6 jun 2012

MI PRIMERA AVENTURA EN EL NORTE DE AFRICA (2ª Parte)

LOS "VENENOSOS" COLLARES DE SEMILLAS DE EGIPTO

Cuando nos expulsaron de Libia por la frontera de Túnez en la primavera de 1981 sin habernos dejado continuar nuestro camino hacia Egipto se nos presentó la duda de si valía o no la pena continuar por alguna otra ruta la expedición inicialmente prevista ó si era mejor abandonarla y regresar a España. En principio nos dirigimos hacia puerto de Túnez para ver qué posibilidades había de embarcarnos con nuestro Citróen Mehari hacia Egipto, encontrándonos con qué las comunicaciones por mar entre los dos paises eran muy escasas y no había ningún barco directo, y los pocos que iban hasta Alejandría invariablemente hacían escala en Trípoli (Libia) adonde nosotros por supuesto no podíamos regresar.

La otra posibilidad, aunque mucho mas larga y costosa, era embarcarnos en un ferry llamado Habib (*) que semanalmente hacía la ruta Túnez-Sicilia-Génova y viceversa desembarcando en Palermo (Sicilia) y continuando por carretera en dirección oeste para atravesar el estrecho de Messina y cruzar el sur de Italia hasta Brindisi, tomando allí otro ferry para llegar al puerto de Patrás en el extremos noroccidental de la península del Peloponeso, ya en Grecia, siguiendo luego luego por carretera hasta Atenas para embarcar en el gran puerto de El Pireo en dirección a Alejandría (Egipto). A pesar del tiempo y del costo ésta fué la opción que tomamos dado que a ninguno de los dos nos apetecía tirar la toalla y regresar a España.

Todo fué bien hasta llegar al puerto de El Pireo, de allí no salía al menos en ésa época ningún ferry con destino Alejandría y tuvimos que embarcarnos en un viejo y pequeño buque de carga egipcio, un verdadero cascarón que no sé todavía hoy cómo pudo aguantar la durísima travesía con el fuerte temporal que nos pilló una vez sobrepasada la isla de Creta. La cuestión es qué, destrozados, llegamos a una zona del puerto de Alejandría que nos sorprendió tremendamente dándonos la impresión de que habíamos retrocedido siglos atrás, ruinosos barcos y barcazas por todos lados que eran cargados ó descargados a través de unos simples tablones por una multitud de harapientos estibadores los cuáles trasportaban encorvados la carga sobre sus espaldas protegiéndose con sacos para dañarse lo menos posible.

En los despachos de la policía y la aduana del puerto volvieron a comenzar los problemas, los policías de inmigración, al ver nuestros pasaportes con los sellos de nuestro paso por Libia nos retuvieron todo un día y una noche interrogándonos unas veces juntos y otras por separado sobre nuestra estancia en Libia (era una época de serios conflictos entre ambos paises), que porqué habíamos ido allí, que habíamos hecho en ése país, para qué veníamos a Egipto, porqué llegábamos desde Grecia, etc., etc., y la aduana, aparte de cambiarnos la chapa de la matrícula del coche por otra en árabe cobrándonos carísimo por ello, me sellaron a mi en el pasaporte la entrada en el país del Citroen Mehari obligándome a dejar en depósito un montón de dinero según ellos recuperable, cuándo abandonase con el coche el pais.

Cabreados por todos esos hechos y viendo además cómo se iba mermando nuestro presupuesto visitamos rápidamente la ciudad y sus monumentos y partimos hacia el sur por una moderna carretera a través del desierto que nos llevó hasta El Cairo, instalándonos en un camping detrás de las pirámides, y empleando unos cuántos días en visitar el Museo Egipcio con las momias, reliquias y tesoros de los faraones, el Barrio Copto con sus iglesias, monasterios y sinagogas, la Ciudadela de Saladino con sus mezquitas, la ciudad vieja y el gran bazar de Khan El-Khalili, así cómo la enorme Esfinge y las tres pirámides de Guiza pasando una maravillosa noche bebiendo cerveza y fumando porros en la cima de la pirámide de Keops a la cuál habíamos subido en un atardecer aprovechando un descuido de los guardas del recinto.

En El Cairo, después de tener que reparar de nuevo los brazos de la suspensión delantera del vehículo, nos replanteamos fria y tranquilamente nuestra situación teniendo en cuenta no sólo nuestro estado anímico y económico con todo lo que desde el comienzo del viaje habíamos pasado sino también el ya indiscutible hecho de que nuestro Citroen Mehari, sobrecargado con todo el equipo y repuestos que llevábamos, era demasiado flojo para afrontar las duras pistas que a partir de ahí nos esperaban, así qué, en vista de que en Egipto no era posible vender el vehículo decidimos separarnos, Toño decidió continuar por su cuenta hacia el sur (**) y yo, después de cambiar todos los repuestos y el equipo que llevábamos por artesanía  incluyendo unos 2000 collares de semillas (***) en el barrio de Ghiza emprendí con mi Citroen Mehari el regreso a Alejandría para embarcarme de nuevo y regresar a España.

Ya de vuelta en Alejandría me encontré con que tenía que esperar unos días hasta la salida del primer carguero con destino a El Pireo, tenía tiempo así que decidí desplazarme hacia el oeste por la carretera de la costa para visitar el célebre poblado de El Alamein en dónde el general Montgomery derrotó por primera vez al poderoso Afrika Korps del mariscal Rommel durante la II guerra mundial. Ya de regreso me detuve a comer y bañarme en una de las solitarias playas de la costa. Estaba dormitando placidamente en la arena cuándo por puro instinto me levanté de un salto cogiendo el machete que tenía a mi lado viendo como dos nativos que sin darme cuenta se me habían ido aproximando echaban a correr con unas estacas alzadas en la mano. Repuesto del susto, rápidamente me vestí y regresé a Alejandría.

En Alejandría encontré algunos rincones tranquilos para pasear, tomar buen café y fumar en "narguilé", y al cabo de tres días, después de recuperar en la lenta aduana la fianza que había tenido que depositar y las matrículas de mi coche me embarqué en un carguero, ésta vez algo mejor que el anterior, y sin problemas en la travesía llegué a El Pireo, regresando desde allí de nuevo vía Patras a Brindisi, y remontando luego tranquilamente la costa mediterránea italiana y francesa entré en España por la frontera de Portbou en la cuál los aduaneros, viendo el estado lamentable de mi Citroen Mehari y después de contarles mis penas me dejaron pasar con toda la artesanía que traía para vender en España.

(*) Así fué cómo conocí el ferry tunecino Habib en el que tantas travesías hice en los siguientes años trasportando de Génova a Túnez los Peugeots 504 comprados en Bélgica y Holanda.

(**) Nunca volví a ver a mi compañero Antonio Rodriguez Sangrador ni tampoco supe que ruta siguió, sus padres me hicieron saber que murió de malaria cerebral atravesando las selvas del Congo poco después de pillar yo esa misma malaria en Bangui, la capital de Centroáfrica.

(***) Esos collares de semillas que por aquél entonces se vendían muy bien en los mercadillos europeos fueron prohibidos poco después en España por considerarlos peligrosos para la salud (presuntamente "venenosos"), en el caso de que alguien se los llevase a la boca.