cada noche regresábamos para hacerle un pequeño corte en el cuello y beber sin ningún remordimiento un poco de su revitalizante sangre.

Al cabo de nueve días y a pesar de todo ello estábamos ya totalmente desgastados y sin fuerza alguna. No nos enteramos de nada hasta que nos tocaron y nos hicieron beber un sorbo de agua, una familia tuareg, con sus burros cargados con la "jaima" y sus utensilios y varias cabras esqueléticas aparecieron de la nada camino del "oued", y al amanecer del día siguiente el targuí, propietario del rebaño y de un desvencijado camión nos remolcó de regreso a Djanet en donde después de visitar el hospital pudimos reparar el vehículo. Allí nos enteramos que la policía había comunicado por radio a la de Tamanrasset nuestra salida y que ésta había dado la voz de alarma y enviado una patrulla sin conseguir localizarnos.

Ese suceso fué recogido en los medios argelinos y en diarios españoles, entre ellos y si no recuerdo mal en El Alcázar, el Heraldo de Aragón y La Voz de Galicia, y algunos años después, en el programa Situaciones Límite que presentaba nuestro entrañable Coll en la cadena Telecinco.

EN LA REGION KURDA DE TURQUIA

En la primavera de 1980 mi amigo Eloy González me llamó desde Madrid para decirme que unos conocidos suyos medio hippies que vivían en Amsterdam habían comprado de ocasión un pequeño autobús con tracción a las cuatro ruedas con la intención de recorrer la península de Anatolia en la Turquía asiática, y llegar hasta la frontera con Irán para comprar allí artesanía oriental y venderla a su regreso.

Su intención inicial había sido prolongar su viaje hasta la India y Nepal para comprar allí bisutería y ropa india que se vendía muy bien en los mercadillos de Praga, Berlin, Amsterdan y Londres, pero unos meses antes, en diciembre de 1979, la Unión Soviética había invadido Afganisthan y cerrado el famoso Paso del Khyber en la frontera entre Afganisthan y Pakistán, cortando la principal ruta de acceso a la India.

Llegamos a Estambul a finales de la primavera de 1980 cuando todavía no hacía mucho calor, el famoso puente de Galata que une las dos partes de la ciudad separadas por el Cuerno de Oro todavía estaba lleno de pequeños restaurantes de pescado y fumaderos de narguilé, y en los jardines delanteros de la catedral de Santa Sofía se reunían e incluso acampaban los nostálgicos de la rutas entre oriente y occidente.

Desde Estambul partimos casi de inmediato hacia Ankara, la capital política del pais, y luego hacia el valle de los antiguos Hititas, Trabzon (*) con su famoso monasterio en los acantilados de Sumela, la Armenia turca con sus paisajes y ambiente de muchos siglos atrás, Erzurum la principal ciudad de la zona, y Dogubeyazit ya en la frontera con la antigua Unión Soviética y el noroeste de Irán, punto de partida para ascender al monte Ararat en busca del Arca de Noé. Días mas tarde llegamos a la ciudad de Van, ya en la zona kurda de Turquía, y visitamos el lago Van con su isla e iglesia armenia de Akdamar.

Relativamente cerca nos quedaba ya Esendere, la pequeña pero muy activa ciudad fronteriza con Irán y en ella nos detuvimos un par de días para llenar el autobús de artesanía oriental de contrabando, mucho mas barata que la que se podía comprar en el Gran Bazar de Estambul. Desde Esendere, y en vez de regresar a Van, nos adentramos en las montañas camino de la mítica Hakkari, una ciudad balneario situada a unos 1.700 metros de altitud ya muy cerca de la frontera con la zona kurda de Irak.

Comenzaban de nuevo los tiempos revueltos y los controles de carretera se intensificaron ya antes de llegar a Hakkari, ciudad en la que pasamos dos días intentando "convencer" a un subteniente del ejército empeñado en qué por cuestiones de seguridad regresásemos a Van y diésemos un gran rodeo en vez de continuar nuestra ruta hacia el éste camino de Sirnak como teníamos previsto. Al final y con una buena "mordida" nos dejó continuar aprovechando que una patrulla militar iba por el mismo camino.

En aquellos tiempos la ruta de Hakkari a Sirnak era tan sólo una complicada pista de montaña que discurría paralela a la frontera con la zona kurda del norte de Irak y que con frecuencia se cerraba debido a infiltraciones de grupos kurdos irakíes y conflictos armados (**). La pista reviraba luego hacia el noreste camino de Sirnak y ya por carretera asfaltada enlazaba con la carretera de Diyabarkir y el parque nacional del monte Nemrut con sus colosales cabezas de piedra situadas a mas de 2.100 metros de altitud.

Desde allí nos dirigimos hacia Kayseri y a la Capadocia para visitar su impresionante paisaje de "chimeneas" y antiguas ciudades subterráneas, luego hacia Konya con su Mevlana y sus célebres derviches danzantes, y sin descender ya a la costa sur (***) de Anatolia ni visitar Pamukkale con sus solidificadas y blancas cascadas por estar algo justos de dinero regresamos directamente a Estambul de nuevo por Ankara y el interior de la península de Anatolia.

En los almacenes próximos al Gran Bazar rematamos nuestras compras de artesanía, sobre todo pulseras, gorras y jerseis de tiras de cuero que estaban muy de moda en aquella época, y ya emprendimos el camino de regreso a Amsterdam en donde mi compañero Eloy y yo tomamos un tren de vuelta a España después de repartir la artesanía que no se había vendido en el camino, dejándole yo a Eloy mi lote en depósito para su venta dado que él y su novia gallega tenían un puesto en un mercadillo de artesanía en Madrid.

(*) En Trabzón, a orillas del Mar Negro, fué dónde se estrelló hace unos años el Yak 42 de alquiler en el que murieron los soldados españoles que regresaban de su misión en Afganisthán.

(**) Un par de años después toda la zona kurda de Hakkari y Sirnak fué cerrada a cal y canto durante casi dos década por el ejército debido a las actividades armadas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) turco y al éxodo masivo de miles de kurdos iraquíes por los ataques contra ellos incluso con armas químicas por parte de Sadam Hussein.

(***) Pamukkale, Efeso, Esmirna, Bodrum, Marmaris, Afrodisias, y toda la costa de los antiguos Licios y Griegos al sur de la península de Anatolia tuve ocasión años después de conocerla en profundidad al haber sido destinado toda una temporada turística como "tour leader" y corresponsal de una mayorista de viajes española con intereses en la zona.

26 abr 2012

MI PRIMERA AVENTURA EN EL NORTE DE AFRICA (1ª Parte)

EXPULSADOS DE LIBIA

Luis Rodriguez Amado, concesionario de Citróen en La Coruña, me buscó y me vendió a muy buen precio en la primavera del año 79 un Citróen Mehari (*) de ocasión, y en sus talleres y de forma gratuita le reforzaron los brazos de suspensión delanteros, le colocaron planchas metálicas para proteger el cárter y el depósito de gasolina, rejillas protectoras en el frente y parabrisas, focos suplementarios, etc., y me regalaron neumáticos y las mas usuales herramientas y piezas de repuesto antes de partir.

Mientras tanto, y al no prestarse nadie entre mis amigos y conocidos, había recorrido las tascas y bares de la movida coruñesa pegando anuncios y buscando un compañero para intentar durante tiempo indeterminado y compartiendo gastos la vuelta a Africa con el Citroen Mehari. Casi de inmediato, cosa que me sorprendió, se me alistó un joven, Antonio Rodriguez Sangrador que vivía en Logroño y estaba pasando unos días de vacaciones en La Coruña, partiendo ambos días después hacia Logroño para recoger su pasaporte y despedirnos de su familia.

Desde Logroño nos dirigimos hacia Almería para tomar el ferry a Melilla, entrar en Marruecos, y pasar de éste pais a Argelia por la frontera de Oujda. Ya en el lado Argelino nos hicieron pasar toda la noche en el puesto fronterizo mientras los aduaneros revisaban y medio desmontaban el Mehari en busca de un haschís inexistente. A la mañana siguiente y ya en Argelia tuvimos que meter el coche en un taller cercano para que nos reparasen el depósito de gasolina que los aduaneros habían perforado y algún que otro desperfecto.

Recorrimos rápido el norte de Argelia, y ya mas tranquilamente la costa norte y este de Túnez disfrutando del trato amable de su gente, de sus coloridos mercados, sus precios baratos y sus magníficas playas, todo ello sin mayores problemas a excepción de la rotura y consiguiente soldadura del brazo de suspensión de una rueda delantera, quizás como consecuencia de los refuerzos que le habían puesto con toda la buena intención en La Coruña.

Pasamos la frontera entre Túnez y Libia por Ben Gardane en donde nos decomisaron una revista, una botella de vino, algunos botes de cerveza y nos sustituyeron las matrículas del coche por otras en árabe. Ya dentro de Libia empezamos a notar un ambiente raro y extraño muy diferente al que habíamos dejado atrás, la gente era muy servicial y amable pero trasmitía una sensación de permanente miedo, no había alegría, ni mercadillos ni puestos de comida en las calles y el contraste entre barriadas pobres y los nuevos e inmensos bloques de viviendas y modernas autopistas llenas de luz era tremendo.

Pero los verdaderos problemas estaban aún por llegar, la carretera que seguíamos por la costa camino de Trípoli, Bengasi y Egipto cruzaba grandes arenales y dunas ya que en el norte de Libia el desierto llega hasta el mar. Una noche y ya en los alrededores de Trípoli, sin saber dónde estábamos y sin visibilidad alguna, buscando refugio en medio de una gran tormenta de arena que nos impedía continuar vimos unas potentes luces y nos acercamos a ellas con tan mala suerte que pertenecían a una base militar (**), salieron de inmediato los centinelas, nos interrogaron exhaustivamente sin ningún miramiento, y nos retuvieron toda la noche sin  darnos ni siquiera un café. Al día siguiente nos echaron de allí con cajas destempladas.

Ya en la ciudad de Trípoli y visitando el castillo medieval en el alto de una colina que domina la ciudad y el puerto cometimos otro error que fué sacar unas fotografías del puerto, según supimos mas tarde algo totalmente prohibido por considerarse zona estratégica militar. Nos detuvieron e interrogaron de nuevo, y menos mal que nos dejaron llamar a la embajada española y ésta consiguió que al cabo de dos días nos dejasen marchar, pero no hacia el éste en dirección a Bengasi y Egipto hacia dónde nosotros nos dirigíamos sino de vuelta a Túnez y acompañados por una patrulla militar hasta la frontera, expulsándonos allí de Libia.

(*) El Mehari fabricado por Citróen se asemejaba una pequeña camioneta con carrocería de plástico,era descapotable y montaba el motor del clásico 2 CV con brazos de suspensión delantera articulados.

(**) La base de misiles con la que nos dimos de bruces en medio de la tormenta de arena fué al parecer una de las que años mas tarde destruyeron los americanos en su fulgurante ataque aéreo a Libia con el que consiguieron bajarle los humos durante un tiempo a Gadafi.

25 abr 2012

EN VELOMOTOR A LOS SANFERMINES

Teníamos 16 años, éramos compañeros de colegio desde la infancia y los tres estrenábamos ciclomotores de ocasión. Un día, a comienzos del verano de 1964, decidimos hacer un recorrido turístico de ida y vuelta de mas de 1.600 kilómetros desde nuestra ciudad La Coruña hasta Navarra, con la disculpa y objetivo de ver el encierro de toros bravos mas multitudinario y famoso de España, los Sanfermines de Pamplona.

José María Nieto y Suso Alborés, ya fallecido, tenían unos ciclomotores bastante modernos, pero al mío ni siquiera se le podía llamar ciclomotor porque era mas bien un intermedio entre éstos y una bicicleta con pedales motorizada, era un Velosolex conocido como Mosquito y estaba catalogado como velomotor, tenía un pequeño motor central que accionaba un cilindro estriado el cuál presionaba la cubierta de caucho de la rueda trasera, logicamente con mucho desgaste para ésta, y de ese modo la hacía girar.

Nuestra idea era recorrer la costa norte de España hasta San Sebastián, cerca ya de la frontera con Francia, desde allí bajar a Pamplona, y regresar luego por el interior vía Vitoria, Burgos y León siguiendo mas o menos el Camino de Santiago, y así lo hicimos a lo largo de dos largos meses de verano completando nuestro recorrido de ida y vuelta con éxito y habiendo visto muchas cosas, vivido muchas experiencias, y desde luego no sin algunos pequeños percances en el camino debidos principalmente a la poca potencia y velocidad de mi velomotor al que cada dos por tres había que quitarle la bujía para limpiar.

Visitamos en la ruta las magníficas playas del norte de Galicia y Asturias, el monasterio de Covadonga y el lago Enol en lo alto de la montaña a la que tuve que subir a pié porque mi velomotor, por mucho que yo pedaleaba para ayudarle no podía con la inclinada carretera, los preciosos pueblos pesqueros de Luarca, San Vicente de la Barquera, Castrourdiales y antes Santillana del Mar y las cuevas prehistoricas de Altamira con sus estalactitas y sus famosas pinturas rupestres, las bonitas ciudades de Avilés, Gijón, Santander y San Sebastián, y ya en Pamplona corrimos delante de los toros y durante toda la semana nos emborrachamos y festejamos como todo el mundo durmiendo la mona al aire libre dónde podíamos. 

En aquél entonces éramos jóvenes y llenos de vida, y desde luego la experiencia fué maravillosa.

21 abr 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (1ª Etapa)

CASI ME MUERO EN LA MAR

Hay algo mas grotesco y desagradable que morirse atragantado por tus propios vómitos?

En un espléndido día del verano de 1994, uno de esos días en que te sientes pleno de vitalidad, con mucha seguridad y ganas de comerte el mundo, con un cielo totalmente despejado, viento suave del norte y la mar tranquila, levé anclas en las antiguas instalaciones náuticas del Casino de La Coruña y zarpé en solitario, sin premeditación ni previo aviso rumbo al sur con mi velero Vagamundo.

El Vagamundo era un motovelero de dos palos modelo Evasión 32 de Beneteau que tres años antes había comprado de ocasión en el noroeste de Francia con las ganancias que me habían proporcionado mis funciones como corresponsal en Cancún de un gran mayorista de viajes español y la prospección y diseño de nuevas rutas turísticas en los territorios mayas de Yucatán, Guatemala, Honduras y Belice.

Había pasado dos años reparando el Vagamundo y equipándolo para la navegación en solitario, estaba ya listo para zarpar en cualquier momento y cumplir por fin uno de mis sueños y asignatura pendiente, navegar en mar abierto en solitario y darme una vuelta durante algún tiempo por los mares del mundo, aunque en los dos años posteriores por problemas económicos y de salud sólo llegué a navegar con mi velero por el mar Mediterráneo y por el océano Atlántico hasta las islas de Cabo Verde.

Mi primera recalada fué en Muros, un agradable y pintoresco pueblo de las Rias Altas gallegas, allí, y ya totalmente decidido a continuar mi singladura tomé un autobús de ida y vuelta a La Coruña para coger ropa, dinero y pasaporte y despedirme de mi familia y amigos. Las etapas siguientes fueron de pleno disfrute en las Rias Bajas gallegas y en el norte de Portugal, dejando dias después por la popa el cabo Carvoeiro y arribando a Cascais, muy cerca de Estoril, sin el mas mínimo problema.

Una noche, después de hacer mis cálculos de navegación y de preparar unos bocadillos, con un cielo totalmente estrellado zarpé de nuevo con la intención de atravesar el golfo de Lisboa, doblar el cabo Espichel, y recalar ya al amanecer del día siguiente en el protegido y agradable puerto de Sesimbra, a la entrada de la bahía de Setúbal, al sur de Lisboa.

La primera parte de la travesía fué relajada y tranquila, el Vagamundo navegaba practicamente sólo a unos 5 nudos con el piloto automático y todas las velas desplegadas, pero ya acercándome al cabo Espichel comenzó a cubrirse el cielo de nubes, a soplar un viento del oeste cada vez mas fuerte y a levantarse mucho la mar. Tuve que arriar y rizar velas, desconectar el piloto automático y tomar con fuerza la caña del timón para evitar que el velero se atravesase a las olas y pudiese volcar.

Poco antes me había comido un bocadillo de atún, el caso es qué, agarrado fuertemente a la caña del timón y sin poder soltarla ni un sólo instante me mareé, comencé a vomitar y me atraganté con mis propios vómitos, allí no había nadie que pudiese relevarme ni darme golpes en la espalda para despejarme la tráquea, no podía respirar, se me nublaba la vista, y sentia con una total impotencia que me estaba yendo de éste mundo.

Fué la intuición la que me hizo levantar la cabeza y doblarme hacia atrás para abrir la tráquea y poco a poco comencé de nuevo a respirar y a revivir. Muchas veces pasé miedo en mi vida pero en muy pocas ocasiones me vi en una situación tan desesperante y extrema, poco a poco me repuse como pude y doblando ya el cabo Espichel me refugié en el puerto de Sesimbra.


20 abr 2012

MIS DOS ATERRIZAJES FORZOSOS

A lo largo de mi vida he tenido varios vuelos y aterrizajes complicados, pero tan sólo dos aterrizajes forzosos, ambos por causas meteorologicas y hace ya mas de treinta años.

El primero fué en Dacca (Bangladesh) en un vuelo de la compañía indonesia Air Garuda volando desde la isla de Bali a Delhi, la capital de la India. Era época de monzón y los problemas comenzaron ya en el mar de Andamán y se recrudecieron atravesando el golfo de Bengala. El vuelo se hacía insostenible, las caidas de altitud vaciaban el estómago y ponían los pelos de punta, el equipaje caía por todos lados y el capitán decidió con muy buen juicio aterrizar de emergencia en Dacca.

Ya en tierra, pasado el susto y sabiendo que teníamos varias horas por delante hasta que fuese revisado el avión y pasase lo mas duro del monzón nos dispusimos con alivio a bajar del avión para estirar las piernas y reponernos del susto, pero he ahí que en las dos puertas se habían situado inmediatamente soldados armados y policías del país y tan sólo dejaron bajar a algunos heridos leves que necesitaban atención médica, todos los demás pasajeros tuvimos que permanecer varias horas encerrados en el avión soportando a duras penas una humedad y un calor infernal.

El segundo aterrizaje forzoso lo tuve pocos años después en la ciudad de Limón, en la costa caribeña de Costa Rica, en un vuelo con origen en Caracas (Venezuela) y destino San José, la capital de Costa Rica. Yo había pasado unos desagradables y peligrosos días en Caracas encerrado en la pensión en plenas y muy reprimidas manifestaciones y revueltas estudiantiles por la construcción del metro, con las calles tomadas por la policía y disparos al aire que en muchas ocasiones impactaban en las ventanas y balcones con algún que otro herido que no tenía arte ni parte en el asunto.

La causa del aterrizaje forzoso fué parecida a la anterior, nos metimos en la zona de influencia de un ciclón tropical, y las situaciones y padecimientos también parecidos. La diferencia fué que en Limón sí nos dejaron bajar del avión y fuimos muy bien recibidos y atendidos por el personal del aeropuerto y por los y las guardias civiles que lo custodiaban, algunas mulatas caribeñas con sus verdes y ajustados uniformes que resaltaban sus curvas y sus atractivos y rebosantes pechos.

En ésa ocasión confieso que no me importó en absoluto ni el mal vuelo ni el aterrizaje forzoso.

19 abr 2012

ALGUNA VEZ SE QUEDO TU AVION SIN BATERIAS ? (TOMBUCTU, MALI)


Ocurrió en Tombuctú, la mítica ciudad del desierto del norte de Malí, capital ancestral de los tuaregs del Adrar de los Ifora,s cerrada a cal y canto a los extranjeros hasta hace muy pocas décadas.

A principios de los años 90 llevé un grupo de viaje de un prestigioso turoperador español a Burkina Fassó y Malí, visitando por tierra la región de los Lobis con sus viviendas subterráneas, en las cercanías de Bobó Diulassó, Bamako la capital de Malí, la ciudad santa de Djenné con su grandiosa mezquita de adobe, la mas antigua del Africa occidental, el  mítico Pais Dogón, relacionado según muchos con la constelación Sirius II, y la ciudad de Moptí, la "Venecia" africana a orillas del rio Níger.

En Moptí embarcamos en uno de los dos únicos aviones de hélice que por aquél entonces tenía la compañía estatal Air Malí aterrizando en Tombuctú sin problemas. Allí visitamos la ciudad y su animado mercado, los restos de las murallas, palacios y de su antigua universidad, la primera que se fundó en Africa occidental, los campamentos y las"jaimas" y camellos de los tuareg asentados en las cercanías, y pasamos dos noches en el único hotel parador tambien estatal que había en la ciudad.

De regreso al aeropuerto para tomar el avión hacia Bamako y logicamente ya embarcados, el piloto quiere encender los motores y éstos no arrancan, lo intentó varias veces pero nada pudo conseguir, el avión se había quedado sin baterías!. Desembarcamos, nos dicen que en el pequeño y pobre aeropuerto no tenían ningún grupo electrógeno, y allí, por supuesto sin aire acondicionado y con un calor infernal tuvimos que esperar varias  horas hasta que casualmente llegó un avión canadiense con ayuda humanitaria.

El avión canadiense, también de hélices debido a la corta pista consintió en conectar sus baterias a nuestro avión al igual que hacemos con nuestros coches, y poco después volamos y aterrizamos sin problemas en Bamako justo a tiempo de tomar nuestro vuelo de regreso a España.

17 abr 2012

MIS PRIMEROS VIAJES Y AVENTURAS

Comencé con mis viajes y travesuras a una edad muy temprana. Con tan sólo 8 años mis padres me enviaron por primera vez a un campamento juvenil internacional en Leucate Plage, un precioso pueblecito de la costa mediterránea francesa, entre Perpignán y Narbona, y al año siguiente, con 9 años, a otro campamento internacional en la isla del Lido, enfrente de Venecia, Italia.

En esa isla del Lido protoganicé mi primera travesura, un amigo del colegio que había ido en un intercambio anterior me había dicho que allí, año 1957, había unas novedosas máquinas automáticas que expedían golosinas, galletas, globos de hinchar, pequeñas pistolas de agua y otros artículos y productos introduciendo monedas de 10 liras italianas, y que había comprobado que también funcionaban con nuestros "patacones" (*) españoles del mismo peso, tamaño y forma.

Ni corto ni perezoso llegué al Lido con una bolsa repleta de patacones y los repartí entre los casi doscientos niños de diversas nacionalidades que estábamos en el campamento. Ese día desvalijamos casi todas las máquinas tragaperras de la isla y, empachados y cansados de galletas y golosinas emprendimos una incruenta guerra entre nosotros con los globos y pistolas de agua.

Esa noche vinieron los carabinieri al campamento, indagaron quién era el culpable del desaguisado, y para darme un escarmiento me llevaron a la comisaría y me hicieron pasar allí la noche.

En los años posteriores continué de campamento en campamento durante las vacaciones escolares y ya con 15 años, con la preceptiva autorización paterna por escrito, me fuí a dar la vuelta a España con mi hermano José Luis y mi compañero y amigo Fernando Vaquero, en trenes, autobuses y auto stop. La visita de la ciudad de Cáceres de la que no esperaba gran cosa y me encantó, y de una Jerez de la Frontera que creía maravillosa y por completo me desilusionó me hicieron comprender que el mundo era muy diferente a lo que nos decían y debía ser visto por uno mismo. Ese viaje, junto con las novelas de Emilio Salgari, condicionaron mi futura y larga vida de viajes y aventuras.

El caso es que en ese viaje llegamos un día haciendo auto stop y subidos en el remolque de un motocultor a un pueblo agricola llamado Pego, en el interior de la provincia de Alicante, vistiendo las en aquellos tiempos habituales camisas de la OJE (Organización Juvenil Española) y con nuestros cuchillos de monte para cortar el pan y pelar la fruta en nuestras cinturas.

A la entrada del pueblo estaba un cabo de la Guardia Civil, nos vió, nos hizo bajar del motocultor, nos pidió la documentación y el permiso paterno para el viaje comprobando que todo estaba en orden, y sorpresivamente, a mi amigo Fernando Vaquero y a mi (a mi hermano José Luis nó porque lo había visto venir y lo escondió a tiempo) nos detuvo porque según él los cuchillos de monte no eran reglamentarios y su hoja pasaba de los 13 centímetros autorizados.

Estuvimos retenidos en Pego durante tres días hasta qué, con la intervención de un ingeniero amigo de mi padre que era natural de allí así como de la OJE nos dejó el cabo partir.

Lo mas curioso de todo es que los dos sucesos aquí relacionados figuraban en mi expediente cuando años mas tarde, por oposición, ingresé como cadete en la Academia Militar de Zaragoza.

(*) Los "patacones" eran unas grandes y feas monedas de aleación sin apenas casi valor, diez céntimos de peseta, cuando una lira italiana valía por aquél entonces 10 pesetas españolas.

15 abr 2012

ENTRAMPADO EN EL SUROESTE DEL SAHARA (ARGELIA, MALI)

Fué la primera y última vez, en la primera mitad de los 80, que me atreví a hacer en solitario con un Peugeot 504 la ruta sahariana entre Tamanrasset (la principal ciudad del sahara argelino) y Gao (la principal ciudad del norte de Malí, a orillas del rio Níger) via Tin Zaouatene (pueblo fronterizo del suroeste de Argelia con Malí) y Kidal (la histórica capital tuareg del macizo montañoso del Adrar de los Iforas, en Malí, reducto de los rebeldes tuareg en donde se supone que actualmente tienen retenidos a los europeos secuestrados por la facción islámica de Al Qaeda en el magreb).

Tras muchas penurias y dificultades (ésa ruta era muy solitaria, no recomendada y muy peligrosa) llegué al pueblo fronterizo argelino de Tin Zaouatene, pequeño, pobre, sucio, polvoriento, pero con mucha vida y una asombrosa actividad debida al muy activo contrabando de todo tipo de productos y artículos entre Argelia, Malí y Níger, pais situado algo mas al sur.

Después de presentarme en la policía para comunicar mi llegada como era preceptivo, de beber unas cervezas, comer mas o menos decentemente y descansar un par de días, decidí continuar mi camino presentándome en la aduana en donde sin ningún problema me sellaron la autorización para sacar el coche del país. Hecho ese imprescindible trámite me presenté de nuevo en el cuartel de la policía fronteriza para sellar mi pasaporte de salida y ahí comenzaron los problemas.

El cabo de la policía argelina encargado de los trámites me dijo que ese día era festivo para ellos y no podía atenderme, que volviese al día siguiente. Así lo hice, y cuando volví de nuevo me dice que a qué venía tanta prisa, que si vendía el coche, que esperase un poco mas, que disfrutase de la "ciudad" y volviese pasados dos días. Yo ya estaba un poco mosqueado y aburrido del pueblo, me sentía allí atrapado pero no podía hacer nada mas que esperar.

En un bar cercano al activo y sucio mercado había conocido en esos días a Ahmed, un joven maliense hijo de un militar de Kidal, simpático y con buena pinta, que un día me confesó que se dedicaba al tráfico de mercancías entre Tin Zaouatene y Gao. Le conté mi caso y me dice que no le extrañaba, que se había corrido por el pueblo que un policía se había encaprichado de mi coche y que me iban a dar largas y putearme hasta que me cansase y abandonase allí el coche.

Pasados los dos días me presenté de nuevo en el cuartel de la policía y me sueltan que el cabo en cuestión encargado del trámite de los pasaportes estaba ausente en comisión de servicio y que no sabían cuando volvería. Ya desesperado y convencido de la encerrona busqué a mi amigo Ahmed, el joven maliense, para decirle que aceptaba su propuesta de ayudarme a salir del país.

Ya ese mismo día de noche me viene a buscar Ahmed a mi "hotel" y me dice que es el momento de marcharse, recojo mis cosas y nos largamos a escondidas con mi coche campo a través cruzando la frontera por un lugar sin vigilancia. Allí, escondido entre los arbustos espinosos nos esperaba un pequeño camión militar maliense cargado hasta los topes de mercancías, se sube a él, me dice que le siga con mi coche, y así, de noche y a escondidas emprendimos el camino hacia la ciudad maliense de Kidal atravesando el Adrar de los Iforas por una endiablada pista de montaña.

Ahmed no me dejó tirado remolcándome en alguna ocasión para sortear los mas difíciles obstáculos de la pista y me acompañó hasta Kidal, capital del Adrar de los Iforas y primera ciudad maliense de la ruta en donde estaba destinado su padre, allí me presentó a la policía en donde me sellaron sin problemas en el pasaporte mi entrada en Malí. En Kidal nos despedimos efusivamente y días mas tarde via Anefis llegué a la gran ciudad de Gao, a orillas del río Níger, continuando mas tarde y ya por asfalto hacia Moptí y Bamako, la capital de Malí.

14 abr 2012

EL ALTIPLANO DE PERU Y "SENDERO LUMINOSO"

A finales de 1980 y durante el primer semestre de1981 me encontraba yo con mi mochila dando en trasportes locales una vuelta completa a Sudamérica.

Había llegado allí con un billete de avión de la compañía Varig abierto por un año procedente de Lagos (Nigeria) y con destino a Madrid (España) via Rio de Janeiro (Brasil). Ese billete lo había comprado en Lagos después de haber vendido un "vehículo y medio" (*) en Cotonou (Benin) por dos buenas razones, la primera porque era la vía mas barata para regresar en su momento a España, y la segunda porque me permitía llegar y permanecer en Sudamérica durante todo un año.

Ya en Brasil y después de unos días de descanso y disfrute en Río de Janeiro remonté toda la costa del Atlántico hasta llegar a Belém, luego el rio Amazonas hasta Manaos en donde pasé, enfermo, una de las navidades mas tristes de mi vida después de haber remontado el rio Negro hasta encontrarme con una acogedora tribu de Yanomanis con los que permanecí, con una compañera brasileña, unos pocos días antes de regresar necesariamente a Manaus.

En el año 1981 tuve una suerte tremenda porque ya en Ecuador, después de una corta estancia con los indios Colorados, me libré por unos días de una de las frecuentes inundaciones de Esmeraldas, un paradisíaco pueblo en la costa ecuatoriana del océano Pacífico, y algún tiempo después de un pequeño maremoto que afectó a buena parte de la costa de Antofagasta, en el norte de Chile, en dónde había estado alojado en un camping de destartaladas caravanas justo al borde del mar.

El caso es que durante mi estancia en Perú y después de subir en el años después suprimido "tren del oxígeno" (llevaba enfermeros y oxígeno para la altitud) desde Lima a Huancayo, ya en la cordillera andina, iba en un autobús desde ésta ciudad hasta Ayacucho cuando ya llegando a ésta última ciudad comencé a oir ruidos de disparos de metralletas y cañones.

Llegado a Ayacucho veo sus calles tomadas por el ejército peruano, le saco una fotografía a una tanqueta militar, me ven por el retrovisor, retroceden, me paran, me piden el pasaporte y la cámara y me velan el carrete de fotos dejándome luego marchar.

Yo no sabía lo que estaba pasando, la gente me hablaba de combates con la "guerrilla" sin querer decirme nada mas. Pocos días después y ya en Cuzco me entero de que la "guerrilla" había asesinado a siete periodistas occidentales, fué entonces cuando comenzó a hablarse de Sendero Luminoso en el mundo.

(*) Lo del "vehículo y medio" requiere una explicación, yo había comprado dos Peugeot 504 en Holanda y después de atravesar con ellos el desierto del Sáhara los vendí en Cotonou (Benín), pais fronterizo con Nigeria, repartiendo lo obtenido por uno de ellos con mi compañero Fernando García Vaquero que lo conducía y me acompañaba en esa ocasión.



9 abr 2012

MI ENCONTRONAZO CON GADAFI EN BAMAKO (MALI)

Hace ya algunos años, en la década de los 80, regresaba yo a mi habitación gratuita (*) en el muy céntrico y lujoso Hotel de L`Amitié en Bamako, la capital de Malí, extrañado de ver en sus alrededores un montón de militares extranjeros perfectamente equipados y armados (**), entrando como siempre por la puerta de servicios hasta los ascensores de la planta de la recepción, separados de ésta solamente por una puerta de vaivenes de cristal.

Cuál no sería mi sorpresa cuando veo en la recepción, a unos escasos ocho ó diez metros y separados de mi solamente por esa puerta de cristal, al coronel Gadafi (presidente de Libia) discutiendo acaloradamente con Moussa Traoré (en aquel entonces presidente de Malí,) rodeados por supuesto de un nutrido grupo de fuerzas de seguridad de los dos paises.

Los miré, me miraron, y subí temblando en uno de los ascensores a mi habitación suponiendo que si nadie me había detenido ni pedido ninguna acreditación ni documentación sería porque en esas extrañas circunstancias todos supondrían que si yo estaba allí sería porque podía estar, con mi camiseta, mi pantalón corto, y mi cinturón repleto de cosas colgando como siempre.

Pocos días después estalló una corta guerra entre Burkina Fassó y Malí a causa de las fronteras del mítico Pais Dogón repartido entre ambos paises. También me enteré de que Gadafi, aliado del por aquel entonces prosoviético Burkina Fassó, había aterrizado con 2 aviones militares repletos de tropas de élite en Bamako para imponerle al presidente de Malí la cesión del Pais Dogon a Burkina Fassó, así también que Moussa Traoré, con dos pelotas, le había plantado cara.

(*) El hotel de L`Amitié era por aquel entonces el único hotel de Lujo de Bamako y el lugar habitualmente utilizado por los políticos para las reuniones de alto nivel. Yo en aquellos tiempos bajaba coches comprados en Holanda atravesando con enorme riesgo el peligroso desierto del Sáhara, y tenía como socio en Malí para su venta a uno de los hijos del ministro del interior de Moussa Traoré el cuál me gestionaba una habitación gratuita en el hotel de L`Amitié durante mis cortas estancias en Bamako.

(**) Las fuerzas de élite del coronel Gadafi, presidente de Libia.

8 abr 2012

A MI VIEJA Y QUERIDA MOCHILA

Te quiero y te añoro mi vieja mochila.

Has recorrido conmigo los caminos de medio mundo prestándome un servicio inestimable en las mas duras condiciones y sin dejarme nunca tirado.

Yo, ya viejo y cansado continúo mal que bien caminando pero tú ya no puedes acompañarme mas, descolorida, deshilachada y rota no me ha quedado mas remedio que jubilarte y sustituirte por otra, y eso llena mi alma de infinita tristeza.

He tenido que reemplazarte y el camino ya no es lo mismo sin tí, te echo de menos y te conservaré hasta que a mi también, por pura vejez e incapacidad, me sustituyan. 

Juntos con nuestras vivencias y recuerdos nos iremos de aquí.

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Fernando Paz Leis
Vagamundo