LOS "CONTRAS" ASALTAN NUESTRO AUTOBUS EN SAN ESTEBAN (HONDURAS)
A finales de abril de 1987, después de despedir en el aeropuerto de Managua al pequeño grupo de expedición francés que había llevado a recorrer en "panga" (canoa con techo) el río San Juan y la "Costa de los Mosquitos" de Nicaragua, con un mes disponible por delante y dinero fresco en los bolsillos, amén de los traveller´s check de American Express que llevaba y que en aquellos años eran muy utilizados y seguros, salí en autobús de Managua por la carretera panamericana hacia el norte camino de la ciudad de Estelí, conocida como la "capital del tabaco" nicaraguense, en dónde visité la catedral de Nuestra Señora del Rosario y los murales de su Parque Central, continuando luego camino para dormir en la pequeña ciudad de Ocotal (antigua Nueva Segovia), muy cerca ya de la frontera con el suroeste de Honduras.
A la mañana siguiente atravesé en un motocarro "autorizado" el largo puente sobre el río Coco fronterizo entre ambos países y entré en Honduras por la frontera de Trojes, tomando allí un autobús el cuál, vía El Paraiso (desde luego son graciosos) me llevó hasta Tegucigalpa, la capital de Honduras (*), una caótica ciudad rodeada de montañas y dividida en dos por el río Choluteca, la alta Tegucigalpa propiamente dicha fundada en 1536 en torno a unas minas de oro y cobre, y su ciudad hermana la baja Comayaguela. No teniendo ninguna de las dos demasiado interés permanecí allí sólo un día tomando a la mañana siguiente un autobús en dirección este hacia la ciudad de Juticalpa, la capital del departamento de Olancho, apodado el "salvaje oeste" por los propios hondureños, pasando por los pueblos de montaña de Talanga con sus calles de tierra y por otro algo mas bonito llamado Campamento.
Juticalpa, a unos 170 kilómetros de Tegucigalpa, es la capital y principal centro comercial del montañoso departamento de Olancho fronterizo con Nicaragua, una ciudad fundada por los españoles en 1744 que cuenta con un bonito Parque Central y una atractiva Iglesia Colonial, y era la base de la policía y del ejército hondureño en Olancho con controles y patrullas en todos los pueblos y pistas del departamento . Mi intención era tomar allí otro autobús hacia el este para que a través de los pequeños pueblos de Gualaco y San Esteban me llevase por una pista de tierra practicable hasta la caribeña ciudad de Trujillo, a unos 140 kilómetros de distancia, y así lo hice partiendo por la mañana en el techo de un viejo autobús cargado hasta los topes de unos "cowboys" poco habladores con sus sombreros y alguna pistola y muchas mujeres con sacos de frijoles, arroz, cochinos y gallinas cagando y cacareando sin cesar.
Después de varios controles rutinarios e innumerables paradas en el camino para recoger y dejar viajeros casi todos con sacos y animales llegamos poco antes del mediodía al pueblo de San Esteban, mas o menos a mitad de camino, y allí nos detuvimos a comer continuando luego por la pista hacia el este en dirección a Trujillo. No llevábamos ni treinta kilómetros recorridos cuando vimos un árbol "caido" cruzando la pista y tuvimos que parar, de la selva surgió un grupo de hombres armados con pistolas y fusiles de asalto AK-47 (kalashnikov) y alguien del autobús gritó: Menos mal que son los "contras", sólo buscan frijoles y dinero, no hagais nada, dejad las pistolas en el suelo del autobús porque sino va a ser mucho peor!
Cuatro "contras" se aproximaron al autobús, dos de ellos se apostaron delante y detrás del mismo con sus fusiles amartillados, y los otros dos nos ordenaron que bajásemos desarmados y nos pusiésemos en fila a un lado, y mientras uno de ellos subía al autobús para revisar los equipajes y tirar por el lado opuesto algunos sacos, cochinos y gallinas, el otro nos ordenó vaciar los bolsillos y entregarle todo el dinero, joyas y relojes que llevábamos, a un "cowboy" le vió esconder algo, le dió un culatazo en la cabeza y ya en el suelo lo cacheó, cuando llegó mi turno miró mi pasaporte y sin ninguna agresividad me preguntó si era español y que hacía allí, me devolvió el pasaporte y se quedó con todo el dinero sin ni siquiera cachearme, lo cuál me libró de perder el billete de avión, los traveller´s check, la visa y algún billete de cien dólares que llevaba escondidos en un bolsillo plano impermeable pegado a la cintura.
Desvalijados y después de sacar el árbol de la pista continuamos nuestro viaje encontrándonos unos cinco kilómetros mas adelante con una patrulla militar la cuál salió zumbando hacia el lugar del asalto, y cuando por fin llegamos a la ciudad de Trujillo, unas tres horas después, tuvimos que declarar todos los viajeros uno a uno en el cuartel de la policía en presencia de dos oficiales del ejército antes de poder salir para buscar alojamiento.
(*) Honduras al menos en aquella época parecía un pais de "cowboys", en el campo casi todos los hombres llevaban sombreros vaqueros y muchos de ellos pistola al cinto, según decían para poder defenderse de los muchos "bandoleros" que había en el país. En la Honduras del siglo XX siempre fué muy importante la presencia y el capital americano, primero con multinacionales como las "bananeras" United Fruit Company, Standard Fruit Company, etc., y luego, ya en la época de Ronald Reagan, con el "entre otros" apoyo económico y financiero a los gobiernos y fuerzas armadas del país, así como a los "contras" nicaraguenses, según dictaminó la Corte Internacional de Justicia en 1984.
(**) En aquella primavera del año 1987 las diferentes facciones de los "contras" bloqueadas en Honduras a lo largo del río Coco fronterizo entre ambos paises, por presiones de los americanos y del líder guerrillero Edén Pastora, estaban negociando unificarse para acabar con los grupos incontrolados que asaltaban, robaban y en algunas ocasiones violaban y mataban a campesinos a ambos lados de la frontera, pero principalmente para intentar acabar de una vez por todas con el legítimo gobierno sandinista de Nicaragua, consiguiendo conformar a finales de verano un "ejército" unificado de unos 17.000 "contras".
A finales de abril de 1987, después de despedir en el aeropuerto de Managua al pequeño grupo de expedición francés que había llevado a recorrer en "panga" (canoa con techo) el río San Juan y la "Costa de los Mosquitos" de Nicaragua, con un mes disponible por delante y dinero fresco en los bolsillos, amén de los traveller´s check de American Express que llevaba y que en aquellos años eran muy utilizados y seguros, salí en autobús de Managua por la carretera panamericana hacia el norte camino de la ciudad de Estelí, conocida como la "capital del tabaco" nicaraguense, en dónde visité la catedral de Nuestra Señora del Rosario y los murales de su Parque Central, continuando luego camino para dormir en la pequeña ciudad de Ocotal (antigua Nueva Segovia), muy cerca ya de la frontera con el suroeste de Honduras.
A la mañana siguiente atravesé en un motocarro "autorizado" el largo puente sobre el río Coco fronterizo entre ambos países y entré en Honduras por la frontera de Trojes, tomando allí un autobús el cuál, vía El Paraiso (desde luego son graciosos) me llevó hasta Tegucigalpa, la capital de Honduras (*), una caótica ciudad rodeada de montañas y dividida en dos por el río Choluteca, la alta Tegucigalpa propiamente dicha fundada en 1536 en torno a unas minas de oro y cobre, y su ciudad hermana la baja Comayaguela. No teniendo ninguna de las dos demasiado interés permanecí allí sólo un día tomando a la mañana siguiente un autobús en dirección este hacia la ciudad de Juticalpa, la capital del departamento de Olancho, apodado el "salvaje oeste" por los propios hondureños, pasando por los pueblos de montaña de Talanga con sus calles de tierra y por otro algo mas bonito llamado Campamento.
Juticalpa, a unos 170 kilómetros de Tegucigalpa, es la capital y principal centro comercial del montañoso departamento de Olancho fronterizo con Nicaragua, una ciudad fundada por los españoles en 1744 que cuenta con un bonito Parque Central y una atractiva Iglesia Colonial, y era la base de la policía y del ejército hondureño en Olancho con controles y patrullas en todos los pueblos y pistas del departamento . Mi intención era tomar allí otro autobús hacia el este para que a través de los pequeños pueblos de Gualaco y San Esteban me llevase por una pista de tierra practicable hasta la caribeña ciudad de Trujillo, a unos 140 kilómetros de distancia, y así lo hice partiendo por la mañana en el techo de un viejo autobús cargado hasta los topes de unos "cowboys" poco habladores con sus sombreros y alguna pistola y muchas mujeres con sacos de frijoles, arroz, cochinos y gallinas cagando y cacareando sin cesar.
Después de varios controles rutinarios e innumerables paradas en el camino para recoger y dejar viajeros casi todos con sacos y animales llegamos poco antes del mediodía al pueblo de San Esteban, mas o menos a mitad de camino, y allí nos detuvimos a comer continuando luego por la pista hacia el este en dirección a Trujillo. No llevábamos ni treinta kilómetros recorridos cuando vimos un árbol "caido" cruzando la pista y tuvimos que parar, de la selva surgió un grupo de hombres armados con pistolas y fusiles de asalto AK-47 (kalashnikov) y alguien del autobús gritó: Menos mal que son los "contras", sólo buscan frijoles y dinero, no hagais nada, dejad las pistolas en el suelo del autobús porque sino va a ser mucho peor!
Cuatro "contras" se aproximaron al autobús, dos de ellos se apostaron delante y detrás del mismo con sus fusiles amartillados, y los otros dos nos ordenaron que bajásemos desarmados y nos pusiésemos en fila a un lado, y mientras uno de ellos subía al autobús para revisar los equipajes y tirar por el lado opuesto algunos sacos, cochinos y gallinas, el otro nos ordenó vaciar los bolsillos y entregarle todo el dinero, joyas y relojes que llevábamos, a un "cowboy" le vió esconder algo, le dió un culatazo en la cabeza y ya en el suelo lo cacheó, cuando llegó mi turno miró mi pasaporte y sin ninguna agresividad me preguntó si era español y que hacía allí, me devolvió el pasaporte y se quedó con todo el dinero sin ni siquiera cachearme, lo cuál me libró de perder el billete de avión, los traveller´s check, la visa y algún billete de cien dólares que llevaba escondidos en un bolsillo plano impermeable pegado a la cintura.
Desvalijados y después de sacar el árbol de la pista continuamos nuestro viaje encontrándonos unos cinco kilómetros mas adelante con una patrulla militar la cuál salió zumbando hacia el lugar del asalto, y cuando por fin llegamos a la ciudad de Trujillo, unas tres horas después, tuvimos que declarar todos los viajeros uno a uno en el cuartel de la policía en presencia de dos oficiales del ejército antes de poder salir para buscar alojamiento.
(*) Honduras al menos en aquella época parecía un pais de "cowboys", en el campo casi todos los hombres llevaban sombreros vaqueros y muchos de ellos pistola al cinto, según decían para poder defenderse de los muchos "bandoleros" que había en el país. En la Honduras del siglo XX siempre fué muy importante la presencia y el capital americano, primero con multinacionales como las "bananeras" United Fruit Company, Standard Fruit Company, etc., y luego, ya en la época de Ronald Reagan, con el "entre otros" apoyo económico y financiero a los gobiernos y fuerzas armadas del país, así como a los "contras" nicaraguenses, según dictaminó la Corte Internacional de Justicia en 1984.
(**) En aquella primavera del año 1987 las diferentes facciones de los "contras" bloqueadas en Honduras a lo largo del río Coco fronterizo entre ambos paises, por presiones de los americanos y del líder guerrillero Edén Pastora, estaban negociando unificarse para acabar con los grupos incontrolados que asaltaban, robaban y en algunas ocasiones violaban y mataban a campesinos a ambos lados de la frontera, pero principalmente para intentar acabar de una vez por todas con el legítimo gobierno sandinista de Nicaragua, consiguiendo conformar a finales de verano un "ejército" unificado de unos 17.000 "contras".