En junio del año 1993 estaba yo trabajando como delegado de la mayorista de viajes Politours para Galicia al tiempo que hacía el curso de Patron de Yate en la Escuela Náutica de La Coruña con el capitán de la marina mercante y prestigioso catedrático Juan Trigo del Río como director del mismo, ofreciéndome éste un día la posibilidad de efectuar una práctica de navegación a vela con su hermano Paco Trigo, también capitán de la marina mercante y catedrático en la Escuela Náutica de La Coruña.
Se trataba de traer un velero que Antonio Molina había comprado para su hijo en Dunkerque (noroeste de Francia) hasta La Coruña a través del Canal de la Mancha y del Golfo de Vizcaya, una zona en principio de duras condiciones de navegación. El velero en cuestión de nombre "Delivrance" era un anticuado Rush de 9 metros "disfrazado de regata", con un alto y delgado palo rojo de aluminio y burdas, tenía un compás y una radio VHF pero no GPS, y en aquél entonces un pequeño motor intraborda de gas-oil de tan sólo 6 CV de potencia que servía para entrar y salir de puerto pero poco mas.
Yo ya entonces tenía en la cabeza emprender en un futuro no muy lejano las singladuras con mi recién comprado velero "Vagamundo" el cuál estaba equipando y preparando para la navegación en solitario, y a tal fin estaba también haciendo el curso de Patrón de Yate. Por todo ello me venía de perlas ésa experiencia y práctica de navegación que me ofrecían consiguiendo de mi empresa 15 días libres dado que la duración en principio prevista de la singladura era de dos semanas. Con ése compromiso de tiempo máximo de navegación (sino tendría que desembarcar dónde me encontrase) acepté la propuesta.
Después de un par de días revisando el barco y gestionando la documentación partimos de Dunkerque hacia el cercano Calais con el "Delivrance" el experimentado y siempre agradable y paciente Paco Trigo (hoy finado) como patrón, el muy hierático y sufrido propietario Antonio Molina sin conocimientos ni experiencia en navegación, y un servidor con muchos sueños, entonces escasa experiencia en navegación y propenso al mareo. La prueba de navegación costera resultó exitosa y no tuvimos ningún problema a excepción de las largas demoras para entrar y salir del puerto de Calais a causa de las grandes mareas de mas de siete metros y los horarios de apertura y cierre de las esclusas.
Partimos de Calais un día a primera hora de la mañana con rumbo suroeste al objeto de virar el cabo Gris Nez y poner luego rumbo directo hacia la pequeña isla de Alderney, la mas norteña de las islas inglesas del canal, al noroeste de Cherburgo. Teníamos por delante unas 180 millas, aproximadamente día y medio de tranquila navegación si las previsiones metereológicas se cumplían. La mar estaba tranquila, soplaba viento suave del norte, y el único riesgo durante el primer día y la primera noche de navegación fué la intensa circulación de mercantes que en mas de una ocasión tuvimos que esquivar.
Ya mediado el segundo día las cosas comenzaron a cambiar, el viento comenzó a revirar hacia el oeste volviéndose mas fresco, la mar comenzó a encabritarse y el cielo se cubrió de nubes, y ya al anochecer cuando divisamos el cabo de la Hague al noroeste de Cherburgo el temporal se había desatado con viento fuerte de nariz y mar brava que ya sin foque, mayor rizada a tope y motor nos impedía avanzar. Toda la noche estuvimos por turnos peleando con el temporal siendo yo el primero, mareado, en irme a dormir un par de horas, viendo cuando me levanté ya recuperado bajo una intensa lluvia y a la luz de los relámpagos los impresionantes acantilados de la costa de Cherburgo, los cuáles en principio ya habíamos rebasado, a pocas millas de distancia por babor, así como los destellos de un faro que Paco no conseguía identificar.
La única explicación era que el temporal nos estaba haciendo retroceder, y cuando un par de horas antes del amanecer divisamos las luces de un puerto sin dudarlo pensamos en Cherburgo y hacia él ya con través nos dirigimos, amarramos el "Delivrance" en el primer muelle libre que vimos y nos echamos, empapados y agotados, a dormir. Cuando ya bien entrada la mañana nos despertamos la sorpresa fué tremenda, lo primero que vimos muy extrañados fué que había amarrados varios veleros con los palos desmontados y trincados a cubierta, y poco después en busca de un café un enorme letrero que ponía Le Havre. Con el fuerte temporal de nariz, la poca potencia de nuestro motor de tan sólo 6 CV, y una corriente en contra de unos 7 nudos como mas tarde supimos habíamos reculado unas 70 millas, librándonos de los acantilados de la costa este de Cherburgo de milagro !
Al atardecer del segundo día después de comprar un GPS y ya recuperados emprendimos de nuevo nuestra singladura rumbo a la pequeña isla de Alderney adónde arribamos sin novedad a la mañana siguiente. Entre unas cosas y otras a mi se me estaba acabando el tiempo así que Antonio Molina llamó a su hijo que ya estaba de vacaciones para que viniese en avión a la cercana isla de Guernsey y hacia allí nos dirigimos para hacer el relevo. El "Delivrance" aún tardó otras dos semanas en arribar sin novedad a nuestra ciudad La Coruña.
(*) Quiero añadir que ésa dura experiencia en mar abierto fué para mi algo impresionante y me reafirmó en terminar de prepararme yo y de equipar mi velero "Vagamundo" para emprender un año mas tarde mis singladuras en solitario. En cuanto a Antonio Molina resistió como un león siguiendo en todo momento las instrucciones de nuestro siempre paciente y tranquilo patrón el finado Paco Trigo, que en paz descanse.
Se trataba de traer un velero que Antonio Molina había comprado para su hijo en Dunkerque (noroeste de Francia) hasta La Coruña a través del Canal de la Mancha y del Golfo de Vizcaya, una zona en principio de duras condiciones de navegación. El velero en cuestión de nombre "Delivrance" era un anticuado Rush de 9 metros "disfrazado de regata", con un alto y delgado palo rojo de aluminio y burdas, tenía un compás y una radio VHF pero no GPS, y en aquél entonces un pequeño motor intraborda de gas-oil de tan sólo 6 CV de potencia que servía para entrar y salir de puerto pero poco mas.
Yo ya entonces tenía en la cabeza emprender en un futuro no muy lejano las singladuras con mi recién comprado velero "Vagamundo" el cuál estaba equipando y preparando para la navegación en solitario, y a tal fin estaba también haciendo el curso de Patrón de Yate. Por todo ello me venía de perlas ésa experiencia y práctica de navegación que me ofrecían consiguiendo de mi empresa 15 días libres dado que la duración en principio prevista de la singladura era de dos semanas. Con ése compromiso de tiempo máximo de navegación (sino tendría que desembarcar dónde me encontrase) acepté la propuesta.
Después de un par de días revisando el barco y gestionando la documentación partimos de Dunkerque hacia el cercano Calais con el "Delivrance" el experimentado y siempre agradable y paciente Paco Trigo (hoy finado) como patrón, el muy hierático y sufrido propietario Antonio Molina sin conocimientos ni experiencia en navegación, y un servidor con muchos sueños, entonces escasa experiencia en navegación y propenso al mareo. La prueba de navegación costera resultó exitosa y no tuvimos ningún problema a excepción de las largas demoras para entrar y salir del puerto de Calais a causa de las grandes mareas de mas de siete metros y los horarios de apertura y cierre de las esclusas.
Partimos de Calais un día a primera hora de la mañana con rumbo suroeste al objeto de virar el cabo Gris Nez y poner luego rumbo directo hacia la pequeña isla de Alderney, la mas norteña de las islas inglesas del canal, al noroeste de Cherburgo. Teníamos por delante unas 180 millas, aproximadamente día y medio de tranquila navegación si las previsiones metereológicas se cumplían. La mar estaba tranquila, soplaba viento suave del norte, y el único riesgo durante el primer día y la primera noche de navegación fué la intensa circulación de mercantes que en mas de una ocasión tuvimos que esquivar.
Ya mediado el segundo día las cosas comenzaron a cambiar, el viento comenzó a revirar hacia el oeste volviéndose mas fresco, la mar comenzó a encabritarse y el cielo se cubrió de nubes, y ya al anochecer cuando divisamos el cabo de la Hague al noroeste de Cherburgo el temporal se había desatado con viento fuerte de nariz y mar brava que ya sin foque, mayor rizada a tope y motor nos impedía avanzar. Toda la noche estuvimos por turnos peleando con el temporal siendo yo el primero, mareado, en irme a dormir un par de horas, viendo cuando me levanté ya recuperado bajo una intensa lluvia y a la luz de los relámpagos los impresionantes acantilados de la costa de Cherburgo, los cuáles en principio ya habíamos rebasado, a pocas millas de distancia por babor, así como los destellos de un faro que Paco no conseguía identificar.
La única explicación era que el temporal nos estaba haciendo retroceder, y cuando un par de horas antes del amanecer divisamos las luces de un puerto sin dudarlo pensamos en Cherburgo y hacia él ya con través nos dirigimos, amarramos el "Delivrance" en el primer muelle libre que vimos y nos echamos, empapados y agotados, a dormir. Cuando ya bien entrada la mañana nos despertamos la sorpresa fué tremenda, lo primero que vimos muy extrañados fué que había amarrados varios veleros con los palos desmontados y trincados a cubierta, y poco después en busca de un café un enorme letrero que ponía Le Havre. Con el fuerte temporal de nariz, la poca potencia de nuestro motor de tan sólo 6 CV, y una corriente en contra de unos 7 nudos como mas tarde supimos habíamos reculado unas 70 millas, librándonos de los acantilados de la costa este de Cherburgo de milagro !
Al atardecer del segundo día después de comprar un GPS y ya recuperados emprendimos de nuevo nuestra singladura rumbo a la pequeña isla de Alderney adónde arribamos sin novedad a la mañana siguiente. Entre unas cosas y otras a mi se me estaba acabando el tiempo así que Antonio Molina llamó a su hijo que ya estaba de vacaciones para que viniese en avión a la cercana isla de Guernsey y hacia allí nos dirigimos para hacer el relevo. El "Delivrance" aún tardó otras dos semanas en arribar sin novedad a nuestra ciudad La Coruña.
(*) Quiero añadir que ésa dura experiencia en mar abierto fué para mi algo impresionante y me reafirmó en terminar de prepararme yo y de equipar mi velero "Vagamundo" para emprender un año mas tarde mis singladuras en solitario. En cuanto a Antonio Molina resistió como un león siguiendo en todo momento las instrucciones de nuestro siempre paciente y tranquilo patrón el finado Paco Trigo, que en paz descanse.