21 jun 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (ULTIMA ETAPA)

EL TRISTE FINAL DE MIS TRAVESIAS CON EL "VAGAMUNDO"

A finales de septiembre de 1996 después de unos fructíferos meses de expediciones por tierra tanto a nivel económico cómo personal regresé a Arrecife de Lanzarote para arranchar mi velero "Vagamundo" y ver de promover desde allí excursiones por las islas para cubrir la temporada de otoño invierno. Ya en mi anterior y corta estancia había comprobado que ello no resultaba nada fácil dada la feroz competencia de empresas y particulares que allí había, pero ésta vez tenía algún remanente económico y confiaba en hacerme un hueco con los anuncios y propuestas de singladuras que en varios periódicos gratuitos nacionales había insertado y dejado programados antes de regresar a Canarias, aprovechando además los sobrantes que a mis competencias no les interesasen ó no pudieran cubrir, consiguiendo así hacer un par de excursiones a Corralejo y Lobos y una a la pequeña isla de la Graciosa, ubicada al norte de Lanzarote.

Un día a finales de octubre me contactan dos jóvenes de un pueblo de los Pirineos que habían visto uno de mis anuncios en Segundamano, y me preguntan disponibilidad, condiciones y precio para llevarlos hasta las islas de Cabo Verde con la posibilidad de continuar luego hasta el Caribe, me explican que son dos amigos en paro, Sergio monitor de piraguismo en ríos de montaña, sin experiencia de navegación en la mar, y Paco, un auxiliar de enfermería con alguna experiencia de navegación en un buque sanitario. Me dicen que tenían previsto irse en avión unos cuantos meses al Caribe y que no les importaría vivir la experiencia de intentarlo en un velero siempre y cuando las condiciones fuesen asumibles. Llegamos a un acuerdo con una cantidad fija para la travesía hasta Cabo Verde y otra en depósito para cubrir, bien la travesía del Atlántico, bien mi regreso con el barco a Canarias en el caso de que ellos decidiesen abandonar el proyecto en Cabo Verde, por supuesto ambas cantidades por adelantado.

Ya con esa contrata asegurada y sin problemas económicos por delante contacto a Tito Iglesias por si quiere venirse en principio hasta Cabo Verde y me contesta que si van otras personas nó. A principios de noviembre llegan Sergio y Paco en avión, y después de disfrutar unos días en Lanzarote, en Corralejo y en las playas de Jandía al sur de Fuerteventura emprendemos desde Morro Jable la singladura con rumbo sureste, la mar tranquila y un cómodo viento de aleta en dirección al puerto de el Aaíun, la antigua capital del Sáhara español ahora marroquí localizada ya en el continente africano, desplazándonos desde el puerto en taxi hasta ésta antaño muy tranquila y agradable ciudad ahora colonizada por numerosos habitantes del norte del país y con demasiada presencia policial en sus calles.

Desde el Aaiun teníamos por delante una travesía de casi trescientas millas, unos dos días y medio de navegación, hasta Dakhla (la antigua Villa Cisneros) sin ninguna posibilidad de escala intermedia, así que cocinamos una buena olla a presión de arroz con carne (pescado tendríamos de sobra sobre la marcha), y en una noche tranquila emprendimos la singladura inicialmente con un rumbo suroeste para alejarnos de la costa y doblar sin problemas el cabo Bojador localizado mas o menos a un tercio del camino. A partir de ahí tuvimos que cambiar nuestro rumbo para sursuroeste y ya con un mar de través y el viento de popa la travesía se hizo mucho mas molesta y con mas riesgo de trasluchadas empezando a notar que Sergio, el monitor de piraguismo, no llevaba demasiado bien la navegación.

En Dakhla pasamos un par de días fondeados cerca del inicio de su vacío muelle de hormigón, aprovechando para descansar y pasear por ésa ya nuestra última ciudad marroquí sin ningún interés. Dejando atrás la península de Rio de Oro ya anocheciendo pusimos de nuevo rumbo sursuroeste en dirección a Nouadhibú (Mauritania) localizada a unas doscientas veinte millas y adónde teníamos previsto llegar después de casi dos días de navegación. La travesía de nuevo con mar de través y viento de popa volvió a resultar muy incómoda y Sergio volvió a resentirse con la singladura recuperándose cuándo, ya doblado el Cabo Blanco, viramos hacia el norte para entrar en la enorme bahía de Nouadhibú, teniendo que sortear al final en el canal de entrada al puerto a decenas de pecios sin señalizar, muchos de los cuáles ni siquiera sobresalían del agua con serio peligro para la navegación.

El puerto de Nouadhibú, en él no había ningún velero, estaba en cambio aborrotado de enormes pesqueros de todo el mundo esperando a que las autoridades mauritanas les diesen autorización para salir a faenar, allí estaban también un grupo de pesqueros vascos fondeados en círculo los cuáles, al vernos llegar, nos llamaron a voz en grito y por la radio para que echásemos el ancla en medio de su círculo, contándonos mas tarde que aquello era muy peligroso, que de noche encendían focos y hacían guardia permanente por turnos, y que allí los primeros que salían a faenar eran los que entregaban el "sobre mas abultado". Al cabo de un tiempo apareció en una lancha la policía del puerto pidiéndonos la documentación, preguntando sobre nuestro origen y destino, y advirtiéndonos que no podíamos bajar a tierra sin antes tramitar y pagar el correspondiente visado de Mauritania.

Nouadhibú era nuestro último puerto en el continente africano y allí Sergio y Paco tuvieron una fuerte discusión, Sergio, resentido ya por la navegación quería sacar el visado y abandonar allí mismo la singladura, intentando convencerlo Paco de que aquél no era el lugar mas adecuado, de que ello les supondría además perder el dinero entregado, y de que aguantase al menos hasta las islas de Cabo Verde por si cambiaba de opinión. Fondeados en Nouadhibú pasamos un par de días arropados e invitados a todo por los vascos mientras transitaban por allí piraguas llenas de nativos los mas para vendernos alimentos, y algún que otro desgraciado haciéndonos gestos de que nos iban a cortar el cuello. Abandonando Nouadhibú y dejando por la popa el Cabo Blanco pusimos rumbo suroeste en dirección a la isla de Sal, la mas cercana del archipiélago de Cabo Verde localizada a unas quinientas millas de distancia, unos cuatro días y medio de navegación, abandonando ya la costa y adentrándonos en el Atlántico.

En Nouadhibú había comenzado a notar alguna molestia en una muela empastada tomándome algunos analgésicos dado que no podíamos bajar a tierra, pero ya en la primera noche de navegación el dolor comenzó a agudizarse a pesar del Rhodogil que por recomendación de Paco comencé a tomar. La navegación trascurría bastante llevadera con ligera mar de través y viento de aleta, Sergio iba aguantando bién hasta que ya, a partir del segundo día, la mar comenzó a ponerse un poco brava y yo, con un flemón creciente y un dolor insoportable intentaba con mis dedos y mi lengua mover poco a poco la muela al objeto de extraerla y dejar salir la pus, Sergio, cada vez mas pálido, empezó a arrinconarse en la bañera sin hablar ni querer comer. La situación se fué complicando en el tercer y cuarto día, yo conseguí por fin con un gran alivio sacarme la muela mientras atendía la navegación, y Paco le mojaba los labios y le hacía tragar un poco de sopa caliente a un Sergio cada vez mas huraño, encogido y agarrotado.

Así llegamos ya anocheciendo a la vista de la costa norte de la isla de Sal, saliendo Sergio de su "letargo" con tal ímpetu y agresividad reprimida canalizada hacia mí que hasta asustó a su compañero Paco, en un momento además muy delicado en el que evitamos por los pelos a un mercante que sin verlo se nos acercó por la popa mientras virábamos hacia el sur para dirigirnos a ojo (el plotter y las cartas inglesas tenían un error de mas de una milla) hacia el único puerto de la isla, el pequeño puerto de Palmeira, en el noroeste de la isla, fondeando ya de noche a poca profundidad delante de su protegida playa al lado de un velero de bandera francesa, el cuál según luego supimos llevaba allí varios meses empantanado por falta de dinero (*), y estaba ocupado por una pareja, el francés y ella portuguesa y su hijo pequeño. Después de saludar a Michel y Joana que así se llamaban y de invitarlos a una cerveza, sin ni siquiera bajar a tierra a presentarnos a las autoridades, nos echamos agotados a dormir.

Al día siguiente bajamos a tierra con la zodiac para despachar los papeles en la policía del puerto, y mientras Paco y Sergio se quedaban en un local cercano a la playa yo me dediqué a recorrer el pequeño pueblo descubriendo casi en la carretera de salida un pequeño hostal pizzería regentado por un agradable italiano que se había casado con una nativa del pueblo y allí se había quedado. De vuelta a la playa los tres con el estómago lleno regresamos en la zodiac al "Vagamundo" y yo me tumbé a dormir la siesta mientras Sergio y Paco se quedaban hablando en la bañera. Cuándo me levanté Sergio se dirigió a mí de muy malos modos reclamándome el depósito que me habían entregado, bien para cubrir la travesía del Atlántico caso de llevarla a cabo, bien para cubrir mi regreso a las islas Canarias en el supuesto de que ellos no quisiesen continuar adelante con la singladura, le digo que nó y Sergio me tira por la borda.

Empapado y refrescado por el baño subo al velero, Paco consigue calmar al agresivo Sergio y a fin de relajarnos todos un poco bajamos a tierra con la zodiac, yo me voy a la pizzería y ellos no se adónde, regreso ya al anochecer a la playa y no veo la zodiac, me voy nadando hasta el "Vagamundo" y nada mas subir veo que la cabina está abierta y todo revuelto, y que habían desaparecido los equipajes de Paco y Sergio, miro a ver si a mi me falta algo, sobre todo el dinero, el pasaporte y la documentación del barco que yo guardaba a buen recaudo y veo que siguen en su escondido lugar, al poco rato se acerca al velero un pescador con su piragua trayendo a remolque la zodiac que había encontrado a la deriva ya fuera del puerto, lo invito a una cerveza, charlamos un rato, él pescador se marcha y yo me echo ya a dormir, enterándome al día siguiente en la parada del pueblo que Paco y Sergio habían tomado un taxi al aeropuerto.

Al cabo de unos días, ya bien entrado diciembre, llega en avión mi mujer a pasar unos días de vacaciones, y después de visitar en un taxi colectivo la preciosa playa del sur de la isla en el ya entonces muy turístico pueblo de Santa María, y de desplazarnos otro día a su pequeña capital Espargos, nos embarcamos en el "Vagamundo" rumbo al sur hacia la cercana isla de Boavista, la mas sahariana de todas las islas de Cabo Verde rodeada de solitarias playas, con muchas dunas y palmeras, y con un pequeño puerto en la capital Sal Rei y un buen fondeadero en su larguísima playa, ambos protegidos del océano por una pequeña isla. Desde allí zarpamos rumbo oeste para visitar la algo mas lejana, muy diferente y muy montañosa isla de San Nicolao, con su capital Ribeira Brava y sus preciosos y frescos pueblitos de estilo y ambiente portugués esparcidos por las altas montañas, además de su pequeño puerto Tarrafal desde dónde se organizaban excursiones de pesca en busca del "marlin", muy abundante en aquellas aguas.

De vuelta a la isla de Sal y después de un par de días de sol y playa mi mujer regresa en avión a La Coruña y yo me quedo de nuevo solo en mi velero fondeado en la tranquila playa de Palmeira esperando una respuesta de Tito Iglesias, la cuál nunca llegó, a mi propuesta de acompañarme de regreso a La Coruña con el "Vagamundo" bien via Canarias ó bien desde el Caribe, ya que por aquél entonces yo me encontraba bien de salud y con suficiente dinero, ganas y fuerzas para emprender ése año desde Cabo Verde la travesía del océano Atlántico, remontar luego las islas del Caribe oriental, y regresar en ya la primavera siguiente a La Coruña por las islas Azores aprovechando los vientos y corrientes favorables de la época..

Todo se fué al traste días después cuando pillé una fuerte salmonella y tuve que hospitalizarme en Espargos, quedándome después de superarla muy debilitado y ya no en condiciones de poder continuar durante un tiempo navegando y mucho menos en solitario. Durante mi hospitalización se desató para colmo una muy grande tormenta de arena proveniente del Sáhara con vientos tan fuertes que una noche hicieron garrear el "Vagamundo", con tanta suerte que fué saliendo por la bocana sin chocar con el muelle, recuperándolo y remolcándolo de vuelta con su velero mi vecino Michel cuando horas después se apercibió de que faltaba al salir a cubierta a comprobar el fondeo de su propio velero. Cuando retorné a mi velero estaba todo cubierto de una finísima arena de color rojizo que hasta en los winches se introdujo, teniendo que desmontar y engrasar en los siguientes días todos los aparejos mientras pensaba qué iba a hacer con el "Vagamundo" dada mi ya larga estancia en la isla de Sal.

En esas estaba cuándo mi mujer me comunicó que me ofrecían un contrato para llevar un grupo de expedición a Laos, Vietnam y Camboya a principios de febrero de 1997 (en años anteriores los había llevado primero a Irán y luego a Yemen y Jordania), que tenía tres días de plazo para contestar y teniendo qué, caso de interesarme, regresar algunos días antes a La Coruña para preparar el viaje. Sin saber que hacer me fuí a ver al capitán del puerto para ver si podía dejar allí el "Vagamundo" durante un tiempo en algún lugar seguro, me indicó que le siguiera y me llevó hasta una explanada del puerto cerrada repleta de de veleros desmantelados diciéndome que allí no se podía dejar ningún barco ni en tierra ni fondeado porque a mi regreso, si todavía lo encontraba, estaría totalmente desvalijado y arruinado. Al preguntarle me dijo también que en Palmeira no atracaba ningún pequeño mercante en el que se pudiese trasportar mi velero hasta Canarias ó Portugal. Fué entonces cuando tomé conciencia de que me estaba convirtiendo poco a poco en un esclavo de mi velero.

Cómo última posibilidad me fuí a ver a mi vecino Michel que estaba muy "acogotado" de dinero sobreviviendo en su velero con su mujer y su hijo (*) con lo poco que ganaba reparando algún que otro frigorífico a los vecinos del pueblo, y después de bastantes tiras y aflojas llegué a un acuerdo económico con él para qué, sin prisas, retornase navegando mi velero a Coruña. Días después regresé en avión para llevar el grupo de expedición al sudeste asiático, y ya de regreso al cabo de unos cuántos días apareció Michel con el "Vagamundo" en La Coruña, le pagué lo acordado complementando mi dinero con un pequeño préstamo paterno, él regresó en avión desde Lisboa a la isla de Sal muy contento porque ya podía retornar a Francia con su familia, y yo, al cabo de unos meses y después de reparar el motor que había quedado muy tocado con la dura remontada de Michel vendí con muchísimo pesar el "Vagamundo", comprándome en Francia otro velero mucho mas pequeño, el "Pura Vida Che", con el que todavía hoy realizo pequeñas navegaciones por las rías próximas a mi ciudad.

(*) En los años posteriores durante mis viajes por el mundo tuve ocasión de comprobar por mi mismo la gran cantidad de veleros abandonados, "buitreados", y navegantes empantanados en ocasiones con sus familias sobreviviendo cómo podían para no abandonar ó malvender sus veleros, principalmente en las rutas de circunnavegación mas frecuentes, Cabo Verde, Caribe, Tahití, Fidji, Nueva Zelanda, Australia, Filipinas, Indonesia, Thailandia, Sri Lanka, etc., etc, calculándose que de los cientos de singladuras de vuelta al mundo que cada año se inician sólo un diez por ciento cómo mucho llegan a conseguirlo.

(**) Casi todo el mundo identifica la mar y la vela con la libertad y en algunos casos y momentos desde luego que es así, hay muy pocas experiencias que te hagan sentir tan pleno y relajado como perderte en la mar cabalgando sobre las olas dejando por la popa el estresante mundo en que vivimos. Sin embargo, tarde o temprano tienes que tocar tierra y ahí comienzan de nuevo todos los problemas, te putean, te desvalijan, necesitas dinero para todo, fondeos, atraques, mantenimiento y reparaciones del velero, comida decente y algún hotel de vez en cuando, en ocasiones trasporte ó tripulantes pagados, y no puedes dejarlo casi nunca sólo a menos que te sobre el dinero para pagar vigilancia ó dejarlo en una marina muchas veces inexistente.