13 jun 2012

UN ESCARABAJO PELOTERO ME RASGA EL TIMPANO

En la segunda mitad de aquellos años 80 fueron muchas las expediciones que llevé por el Africa occidental para varias agencias de viajes alternativos españolas pero fundamentalmente para ADINDA dado qué, mi buen amigo y maestro Lorenzo del Amo, a pesar del accidente que le postró para siempre en una silla de ruedas, continuó desde su casa en Madrid organizando y promoviendo expediciones y viajes en autobuses con tracción a las cuatro ruedas procedentes de subastas del Ejército y la Guardia Civil.

En una de ésas expediciones por el Sahel visitamos entre otros muchos lugares Bobó Diulassó, la segunda ciudad de Burkina Fassó (antiguo Alto Volta) situada en el extremo oeste del pais, con sus famosos "peces sagrados" en un regato inmundo, su antigua y acogedora mezquita, su grandioso, colorido y siempre atiborrado mercado de estilo sudanés, así como también un poblado cercano de agricultores "lobi" con sus casas de adobe enterradas en la tierra con el fin de dificultar la localización a sus enemigos.

Después de acampar y cenar en una zona arenosa cercana a la carretera de Ouaguadougou, la capital del país, con una temperatura muy agradable y un cielo completamente estrellado nos quedamos un pequeño grupo charlando y bebiendo cerveza hasta que poco a poco nos fuimos quedando dormidos alrededor de la hoguera, para evitar así en lo posible que los escorpiones acudiesen al calor de nuestros cuerpos y se metiesen en nuestros sacos de dormir.

De repente en plena noche me despierto y empiezo a gritar y a brincar como un loco agarrándo la cabeza a causa del dolor mas grande que he sentido en mi vida, era como si un berbiquí me estuviese traspasando el cerebro. Un miembro del grupo estudiante de medicina, se fijó en los gestos que hacía intentando taparme la oreja derecha salió corriendo hacia el camión y regresó con una jeringuilla llena de agua, me la introdujo cómo pudo en el oido y con la presión del líquido consiguió que saliese un escarabajo pelotero que se me había introducido y que para mi desgracia ya me había rasgado el tímpano.

Entre ese suceso y la malaria no sólo me quedé prácticamente sordo del oido derecho sino que comencé a tener problemas de mareos, vértigo y equilibrio, sobre todo en la mar.