Cuando regresé a España a finales de enero de 1984 después de que unos corruptos policías de inmigración en el aeropuerto de Lagos (Nigeria) me robasen todo el dinero de la venta de un coche en Benín, así cómo las repletas bolsas de artesanía "hausa" y "yoruba" que traía para su venta en España me encontré sin saber que hacer, no tenía dinero para volver a Holanda y allí comprar otro Peugeot 504 ni me apetecía quedarme sin tener nada que hacer y mucho menos en en pleno invierno en La Coruña.
En aquellos tiempos tenía un viejo Seat 600 de un amarillo descolorido que no me daba gastos ni problemas y me valía para mis desplazamientos locales en los cortos períodos que pasaba en mi ciudad, así qué, aún sabiendo que era un casi imposible, me hice con cuatro neumáticos y algunas piezas de recambio usadas en los cementerios de coches próximos a mi ciudad, entre ellas un radiador ya que sabía era el punto mas débil del coche, y me dispuse a cruzar sin prisas el desierto del Sáhara llegando hasta dónde pudiera.
Crucé el norte de Marruecos y entré en el norte de Argelia muy despacio y sin ningún problema desviándome ésta vez hacia el sur a la altura de Orán para, via Saida y El Bayadh y entrando ya en el territorio de los "bereberes" cruzar las inhóspitas y solitarias montañas del Atlas y la alta meseta argelina con muchísimo frio, en ocasiones con algo de nieve, falta de refugios y hasta escasez de comida, llegando hasta Laghouat sin mayores problemas y tomando luego la ruta hacia el sur camino ya de Ghardaia, en dónde me detuve unos días para reponerme y revisar el coche antes de enfilar la ruta del desierto.
Hasta El Golea llegué sin dificultad, pero ya camino del oasis de In Salah con la carretera algo mas deteriorada y empezando el calor reventé un par de neumáticos, y a pesar de no forzar nunca el coche y hacer frecuentes paradas para rellenar de agua el radiador tuve que cambiar éste en aquella ciudad sustituyéndolo por el que llevaba de repuesto, eliminando también el termostato para dejar al agua circular libremente, poner unas medias a la entrada del filtro de aire a causa de la arena que flotaba en el ambiente, y aunque sudando a chorros durante el día poner la calefacción a tope camino ya de Tamanrasset.
En ésta ocasión no llegué a Tamanrasset ni a pesar de las siete vueltas de derecha a izquierda que dí con mi Seat 600 a mitad de camino alrededor de la tumba del "marabout" (ermitaño y santón) Moulay Hassan para pedirle suerte. Muy cerca del poblado y de la tumba megalítica de Tit, a unos 45 kilómetros al norte de la ciudad me reventó definitivamente el coche. En un camión llegué a Tamanrasset, la capital de los "tuaregs" (*) de las montañas del Hoggar y la ciudad mas al sur del Sáhara argelino, dirigiéndome a un taller que conocía en el lateral del mercado de camellos en dónde de inmediato enviaron un viejo Land Rover grúa a recogerlo antes de que fuese desvalijado por los "buitres del desierto".
En Argelia te sellaban en el pasaporte tu entrada y la del vehículo estando prohibido venderlo ó salir del pais sin él, así que me fuí a la aduana de Tamanrasset a a explicarles la situación y ver como se podía solucionar encontrándome con la muy lenta y complicada burocracia de siempre, necesitaban una declaración jurada del incidente, una inspección física del vehículo a realizar por los técnicos de la aduana, certificación de imposibilidad de reparación y de circulación de un taller autorizado, etc., total un proceso técnico y burocrático de varios días para poder vender mi Seat 600 como chatarra y salir del país sin él.
En ésos días llegó con sus camellos y burros una caravana de "tuaregs" e instalaron sus "jaimas" en la explanada del mercado, traían crias de camellos, de burros y de cabras para venderlas y/ó intercambiarlas por alimentos y productos de primera necesidad. Sintiendo gran curiosidad y mientras esperaba la solución de la aduana y pre-negociaba el precio de los restos de mi Seat 600 con Ahmed, el dueño del taller, me acerqué varias veces en los días siguientes hasta las "jaimas" de la caravana intentando establecer contacto en francés con un alto, esbelto y altivo "targuí" que parecía el jefe y aparentaba unos diez años mas viejo que yo sin que el "targuí" hiciese ademán de molestarse pero sin hacerme tampoco el mas mínimo caso.
Mas adelante supe por Ahmed que el "targuí" era un poco mas joven que yo y se llamaba Azim, que era originario de la región de Tessalit (**) en el norte de Malí, que la caravana era familiar y que en ella venían además de Azim sus dos hermanos algo mas jóvenes, todos ellos con sus respectivas esposas, varios hijos e hijas de diferentes edades así como dos "bellah" (siervos y/ó esclavos). También que se dedicaban a recorrer de oeste a este y viceversa los "oued" (antiguos cauces de ríos) existentes entre Zouerat en Mauritania y Tamanrasset en Argelia adonde no llegaban camiones para abastecerlos de alimentos, productos básicos y pequeños utensilios, recogiendo a cambio crias de camellos, burros y cabras para vender luego en las poblaciones próximas a su ruta, y que el jefe de la familia, el "targuí" llamado Azim si que chapurreaba algo de francés y también él había preguntado por mí.
El caso es que al quinto día conseguí por fin solucionar mis problemas con la aduana, le vendí a Ahmed los restos de mi Seat 600, y Ahmed, argelino y sedentario pero también tuareg habló con Azim y consiguió que éste me admitiese en la caravana como uno mas en principio hasta llegar a Tessalit. Al cabo de dos días partimos hacia el oeste adentrándonos en el desierto con los burros tremendamente cargados con las "jaimas", utensilios y mercancías y controlados por los "bellah", los niños correteando al lado de los camellos también muy cargados a excepción de los "meharis" de Azim y sus hermanos, y hombres y mujeres, en ése orden, caminando delante de los camellos sujetando sus riendas. La mujer de Azim sobre la marcha repartía entre todos unas planas y resecas tortas de queso para que además de alimentarnos pudiésemos mascar y salivar evitando así que la lengua se nos pegase al paladar, y muy de vez en cuando obteníamos permiso para beber un sorbo de agua de los odres de piel de cabra que llevábamos.
En general no montábamos en los camellos a menos que estuviésemos muy cansado cómo fué mi caso sobre todo en los primeros días por falta de hábito. Durante las horas centrales del día parábamos para descansar, se preparaba té y se repartían dátiles, y ya al anochecer los "bellah" montaban las "jaimas" y descargaban el ganado mientras los hombres fumábamos y bebíamos el té y las mujeres cocinaban en la hoguera la "chorba" (sopa muy picante con pili pili y algunas legumbres y carne) mientras horneaban entre dos capas de arena con rescoldos de raices de acacia unas riquísimas hogazas de pan a las que antes de comerlas había que rasparles con un cuchillo las arenas pegadas a sus cortezas. Luego nos íbamos todos a dormir a las "jaimas", hombres y mujeres por separado excepto los casados y los "bellah" que dormían en la arena junto a los rescoldos de la hoguera. Así un día y otro a través de la ardiente arena hasta que llegábamos a algún asentamiento tuareg al lado de un profundo pozo en un "oued" con matojos espinosos y acacias en el que cultivaban algunas hortalizas y criaban ganado.
Cuándo llegábamos a un poblado tuareg siempre muy bien recibidos la rutina era siempre la misma, el primer día lo dedicábamos a descansar, curarnos los piés, intercambiar noticias y tomar mucho té, el segundo día con mucho regateo ritual y mucho tiempo a intercambiar los alimentos y productos que llevábamos, té, sal, azúcar, levadura, sémola, medicinas, etc. pero también cuchillos, cuencos, bidones de plástico, etc., por crias de cabras, burros y camellos, y ya el tercer y último día al atardecer, después de reunir el ganado comprado y de embalar todo el material de nuevo se asaba por fin un cabrito, se preparaban dulces y te, y se celebraba una gran fiesta con bailes, cantos, ululaciones, tambores y unas grandes flautas con boca muy ancha y un sonido tan melodioso que parecía resbalar en la penumbra sobre las dunas. En una de esas fiestas Aisha, la hija mayor de Azim se me acercó, me cogió la mano con la palma hacia arriba y me acarició en círculos con su pulgar indicándome que la acompañase.
De ese modo y de "oued" en "oued" llagamos a Tessalit en el norte de Malí, y luego de descansar y de visitar Azim a sus familiares allí asentados y de vender el ganado para reponer alimentos, productos y mercancías seguimos en los días siguientes (yo ya había tomado la decisión que me fué respetada de no quedarme allí) hacia la mítica ciudad de Tombouctú también en Malí, luego caminando hacia el norte hasta las históricas y antaño riquísimas minas de sal de Taoudenni ya en Mauritania, y camino de nuevo hacia el oeste para llegar a la ciudad de Zouerat desde dónde la caravana emprendería ya sin mi el regreso hacia Tamanrasset.
En Zouerat tomé un "taxi brousse" (en general viejos Peugeot 404 furgonetas cargadas hasta los topes de personas, mercancías y animales) para llegar a Nouadibú, en la frontera con el sur de Marruecos, y ya atravesando de sur a norte éste pais regresé a finales de mayo de aquel año de 1984 cargado de artesanía "tuareg" y "bereber" para vender en España.
(*) Los "tuareg" (los hombres azules del desierto) una raza nómada y guerrera de origen bereber los cuáles en sus tiempos controlaban todo el tráfico de mercancías y personas a través del gran desierto del Sáhara. Integrados en seis principados alrededor de cadenas montañosos para su mejor defensa están hoy territorialmente divididos y en algunos casos marginados y sometidos al sedentarismo por los gobiernos de Malí, Burkina Fassó, Niger, Libia y Argelia. Pertenecen a diferentes clases sociales, el linaje y la herencia es por via materna, los "tuareg" nobles van armados con "takubas" (espadas) ocultando su rostro ante los desconocidos con el final de sus turbantes en general teñidos con añil (de ahí su sobrenombre), y las mujeres, aún a pesar del entorno musulmán en el que viven, controlan la economía familiar, van a cara descubierta y son muy liberales en cuestiones como el sexo hasta que contraen matrimonio.
(**) Tessalit es una pequeña ciudad situada entre el arenoso desierto y el macizo montañoso del Adrar de los Iforas en el norte de Malí, muy cerca ya de las fronteras saharianas con Argelia y Mauritania. Junto con las mas importantes ciudades y regiones de Kidal, Gao y Tombouctú está integrada en el nuevo estado independiente declarado por los tuaregs del norte de Malí en abril de éste año 2012 (todavía no reconocido por ningún pais) bajo el nombre de Azawad.
En aquellos tiempos tenía un viejo Seat 600 de un amarillo descolorido que no me daba gastos ni problemas y me valía para mis desplazamientos locales en los cortos períodos que pasaba en mi ciudad, así qué, aún sabiendo que era un casi imposible, me hice con cuatro neumáticos y algunas piezas de recambio usadas en los cementerios de coches próximos a mi ciudad, entre ellas un radiador ya que sabía era el punto mas débil del coche, y me dispuse a cruzar sin prisas el desierto del Sáhara llegando hasta dónde pudiera.
Crucé el norte de Marruecos y entré en el norte de Argelia muy despacio y sin ningún problema desviándome ésta vez hacia el sur a la altura de Orán para, via Saida y El Bayadh y entrando ya en el territorio de los "bereberes" cruzar las inhóspitas y solitarias montañas del Atlas y la alta meseta argelina con muchísimo frio, en ocasiones con algo de nieve, falta de refugios y hasta escasez de comida, llegando hasta Laghouat sin mayores problemas y tomando luego la ruta hacia el sur camino ya de Ghardaia, en dónde me detuve unos días para reponerme y revisar el coche antes de enfilar la ruta del desierto.
Hasta El Golea llegué sin dificultad, pero ya camino del oasis de In Salah con la carretera algo mas deteriorada y empezando el calor reventé un par de neumáticos, y a pesar de no forzar nunca el coche y hacer frecuentes paradas para rellenar de agua el radiador tuve que cambiar éste en aquella ciudad sustituyéndolo por el que llevaba de repuesto, eliminando también el termostato para dejar al agua circular libremente, poner unas medias a la entrada del filtro de aire a causa de la arena que flotaba en el ambiente, y aunque sudando a chorros durante el día poner la calefacción a tope camino ya de Tamanrasset.
En ésta ocasión no llegué a Tamanrasset ni a pesar de las siete vueltas de derecha a izquierda que dí con mi Seat 600 a mitad de camino alrededor de la tumba del "marabout" (ermitaño y santón) Moulay Hassan para pedirle suerte. Muy cerca del poblado y de la tumba megalítica de Tit, a unos 45 kilómetros al norte de la ciudad me reventó definitivamente el coche. En un camión llegué a Tamanrasset, la capital de los "tuaregs" (*) de las montañas del Hoggar y la ciudad mas al sur del Sáhara argelino, dirigiéndome a un taller que conocía en el lateral del mercado de camellos en dónde de inmediato enviaron un viejo Land Rover grúa a recogerlo antes de que fuese desvalijado por los "buitres del desierto".
En Argelia te sellaban en el pasaporte tu entrada y la del vehículo estando prohibido venderlo ó salir del pais sin él, así que me fuí a la aduana de Tamanrasset a a explicarles la situación y ver como se podía solucionar encontrándome con la muy lenta y complicada burocracia de siempre, necesitaban una declaración jurada del incidente, una inspección física del vehículo a realizar por los técnicos de la aduana, certificación de imposibilidad de reparación y de circulación de un taller autorizado, etc., total un proceso técnico y burocrático de varios días para poder vender mi Seat 600 como chatarra y salir del país sin él.
En ésos días llegó con sus camellos y burros una caravana de "tuaregs" e instalaron sus "jaimas" en la explanada del mercado, traían crias de camellos, de burros y de cabras para venderlas y/ó intercambiarlas por alimentos y productos de primera necesidad. Sintiendo gran curiosidad y mientras esperaba la solución de la aduana y pre-negociaba el precio de los restos de mi Seat 600 con Ahmed, el dueño del taller, me acerqué varias veces en los días siguientes hasta las "jaimas" de la caravana intentando establecer contacto en francés con un alto, esbelto y altivo "targuí" que parecía el jefe y aparentaba unos diez años mas viejo que yo sin que el "targuí" hiciese ademán de molestarse pero sin hacerme tampoco el mas mínimo caso.
Mas adelante supe por Ahmed que el "targuí" era un poco mas joven que yo y se llamaba Azim, que era originario de la región de Tessalit (**) en el norte de Malí, que la caravana era familiar y que en ella venían además de Azim sus dos hermanos algo mas jóvenes, todos ellos con sus respectivas esposas, varios hijos e hijas de diferentes edades así como dos "bellah" (siervos y/ó esclavos). También que se dedicaban a recorrer de oeste a este y viceversa los "oued" (antiguos cauces de ríos) existentes entre Zouerat en Mauritania y Tamanrasset en Argelia adonde no llegaban camiones para abastecerlos de alimentos, productos básicos y pequeños utensilios, recogiendo a cambio crias de camellos, burros y cabras para vender luego en las poblaciones próximas a su ruta, y que el jefe de la familia, el "targuí" llamado Azim si que chapurreaba algo de francés y también él había preguntado por mí.
El caso es que al quinto día conseguí por fin solucionar mis problemas con la aduana, le vendí a Ahmed los restos de mi Seat 600, y Ahmed, argelino y sedentario pero también tuareg habló con Azim y consiguió que éste me admitiese en la caravana como uno mas en principio hasta llegar a Tessalit. Al cabo de dos días partimos hacia el oeste adentrándonos en el desierto con los burros tremendamente cargados con las "jaimas", utensilios y mercancías y controlados por los "bellah", los niños correteando al lado de los camellos también muy cargados a excepción de los "meharis" de Azim y sus hermanos, y hombres y mujeres, en ése orden, caminando delante de los camellos sujetando sus riendas. La mujer de Azim sobre la marcha repartía entre todos unas planas y resecas tortas de queso para que además de alimentarnos pudiésemos mascar y salivar evitando así que la lengua se nos pegase al paladar, y muy de vez en cuando obteníamos permiso para beber un sorbo de agua de los odres de piel de cabra que llevábamos.
En general no montábamos en los camellos a menos que estuviésemos muy cansado cómo fué mi caso sobre todo en los primeros días por falta de hábito. Durante las horas centrales del día parábamos para descansar, se preparaba té y se repartían dátiles, y ya al anochecer los "bellah" montaban las "jaimas" y descargaban el ganado mientras los hombres fumábamos y bebíamos el té y las mujeres cocinaban en la hoguera la "chorba" (sopa muy picante con pili pili y algunas legumbres y carne) mientras horneaban entre dos capas de arena con rescoldos de raices de acacia unas riquísimas hogazas de pan a las que antes de comerlas había que rasparles con un cuchillo las arenas pegadas a sus cortezas. Luego nos íbamos todos a dormir a las "jaimas", hombres y mujeres por separado excepto los casados y los "bellah" que dormían en la arena junto a los rescoldos de la hoguera. Así un día y otro a través de la ardiente arena hasta que llegábamos a algún asentamiento tuareg al lado de un profundo pozo en un "oued" con matojos espinosos y acacias en el que cultivaban algunas hortalizas y criaban ganado.
Cuándo llegábamos a un poblado tuareg siempre muy bien recibidos la rutina era siempre la misma, el primer día lo dedicábamos a descansar, curarnos los piés, intercambiar noticias y tomar mucho té, el segundo día con mucho regateo ritual y mucho tiempo a intercambiar los alimentos y productos que llevábamos, té, sal, azúcar, levadura, sémola, medicinas, etc. pero también cuchillos, cuencos, bidones de plástico, etc., por crias de cabras, burros y camellos, y ya el tercer y último día al atardecer, después de reunir el ganado comprado y de embalar todo el material de nuevo se asaba por fin un cabrito, se preparaban dulces y te, y se celebraba una gran fiesta con bailes, cantos, ululaciones, tambores y unas grandes flautas con boca muy ancha y un sonido tan melodioso que parecía resbalar en la penumbra sobre las dunas. En una de esas fiestas Aisha, la hija mayor de Azim se me acercó, me cogió la mano con la palma hacia arriba y me acarició en círculos con su pulgar indicándome que la acompañase.
De ese modo y de "oued" en "oued" llagamos a Tessalit en el norte de Malí, y luego de descansar y de visitar Azim a sus familiares allí asentados y de vender el ganado para reponer alimentos, productos y mercancías seguimos en los días siguientes (yo ya había tomado la decisión que me fué respetada de no quedarme allí) hacia la mítica ciudad de Tombouctú también en Malí, luego caminando hacia el norte hasta las históricas y antaño riquísimas minas de sal de Taoudenni ya en Mauritania, y camino de nuevo hacia el oeste para llegar a la ciudad de Zouerat desde dónde la caravana emprendería ya sin mi el regreso hacia Tamanrasset.
En Zouerat tomé un "taxi brousse" (en general viejos Peugeot 404 furgonetas cargadas hasta los topes de personas, mercancías y animales) para llegar a Nouadibú, en la frontera con el sur de Marruecos, y ya atravesando de sur a norte éste pais regresé a finales de mayo de aquel año de 1984 cargado de artesanía "tuareg" y "bereber" para vender en España.
(*) Los "tuareg" (los hombres azules del desierto) una raza nómada y guerrera de origen bereber los cuáles en sus tiempos controlaban todo el tráfico de mercancías y personas a través del gran desierto del Sáhara. Integrados en seis principados alrededor de cadenas montañosos para su mejor defensa están hoy territorialmente divididos y en algunos casos marginados y sometidos al sedentarismo por los gobiernos de Malí, Burkina Fassó, Niger, Libia y Argelia. Pertenecen a diferentes clases sociales, el linaje y la herencia es por via materna, los "tuareg" nobles van armados con "takubas" (espadas) ocultando su rostro ante los desconocidos con el final de sus turbantes en general teñidos con añil (de ahí su sobrenombre), y las mujeres, aún a pesar del entorno musulmán en el que viven, controlan la economía familiar, van a cara descubierta y son muy liberales en cuestiones como el sexo hasta que contraen matrimonio.
(**) Tessalit es una pequeña ciudad situada entre el arenoso desierto y el macizo montañoso del Adrar de los Iforas en el norte de Malí, muy cerca ya de las fronteras saharianas con Argelia y Mauritania. Junto con las mas importantes ciudades y regiones de Kidal, Gao y Tombouctú está integrada en el nuevo estado independiente declarado por los tuaregs del norte de Malí en abril de éste año 2012 (todavía no reconocido por ningún pais) bajo el nombre de Azawad.