DE LOS "GARIFUNAS" DE LIVINGSTON (GUATEMALA) A LOS "MAYAS" DE COZUMEL (MEXICO)
Resueltas mis gestiones en la capital de Guatemala y después de una breve visita por la parte antigua de esa muy peligrosa ciudad tomé un autobús hacia el este camino de Chiquimula, una provinciana ciudad sin ningún interés a excepción de su basílica de Esquipulas con la "milagrosa" imagen de su Cristo Negro que atrae a miles de peregrinos de toda Centroamérica.
Chiquimula es la base de partida para visitar (adentrándose unos pocos kilómetros en la vecina Honduras) las célebres ruinas de Copán, sin duda el mas importante conjunto arqueológico maya en lo que a estelas funerarias con tallas en alto relieve se refiere, amén de su Acrópolis, su escalinata Jeroglífica, su Juego de la Pelota y su impresionante altar Q con los 16 primeros reyes de la dinastía tallados en su contorno.
Regresando a Chiquimula tomé otro autobús de nuevo hacia el este camino de la localidad de Los Amates, para visitar desde allí las cercanas ruinas mayas de Quiriguá con sus estelas y calendarios tallados y sus gigantescos monolitos, alguno de mas de 10 metros de altura, continuando luego a través de esa región bananera hacia Puerto Barrios, la peligrosa ciudad portuaria de Guatemala a orillas del mar Caribe con sus casas de madera y su río Las Escobas con varias piscinas naturales de agua cristalina.
En Puerto Barrios tomé una embarcación para, a través de la gran bahía de Amatique, llegar al pequeño y alegre pueblo pesquero "garifuna" (*) de Livingston localizado en la desembocadura del Rio Dulce, el cuál no tiene acceso por ninguna pista ni carretera. En Livingstone me detuve un par de días para descansar, bañarme en sus pequeñas playas y en las cascadas de los Siete Altares, salir a pescar en la canoa de algún nativo, y pasear por su empinada calle principal en la que se encuentra todo el pequeño comercio, bares y cafés de la localidad.
Por un paraje de escarpados acantilados y exuberante vegetación reflejándose en las aguas, uno de los paisajes mas bonitos que he visto en mi vida, remonté en piragua el navegable Río Dulce hasta la localidad que lleva su nombre (antes llamada Fronteras) situada al este del lago Izabal, visitando su pequeño pero muy bonito Castillo de San Felipe construido por los españoles alrededor de 1640 para defenderse de los piratas y corsarios ingleses.
En la cabina de un camión con decenas de nativos hacinados en su caja y teniendo como compañero de viaje a un silencioso austríaco gordo, barrigudo, renqueante y sesentón (al igual que yo ahora) emprendimos por una larga y pesada pista la ruta hacia el norte atravesando la inhóspita selva del Petén para llegar a la tranquila y bonita ciudad de Flores localizada en una isla comunicada con tierra en el lago Peten Itzá. Flores con sus calles adoquinadas, sus bonitos edificios de color pastel, su Iglesia Colonial y su Plaza Central, amén de sus excursiones por el lago, su espléndido Mirador y su cuevas de Actun Kan es el lugar ideal para sentar base y visitar desde allí las cercanas ruinas de Tikal.
La antigua ciudad maya de Tikal con sus sesenta kilómetros cuadrados, su gigantesca pirámide conocida como Templo IV de unos 70 metros de altura, así cómo el del Gran Jaguar de casi 50 metros, su Gran Plaza con la Acrópolis Central y la Acrópolis Norte, su plaza de los Siete Templos con la pirámide del Mundo Perdido, el Juego de la Pelota y la Acrópolis Sur fué durante el reinado del Gran Jaguar a mediados del siglo VIII una de las ciudades mas poderosas de todo el continente americano, siendo sin duda alguna el complejo arqueológico mas importante de Guatemala, y, junto con Chichén Itzá y Uxmal en el Yucatán mexicano, uno de los tres mas importantes de todo el antiguo imperio Maya.
Desde Tikal regresé a Flores para tomar ya al día siguiente desde la muy cercana San Benito un desvencijado autobús qué, por una desastrada pista en dirección este, me condujo a la frontera con Belice, deteniéndome poco después en el pequeño pueblo de San José Succotz para tomar a la mañana siguiente un pequeño trasbordador de manivela para atravesar el río Mopán y llegar a las ruinas mayas de Xunantunich, con su pirámide El Castillo de unos 40 metros de altura y el impresionante friso en altorelieve que la bordeaba. Desde San José tomé un nuevo autobús que ya por carretera asfaltada me condujo hasta Belmopán, la actual capital de Belice, una ciudad sin interés en la que me detuve sólo para dormir y visitar a la mañana siguiente sus ruinas mayas antes de continuar mi camino hacia Belice City.
Belice City, la antigua capital del país a orillas del mar Caribe, con sus calles desastradas y sus canales nauseabundos es una ciudad peligrosa en la que no conviene detenerse como no sea para visitar desde allí alguno de sus cercanos "cayos" como el Caulker y el mas famoso y caro Cayo San Pedro con sus playas coralinas, aguas cristalinas y buenas infraestructuras náuticas y hoteleras. Continuando ya hacia el norte camino de Chetumal en la frontera con el Yucatán mexicano me detuve en el camino para visitar las ruinas mayas de Altún Ha con su pirámide de Los Altares, sus templos de la Tumba Verde y del Atlas Amurallado en dónde fué encontrada la mayor escultura en jade de todo el imperio maya, una máscara de Kinich Ajhau (el diós del Sol) de unos cinco kilogramos de peso.
En Chetumal, la capital del estado de Quintana Roo me detuve sólo para dormir no sin antes visitar su museo de la Cultura Maya, el mas grande y completo del país, partiendo luego hacia el norte por la costa este de Yucatán en dirección a las encantadoras ruinas del antiguo puerto maya de Tulum, situadas en un acantilado justo al borde de un mar de color verde esmeralda y al lado de una preciosa playa de arena blanca y fina en la qué, al menos en aquellos años, te podías bañar. Desde Tulum hice una escapada por una pista hacia el oeste para visitar las ruinas mayas de Cobá situadas entre dos lagunas en medio de la selva, bañándome en las heladas aguas del Gran Cenote (**) localizado en sus proximidades.
Retornando a la carretera federal me detuve en el pequeño puerto pesquero de Akumal y en el precioso Cenote Manatí (así llamado por la gran cantidad de manatíes que a él llegaban por una larguísima cueva conectada con el mar) para bañarme y practicar buceo en sus trasparentes aguas de color azul, continuando luego hasta la en aquél entonces tranquila y poco desarrollada Playa del Carmen (***) para tomar una barcaza hacia la isla de Cozumel (la mas grande del caribe mexicano) alojándome un par de días en su somnolienta y muy agradable capital San Miguel para desde allí recorrer la isla, visitar el parque nacional Chankanaab con su laguna, sus iguanas y sus delfines, bañarme en las preciosas playas del lado este, y practicar con los nativos en los arrecifes de su costa oeste algo de pesca y buceo.
De regreso a Playa del Carmen tomé un autobús a Cancún (***) para regresar desde allí a España.
(*) Los "garifuna", también conocidos como "caribes negros" por ser mezcla de los originarios indios "caribes" y esclavos negros deportados de la isla de San Vicente hacia Roatán se establecieron en algunos lugares de las costas de Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua, conservan su propio idioma mezcla de dialectos africanos, caribeños y francés, y se dedican fundamentalmente a la pesca.
(**) Los famosos y abundantes "cenotes" del Yucatán son pozos de agua naturales de diversas formas, tamaño y profundidad generados por el desprendimiento de la piedra caliza de su entorno causada por el desgaste de las corrientes de agua dulce subterráneas. En muchas ocasiones se comunican entre sí, acaban formando cuevas submarinas y después de muchos kilómetros desembocando en el mar.
(***) En 1991 Cancún todavía estaba llenándose de hoteles y expandiéndose, Playa del Carmen era un pueblo tranquilo con algunos chalets, y la famosa Riviera Maya todavía no existía (se creó en 1999). Al año siguiente de éste viaje, a comienzos del verano de 1992, regresé a Cancún como corresponsal turístico para continuar organizando desde allí la operativa de toda la zona maya, sin poder completar la temporada turística porque fuí expulsado por "trabajar ilegalmente en el país", había ingresado como turista y la "insinuante" encargada de la agencia receptiva contratada para nuestras operaciones me denunció a la policía por darles demasiada caña, pero fundamentalmente por puro despecho personal.
Resueltas mis gestiones en la capital de Guatemala y después de una breve visita por la parte antigua de esa muy peligrosa ciudad tomé un autobús hacia el este camino de Chiquimula, una provinciana ciudad sin ningún interés a excepción de su basílica de Esquipulas con la "milagrosa" imagen de su Cristo Negro que atrae a miles de peregrinos de toda Centroamérica.
Chiquimula es la base de partida para visitar (adentrándose unos pocos kilómetros en la vecina Honduras) las célebres ruinas de Copán, sin duda el mas importante conjunto arqueológico maya en lo que a estelas funerarias con tallas en alto relieve se refiere, amén de su Acrópolis, su escalinata Jeroglífica, su Juego de la Pelota y su impresionante altar Q con los 16 primeros reyes de la dinastía tallados en su contorno.
Regresando a Chiquimula tomé otro autobús de nuevo hacia el este camino de la localidad de Los Amates, para visitar desde allí las cercanas ruinas mayas de Quiriguá con sus estelas y calendarios tallados y sus gigantescos monolitos, alguno de mas de 10 metros de altura, continuando luego a través de esa región bananera hacia Puerto Barrios, la peligrosa ciudad portuaria de Guatemala a orillas del mar Caribe con sus casas de madera y su río Las Escobas con varias piscinas naturales de agua cristalina.
En Puerto Barrios tomé una embarcación para, a través de la gran bahía de Amatique, llegar al pequeño y alegre pueblo pesquero "garifuna" (*) de Livingston localizado en la desembocadura del Rio Dulce, el cuál no tiene acceso por ninguna pista ni carretera. En Livingstone me detuve un par de días para descansar, bañarme en sus pequeñas playas y en las cascadas de los Siete Altares, salir a pescar en la canoa de algún nativo, y pasear por su empinada calle principal en la que se encuentra todo el pequeño comercio, bares y cafés de la localidad.
Por un paraje de escarpados acantilados y exuberante vegetación reflejándose en las aguas, uno de los paisajes mas bonitos que he visto en mi vida, remonté en piragua el navegable Río Dulce hasta la localidad que lleva su nombre (antes llamada Fronteras) situada al este del lago Izabal, visitando su pequeño pero muy bonito Castillo de San Felipe construido por los españoles alrededor de 1640 para defenderse de los piratas y corsarios ingleses.
En la cabina de un camión con decenas de nativos hacinados en su caja y teniendo como compañero de viaje a un silencioso austríaco gordo, barrigudo, renqueante y sesentón (al igual que yo ahora) emprendimos por una larga y pesada pista la ruta hacia el norte atravesando la inhóspita selva del Petén para llegar a la tranquila y bonita ciudad de Flores localizada en una isla comunicada con tierra en el lago Peten Itzá. Flores con sus calles adoquinadas, sus bonitos edificios de color pastel, su Iglesia Colonial y su Plaza Central, amén de sus excursiones por el lago, su espléndido Mirador y su cuevas de Actun Kan es el lugar ideal para sentar base y visitar desde allí las cercanas ruinas de Tikal.
La antigua ciudad maya de Tikal con sus sesenta kilómetros cuadrados, su gigantesca pirámide conocida como Templo IV de unos 70 metros de altura, así cómo el del Gran Jaguar de casi 50 metros, su Gran Plaza con la Acrópolis Central y la Acrópolis Norte, su plaza de los Siete Templos con la pirámide del Mundo Perdido, el Juego de la Pelota y la Acrópolis Sur fué durante el reinado del Gran Jaguar a mediados del siglo VIII una de las ciudades mas poderosas de todo el continente americano, siendo sin duda alguna el complejo arqueológico mas importante de Guatemala, y, junto con Chichén Itzá y Uxmal en el Yucatán mexicano, uno de los tres mas importantes de todo el antiguo imperio Maya.
Desde Tikal regresé a Flores para tomar ya al día siguiente desde la muy cercana San Benito un desvencijado autobús qué, por una desastrada pista en dirección este, me condujo a la frontera con Belice, deteniéndome poco después en el pequeño pueblo de San José Succotz para tomar a la mañana siguiente un pequeño trasbordador de manivela para atravesar el río Mopán y llegar a las ruinas mayas de Xunantunich, con su pirámide El Castillo de unos 40 metros de altura y el impresionante friso en altorelieve que la bordeaba. Desde San José tomé un nuevo autobús que ya por carretera asfaltada me condujo hasta Belmopán, la actual capital de Belice, una ciudad sin interés en la que me detuve sólo para dormir y visitar a la mañana siguiente sus ruinas mayas antes de continuar mi camino hacia Belice City.
Belice City, la antigua capital del país a orillas del mar Caribe, con sus calles desastradas y sus canales nauseabundos es una ciudad peligrosa en la que no conviene detenerse como no sea para visitar desde allí alguno de sus cercanos "cayos" como el Caulker y el mas famoso y caro Cayo San Pedro con sus playas coralinas, aguas cristalinas y buenas infraestructuras náuticas y hoteleras. Continuando ya hacia el norte camino de Chetumal en la frontera con el Yucatán mexicano me detuve en el camino para visitar las ruinas mayas de Altún Ha con su pirámide de Los Altares, sus templos de la Tumba Verde y del Atlas Amurallado en dónde fué encontrada la mayor escultura en jade de todo el imperio maya, una máscara de Kinich Ajhau (el diós del Sol) de unos cinco kilogramos de peso.
En Chetumal, la capital del estado de Quintana Roo me detuve sólo para dormir no sin antes visitar su museo de la Cultura Maya, el mas grande y completo del país, partiendo luego hacia el norte por la costa este de Yucatán en dirección a las encantadoras ruinas del antiguo puerto maya de Tulum, situadas en un acantilado justo al borde de un mar de color verde esmeralda y al lado de una preciosa playa de arena blanca y fina en la qué, al menos en aquellos años, te podías bañar. Desde Tulum hice una escapada por una pista hacia el oeste para visitar las ruinas mayas de Cobá situadas entre dos lagunas en medio de la selva, bañándome en las heladas aguas del Gran Cenote (**) localizado en sus proximidades.
Retornando a la carretera federal me detuve en el pequeño puerto pesquero de Akumal y en el precioso Cenote Manatí (así llamado por la gran cantidad de manatíes que a él llegaban por una larguísima cueva conectada con el mar) para bañarme y practicar buceo en sus trasparentes aguas de color azul, continuando luego hasta la en aquél entonces tranquila y poco desarrollada Playa del Carmen (***) para tomar una barcaza hacia la isla de Cozumel (la mas grande del caribe mexicano) alojándome un par de días en su somnolienta y muy agradable capital San Miguel para desde allí recorrer la isla, visitar el parque nacional Chankanaab con su laguna, sus iguanas y sus delfines, bañarme en las preciosas playas del lado este, y practicar con los nativos en los arrecifes de su costa oeste algo de pesca y buceo.
De regreso a Playa del Carmen tomé un autobús a Cancún (***) para regresar desde allí a España.
(*) Los "garifuna", también conocidos como "caribes negros" por ser mezcla de los originarios indios "caribes" y esclavos negros deportados de la isla de San Vicente hacia Roatán se establecieron en algunos lugares de las costas de Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua, conservan su propio idioma mezcla de dialectos africanos, caribeños y francés, y se dedican fundamentalmente a la pesca.
(**) Los famosos y abundantes "cenotes" del Yucatán son pozos de agua naturales de diversas formas, tamaño y profundidad generados por el desprendimiento de la piedra caliza de su entorno causada por el desgaste de las corrientes de agua dulce subterráneas. En muchas ocasiones se comunican entre sí, acaban formando cuevas submarinas y después de muchos kilómetros desembocando en el mar.
(***) En 1991 Cancún todavía estaba llenándose de hoteles y expandiéndose, Playa del Carmen era un pueblo tranquilo con algunos chalets, y la famosa Riviera Maya todavía no existía (se creó en 1999). Al año siguiente de éste viaje, a comienzos del verano de 1992, regresé a Cancún como corresponsal turístico para continuar organizando desde allí la operativa de toda la zona maya, sin poder completar la temporada turística porque fuí expulsado por "trabajar ilegalmente en el país", había ingresado como turista y la "insinuante" encargada de la agencia receptiva contratada para nuestras operaciones me denunció a la policía por darles demasiada caña, pero fundamentalmente por puro despecho personal.