15 jun 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (7ª Etapa)

LA PREMATURA, FORZADA Y POR MI FRUSTRADA TRAVESIA DEL ATLANTICO

A mediados del mes de noviembre de 1995 llevaba ya algo mas de un mes fondeado y viviendo en precario en mi velero " Vagamundo" en el puerto de Arrecife de Lanzarote, aprovechando para "arranchar" el barco y hacerle algunas pequeñas reparaciones después de mi singladura africana, cuando llegó mi buen amigo Tito Iglesias con una energía desbordante y dispuesto a comerse el mundo. Yo ya lo había contactado antes de zarpar de Ibiza rumbo a las islas Canarias por si quería acompañarme en la singladura, pero me había dicho que nó porque a él lo único que le interesaba era atravesar el océano Atlántico. 

Yo ya había practicamente descartado emprender dicha travesía al menos en ése año porque no me veía con condiciones físicas ni anímicas para ello (además de mis problemas con el vértigo, desde que partí de Ibiza y hasta que llegué a las Canarias muy pocas veces había podido comer decentemente y dormir de un tirón) (*) y además estaba sin un duro, necesitando unos meses para reponerme yo y reponer mi maltrecha economía, bien con excursiones a vela por las islas Canarias, bien llevando algunos grupos de expedición por tierra a cualquier parte del mundo. Además, aún emprendiendo esa travesía y logrando llegar a Barbados había que sobrevivir varios meses remontando todo el "rosario" de islas del Caribe oriental al menos hasta Puerto Rico, islas todas ellas de influencia inglesa ó francesa muy caras (**).

Mi velero "Vagamundo" era lo único que en aquellos momentos tenía y no quería llegar a tener que malvenderlo o abandonarlo en el Caribe, pero tanto insistió Tito prestándose a compartir los gastos comunes (comida, combustible, atraques y fondeos) de la travesía del Atlántico y de las singladuras por las islas caribeñas mientras estuvíésemos juntos, pero sin comprometerse en absoluto a compartir los gastos de posibles reparaciones, ni a remontar las islas caribeñas hasta Puerto Rico, como tampoco a retornar conmigo el velero aprovechando los alisios en la siguiente primavera a La Coruña. Pero como en cualquier caso no perdíamos nada por dejar abierta esa posibilidad y a los dos nos apetecía navegar unos días por las islas emprendimos la travesía poniendo inicialmente rumbo a Corralejo, en el norte de la cercana isla de Fuerteventura, en dónde pasamos un par de días bañándonos en sus cristalinas aguas y haciendo acopio por si acaso de garrafas de plástico usadas para agua y combustible.

Desde Corralejo iniciamos la singladura hacia el oeste por el canal norte que separa las islas de Lanzarote y Fuerteventura, y doblando el cabo Tostón ya anocheciendo pusimos rumbo directo hacia Santa Cruz de Tenerife adonde teníamos previsto arribar a la mañana siguiente. Viento de aleta y la mar de través al principio se hizo llevadero, pero poco a poco el viento y la mar fueron creciendo en fuerza y altura y al cabo de pocas horas de iniciar la travesía ya se habían vuelto muy incómodos y hasta algo peligrosos. Esa noche durante una trasluchada rompimos la sujeción de escota de la mesana la cuál nos había ido equilibrando bastante el velero, y al día siguiente, ya sólo con la vela mayor y génova ambos rizados arribamos al puerto de Santa Cruz, con cierta dificultad para aproximarnos y entrar por la bocana dado el fuerte mar que había embistiendo y rebotando contra los altos muros de protección del puerto.

En el repleto puerto de Santa Cruz de Tenerife pasamos unos días reparando el "Vagamundo", consultando la metereología y recabando información de los navegantes que allí había muchos de los cuáles ya habían intentado en ese año varias salidas y habían tenido que regresar con averías a causa de los temporales del sur que en ésos finales de noviembre (en principio la mejor época para emprender la travesía del Atlántico) ese año azotaban con fuerza las islas Canarias. Para mí fué "la gota que colmó el vaso" y descartando ya definitivamente la travesía al menos en ese año le sugerí a Tito que buscase acomodo en alguna de las embarcaciones que necesitaban tripulantes para afrontar la travesía del océano, algo que no quiso hacer allí ni tampoco en el abarrotado puerto deportivo de las Palmas de Gran Canaria adonde llegamos posteriormente y en donde estuvimos atracados durante los siguientes días, encontrándonos por cierto allí a un compañero de La Coruña, Jaime Páramo, el cuál también estaba con problemas reparando el motor de un enorme y precioso motovelero.

Navegando ya hacia Morro Jable al sur de la isla de Fuerteventura Tito me confesó que algunos compañeros del Casino de La Coruña (no sé quienes ni cuantos ni a santo de qué) "poniendo el carro delante de los bueyes" le habían hecho una gran cena homenaje de despedida por irse "a cruzar el océano Atlántico con Fernando", yo llevaba ya muchos meses fuera de La Coruña y no tenía ni idea de todo ello. En Morro Jable pasamos unos días bañándonos en las maravillosas playas de Jandía, y luego remontamos la costa éste de Fuerteventura haciendo escala en el puerto pesquero de Gran Tarajal, en la playa del Castillo de Fuste, y en Puerto del Rosario, retornando ya desde allí a Corralejo dónde pasamos unos días pescando y bañándonos en la pequeña playa de la tranquila isla de Lobos, tan tranquila en aquellos tiempos que los pocos habitantes que allí había durante los veranos sacaban a la calle un televisor para todos juntos ver las noticias y los partidos de fútbol.

Ya próximas las navidades mi amigo Tito tomó en Fuerteventura un avión para regresar a La Coruña muy preocupado por lo que les iba a decir a sus amigos (no se lo que les dijo pero años mas tarde publicó en la página web de otra fallida vuelta al mundo, sin explicar porqué, que "el bueno de Fernando se había echado atrás", cosa que desde luego fué verdad ya que ni yo mismo se cómo, dadas las circunstancias, me presté ni siquiera a intentarlo). Poniendo de nuevo ya sólo rumbo al puerto de Arrecife de Lanzarote permanecí fondeado (salvo algunas pequeñas excursiones por mar en las que a causa del fuerte viento rifé tantas velas que en absoluto me compensaron), pasando allí en los meses de enero y febrero de 1996 bastante frío hasta que me fué comunicada una contrata para llevar a principios de marzo un grupo de expedición al Yemen y Jordania regresando para ello a La Coruña.

(*) Uno de los mayores problemas que tiene la navegación en solitario es que en la mar (y mas todavía si estás cerca de la costa o de una ruta transitada) estás siempre somnoliento porque nunca puedes dormir, cómo mucho dormitar un par de horas con el despertador y las alarmas conectados para levantarte cada dos por tres para comprobar la posición, el rumbo, la presencia de posibles pesqueros ó mercantes en el horizonte, así cómo los posibles cambios en el viento y en la mar para ajustar, largar ó reducir trapo. Otro de los grandes problemas son las posibles enfermedades y la alimentación escasa e inadecuada.

(**) Algunos años mas tarde tuve ocasión de recorrer en ferrys y algún que otro velero todo el "rosario" de islas del Caribe desde la isla de Trinidad, próxima a la costa venezolana, hasta Puerto Rico, comprobando por mi mismo la carestía de ésa zona.