En el invierno de 1981, en el trascurso de mi vuelta a Sudamérica, llegué en un autobús a Cusco después de haber pasado tres días bloqueado en Ayacucho a consecuencia de los combates entre el ejército peruano y los terroristas de Sendero Luminoso, los cuáles en los días anteriores habían asesinado a siete periodistas occidentales.
En la majestuosa ciudad de Cusco, la capital del antiguo imperio Inca, pasé unos días visitando sus principales monumentos, la gran Plaza de Armas en dónde murió Tupac Amaru y en dónde fué proclamado Francisco Pizarro emperador de Perú, la Catedral construida con los pétreos bloques rojizos de la antigua fortaleza inca de Sacsayhuamanán, el convento de Santo Domingo edificado sobre las ruinas del antiguo templo inca de Carincancha dedicado al dios Sol, la calle Hatun Rumiyoq en dónde se encontraba el palacio del Inca Roca, el barrio de San Blas con sus talleres y tiendas de artesanía y su bonita plazoleta, la Plaza de San Francisco con sus negocios de café y el principal mercado de la ciudad. En Cusco y casi sin darme cuenta me desvalijan cortándome con una cuchilla de afeitar el fondo de la bolsa de viaje que para pasear por las animadas calles de su casco histórico llevaba.
Salí de Cusco en un abarrotado autobús local camino de Pisac, a orillas del río Vilcanota, con el fin de recorrer tranquilamente el Valle Sagrado de los Incas antes de subir al Machu Pichu. En Pisac era día de mercado y tuve ocasión de asistir a una misa en "quechua" acompañada de sonidos de "pututos" (conchas marinas) antes de visitar las ruinas de la fortaleza del jefe inca Pachacutec continuando luego hacia Calca, la ciudad del inca Huiracocha en dónde me relajé en sus aguas termales después de visitar a caballo las ruinas de Jucht ´uy Qosqo situadas en la montaña a unos cinco kilómetros de la ciudad, luego hacia Urubamba, una de las ciudades mas bonitas del Valle Sagrado de los Incas y también una de sus mayores reservas agrícolas antes de llegar a Ollantaytambo la ciudad del inca Yupanqui que tanto se resistió a los conquistadores españoles desde su impresionante "fortaleza" situada en una altísima colina a la que se puede acceder por unas pétreas y muy empinadas escaleras.
Ya en Puente Ruinas, al pié del Machu Picchu no me quedó mas remedio que tomar una plaza en uno de los jeeps turísticos que que ascendían la montaña llegando así hasta las ruinas incas mas importantes del Perú, las de una impresionante ciudad construida por Pachacútec alrededor del año 1450 con unas vistas maravillosas sobre las enormes montañas y el profundo valle que la rodean y de la cuál se conservan unas larguísimas terrazas de cultivo con gigantescos muros de contención de piedra, y separados por un foso y un muro de varios centenares de metros, los restos de la primitiva ciudad con las ruinas de sus casas en sus calles ascendentes, y ya en el alto y al pié de la llamada pirámide de Intihuatana las de la Plaza Sagrada con su Templo de las tres ventanas y su Templo Principal, las del Palacio Real, el Acllahuasi ó casa de las mujeres, el conjunto de las Tres Portadas, y las de su redondeado Templo del Sol.
De nuevo en la estación de tren de Puente Ruinas y tal y como me habían aconsejado dejé partir el tren turístico que hasta allí llega para regresar a Cusco y esperé, no demasiado tiempo, por el tren del pueblo que viene de Aguas Calientes algo mas tarde y hace ese mismo recorrido. Fué un acierto porque nunca olvidaré ese tren abarrotado principalmente por mujeres de mediana edad con sus sombreros hongos, sus "aguayos" (mantas) multicolores, y sus múltiples faldas puestas unas sobre otras. Cuando subí al tren lo primero que me percibí fué el extraño silencio reinante el cuál se trasformó en una verdadera algaravía cuando, kilómetros adelante, ya muy próximos a Ollantaytambo, entraron desde otro vagón dos policías uniformados y empezaron a buscar "algo" debajo de los asientos de madera "sin darse cuenta" de que mientras ellos estaban inclinados unos enormes sacos escondidos debajo de las faldas de las mujeres volaban sobre sus cabezas hacia la parte del vagón que ya habían revisado, y así una y otra vez "encontrando" de vez en cuando alguno y "tirándolo" (*) por las ventanillas del tren.
Mas tarde supe que eran sacos llenos de hojas de coca que las mujeres del valle trasportaban a Cusco, algunos para vender en el mercado destinando las hojas al mate de coca, y otros para, prensando en un molde las hojas, aglutinarlas en algo parecido a un "queso" (**) de mucho menor tamaño que los sacos. Ya en un atiborrado autobús local lleno de personas y sacos camino de Puno, a orillas del lago Titicaca, con un olor insoportable a ajos y cebollas tuve ocasión de vivir la segunda parte de la movida, en un control de la carretera subieron otros policías y, con unas enormes varillas de metal puntiagudas comenzaron a pinchar los sacos llevándose la punta de los pinchos a la nariz, rajando de vez en cuando con unos afilados cuchillos algún que otro saco, dejando esparcidos por el suelo del autobús los ajos, cebollas, patatas, etc., y embargando los "quesos" que en los rajados sacos aparecían los cuáles también "tiraban" a la carretera por las ventanillas del autobús.
Ya en Puno, una de las ciudades mas altas del mundo situada en una bonita bahía a orillas del lago Titicaca, pasé dos días visitando su pétrea Catedral y su Plaza de Armas así como el Balcón del Conde de Lemos y el cerro Huajsapata desde el que se divisa toda la ciudad y el lago Titicaca navegando luego por éste en una "canoa" de "totora" trenzada (especie de junco) hasta las cercanas islas flotantes habitadas de los "Uros" (***) construidas al igual que sus chozas con esterillas de "totora", cruzando luego la frontera con Bolivia por la localidad de Desaguadero y dirigiéndome hacia la pre-incaica ciudad de Tiwanaku para visitar sus impresionantes restos arqueológicos, la Puerta del Sol, la Puerta de la Luna, el templo de Kalasasaya, la pirámide de Akapana y los monolitos Ponce, Fraile y Bennett por el nombre de sus descubridores.
Llegado a La Paz, la capital de Bolivia situada a mas de 3600 metros de altitud, ciudad fundada por Alonso de Mendoza en 1548 en la región de los pueblos "aymaras" y "quechuas" visité los muy antiguos templos de San Francisco y de Santo Domingo, la Catedral de La Paz, el Palacio de los Condes de Arana, el Museo Precolombino, el Mercado de los Brujos, etc. antes de emprender de nuevo el descenso hacia la cálida costa del Pacífico pasando por Tacna en dirección a Arica, en el extremo norte de Chile.
(*) Las "malas lenguas" comentaban que esos sacos y "quesos" que de vez en cuando los policías decomisaban y "tiraban" por las ventanillas "alguien" ya los estaba esperando y los recogía.
(**) Algunas personas me dijeron que esos "quesos" de hojas de coca prensadas tenían como destino los laboratorios clandestinos de Puno, en las proximidades de la frontera con Bolivia, en dónde los trasformaban en pasta de coca la cuál luego introducían clandestinamente en Bolivia para convertirla allí en la conocida cocaina.
(***) Los "Uros" (el pueblo lago), pre-incaicos, eran pescadores y cazadores de aves acuáticas y colonizaron y habitaron el lago Titicaca desde épocas ancestrales tejiendo y utilizando la "totora" para construir sus islas flotantes, sus casas y sus rudimentarias embarcaciones.
En la majestuosa ciudad de Cusco, la capital del antiguo imperio Inca, pasé unos días visitando sus principales monumentos, la gran Plaza de Armas en dónde murió Tupac Amaru y en dónde fué proclamado Francisco Pizarro emperador de Perú, la Catedral construida con los pétreos bloques rojizos de la antigua fortaleza inca de Sacsayhuamanán, el convento de Santo Domingo edificado sobre las ruinas del antiguo templo inca de Carincancha dedicado al dios Sol, la calle Hatun Rumiyoq en dónde se encontraba el palacio del Inca Roca, el barrio de San Blas con sus talleres y tiendas de artesanía y su bonita plazoleta, la Plaza de San Francisco con sus negocios de café y el principal mercado de la ciudad. En Cusco y casi sin darme cuenta me desvalijan cortándome con una cuchilla de afeitar el fondo de la bolsa de viaje que para pasear por las animadas calles de su casco histórico llevaba.
Salí de Cusco en un abarrotado autobús local camino de Pisac, a orillas del río Vilcanota, con el fin de recorrer tranquilamente el Valle Sagrado de los Incas antes de subir al Machu Pichu. En Pisac era día de mercado y tuve ocasión de asistir a una misa en "quechua" acompañada de sonidos de "pututos" (conchas marinas) antes de visitar las ruinas de la fortaleza del jefe inca Pachacutec continuando luego hacia Calca, la ciudad del inca Huiracocha en dónde me relajé en sus aguas termales después de visitar a caballo las ruinas de Jucht ´uy Qosqo situadas en la montaña a unos cinco kilómetros de la ciudad, luego hacia Urubamba, una de las ciudades mas bonitas del Valle Sagrado de los Incas y también una de sus mayores reservas agrícolas antes de llegar a Ollantaytambo la ciudad del inca Yupanqui que tanto se resistió a los conquistadores españoles desde su impresionante "fortaleza" situada en una altísima colina a la que se puede acceder por unas pétreas y muy empinadas escaleras.
Ya en Puente Ruinas, al pié del Machu Picchu no me quedó mas remedio que tomar una plaza en uno de los jeeps turísticos que que ascendían la montaña llegando así hasta las ruinas incas mas importantes del Perú, las de una impresionante ciudad construida por Pachacútec alrededor del año 1450 con unas vistas maravillosas sobre las enormes montañas y el profundo valle que la rodean y de la cuál se conservan unas larguísimas terrazas de cultivo con gigantescos muros de contención de piedra, y separados por un foso y un muro de varios centenares de metros, los restos de la primitiva ciudad con las ruinas de sus casas en sus calles ascendentes, y ya en el alto y al pié de la llamada pirámide de Intihuatana las de la Plaza Sagrada con su Templo de las tres ventanas y su Templo Principal, las del Palacio Real, el Acllahuasi ó casa de las mujeres, el conjunto de las Tres Portadas, y las de su redondeado Templo del Sol.
De nuevo en la estación de tren de Puente Ruinas y tal y como me habían aconsejado dejé partir el tren turístico que hasta allí llega para regresar a Cusco y esperé, no demasiado tiempo, por el tren del pueblo que viene de Aguas Calientes algo mas tarde y hace ese mismo recorrido. Fué un acierto porque nunca olvidaré ese tren abarrotado principalmente por mujeres de mediana edad con sus sombreros hongos, sus "aguayos" (mantas) multicolores, y sus múltiples faldas puestas unas sobre otras. Cuando subí al tren lo primero que me percibí fué el extraño silencio reinante el cuál se trasformó en una verdadera algaravía cuando, kilómetros adelante, ya muy próximos a Ollantaytambo, entraron desde otro vagón dos policías uniformados y empezaron a buscar "algo" debajo de los asientos de madera "sin darse cuenta" de que mientras ellos estaban inclinados unos enormes sacos escondidos debajo de las faldas de las mujeres volaban sobre sus cabezas hacia la parte del vagón que ya habían revisado, y así una y otra vez "encontrando" de vez en cuando alguno y "tirándolo" (*) por las ventanillas del tren.
Mas tarde supe que eran sacos llenos de hojas de coca que las mujeres del valle trasportaban a Cusco, algunos para vender en el mercado destinando las hojas al mate de coca, y otros para, prensando en un molde las hojas, aglutinarlas en algo parecido a un "queso" (**) de mucho menor tamaño que los sacos. Ya en un atiborrado autobús local lleno de personas y sacos camino de Puno, a orillas del lago Titicaca, con un olor insoportable a ajos y cebollas tuve ocasión de vivir la segunda parte de la movida, en un control de la carretera subieron otros policías y, con unas enormes varillas de metal puntiagudas comenzaron a pinchar los sacos llevándose la punta de los pinchos a la nariz, rajando de vez en cuando con unos afilados cuchillos algún que otro saco, dejando esparcidos por el suelo del autobús los ajos, cebollas, patatas, etc., y embargando los "quesos" que en los rajados sacos aparecían los cuáles también "tiraban" a la carretera por las ventanillas del autobús.
Ya en Puno, una de las ciudades mas altas del mundo situada en una bonita bahía a orillas del lago Titicaca, pasé dos días visitando su pétrea Catedral y su Plaza de Armas así como el Balcón del Conde de Lemos y el cerro Huajsapata desde el que se divisa toda la ciudad y el lago Titicaca navegando luego por éste en una "canoa" de "totora" trenzada (especie de junco) hasta las cercanas islas flotantes habitadas de los "Uros" (***) construidas al igual que sus chozas con esterillas de "totora", cruzando luego la frontera con Bolivia por la localidad de Desaguadero y dirigiéndome hacia la pre-incaica ciudad de Tiwanaku para visitar sus impresionantes restos arqueológicos, la Puerta del Sol, la Puerta de la Luna, el templo de Kalasasaya, la pirámide de Akapana y los monolitos Ponce, Fraile y Bennett por el nombre de sus descubridores.
Llegado a La Paz, la capital de Bolivia situada a mas de 3600 metros de altitud, ciudad fundada por Alonso de Mendoza en 1548 en la región de los pueblos "aymaras" y "quechuas" visité los muy antiguos templos de San Francisco y de Santo Domingo, la Catedral de La Paz, el Palacio de los Condes de Arana, el Museo Precolombino, el Mercado de los Brujos, etc. antes de emprender de nuevo el descenso hacia la cálida costa del Pacífico pasando por Tacna en dirección a Arica, en el extremo norte de Chile.
(*) Las "malas lenguas" comentaban que esos sacos y "quesos" que de vez en cuando los policías decomisaban y "tiraban" por las ventanillas "alguien" ya los estaba esperando y los recogía.
(**) Algunas personas me dijeron que esos "quesos" de hojas de coca prensadas tenían como destino los laboratorios clandestinos de Puno, en las proximidades de la frontera con Bolivia, en dónde los trasformaban en pasta de coca la cuál luego introducían clandestinamente en Bolivia para convertirla allí en la conocida cocaina.
(***) Los "Uros" (el pueblo lago), pre-incaicos, eran pescadores y cazadores de aves acuáticas y colonizaron y habitaron el lago Titicaca desde épocas ancestrales tejiendo y utilizando la "totora" para construir sus islas flotantes, sus casas y sus rudimentarias embarcaciones.