21 jun 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (ULTIMA ETAPA)

EL TRISTE FINAL DE MIS TRAVESIAS CON EL "VAGAMUNDO"

A finales de septiembre de 1996 después de unos fructíferos meses de expediciones por tierra tanto a nivel económico cómo personal regresé a Arrecife de Lanzarote para arranchar mi velero "Vagamundo" y ver de promover desde allí excursiones por las islas para cubrir la temporada de otoño invierno. Ya en mi anterior y corta estancia había comprobado que ello no resultaba nada fácil dada la feroz competencia de empresas y particulares que allí había, pero ésta vez tenía algún remanente económico y confiaba en hacerme un hueco con los anuncios y propuestas de singladuras que en varios periódicos gratuitos nacionales había insertado y dejado programados antes de regresar a Canarias, aprovechando además los sobrantes que a mis competencias no les interesasen ó no pudieran cubrir, consiguiendo así hacer un par de excursiones a Corralejo y Lobos y una a la pequeña isla de la Graciosa, ubicada al norte de Lanzarote.

Un día a finales de octubre me contactan dos jóvenes de un pueblo de los Pirineos que habían visto uno de mis anuncios en Segundamano, y me preguntan disponibilidad, condiciones y precio para llevarlos hasta las islas de Cabo Verde con la posibilidad de continuar luego hasta el Caribe, me explican que son dos amigos en paro, Sergio monitor de piraguismo en ríos de montaña, sin experiencia de navegación en la mar, y Paco, un auxiliar de enfermería con alguna experiencia de navegación en un buque sanitario. Me dicen que tenían previsto irse en avión unos cuantos meses al Caribe y que no les importaría vivir la experiencia de intentarlo en un velero siempre y cuando las condiciones fuesen asumibles. Llegamos a un acuerdo con una cantidad fija para la travesía hasta Cabo Verde y otra en depósito para cubrir, bien la travesía del Atlántico, bien mi regreso con el barco a Canarias en el caso de que ellos decidiesen abandonar el proyecto en Cabo Verde, por supuesto ambas cantidades por adelantado.

Ya con esa contrata asegurada y sin problemas económicos por delante contacto a Tito Iglesias por si quiere venirse en principio hasta Cabo Verde y me contesta que si van otras personas nó. A principios de noviembre llegan Sergio y Paco en avión, y después de disfrutar unos días en Lanzarote, en Corralejo y en las playas de Jandía al sur de Fuerteventura emprendemos desde Morro Jable la singladura con rumbo sureste, la mar tranquila y un cómodo viento de aleta en dirección al puerto de el Aaíun, la antigua capital del Sáhara español ahora marroquí localizada ya en el continente africano, desplazándonos desde el puerto en taxi hasta ésta antaño muy tranquila y agradable ciudad ahora colonizada por numerosos habitantes del norte del país y con demasiada presencia policial en sus calles.

Desde el Aaiun teníamos por delante una travesía de casi trescientas millas, unos dos días y medio de navegación, hasta Dakhla (la antigua Villa Cisneros) sin ninguna posibilidad de escala intermedia, así que cocinamos una buena olla a presión de arroz con carne (pescado tendríamos de sobra sobre la marcha), y en una noche tranquila emprendimos la singladura inicialmente con un rumbo suroeste para alejarnos de la costa y doblar sin problemas el cabo Bojador localizado mas o menos a un tercio del camino. A partir de ahí tuvimos que cambiar nuestro rumbo para sursuroeste y ya con un mar de través y el viento de popa la travesía se hizo mucho mas molesta y con mas riesgo de trasluchadas empezando a notar que Sergio, el monitor de piraguismo, no llevaba demasiado bien la navegación.

En Dakhla pasamos un par de días fondeados cerca del inicio de su vacío muelle de hormigón, aprovechando para descansar y pasear por ésa ya nuestra última ciudad marroquí sin ningún interés. Dejando atrás la península de Rio de Oro ya anocheciendo pusimos de nuevo rumbo sursuroeste en dirección a Nouadhibú (Mauritania) localizada a unas doscientas veinte millas y adónde teníamos previsto llegar después de casi dos días de navegación. La travesía de nuevo con mar de través y viento de popa volvió a resultar muy incómoda y Sergio volvió a resentirse con la singladura recuperándose cuándo, ya doblado el Cabo Blanco, viramos hacia el norte para entrar en la enorme bahía de Nouadhibú, teniendo que sortear al final en el canal de entrada al puerto a decenas de pecios sin señalizar, muchos de los cuáles ni siquiera sobresalían del agua con serio peligro para la navegación.

El puerto de Nouadhibú, en él no había ningún velero, estaba en cambio aborrotado de enormes pesqueros de todo el mundo esperando a que las autoridades mauritanas les diesen autorización para salir a faenar, allí estaban también un grupo de pesqueros vascos fondeados en círculo los cuáles, al vernos llegar, nos llamaron a voz en grito y por la radio para que echásemos el ancla en medio de su círculo, contándonos mas tarde que aquello era muy peligroso, que de noche encendían focos y hacían guardia permanente por turnos, y que allí los primeros que salían a faenar eran los que entregaban el "sobre mas abultado". Al cabo de un tiempo apareció en una lancha la policía del puerto pidiéndonos la documentación, preguntando sobre nuestro origen y destino, y advirtiéndonos que no podíamos bajar a tierra sin antes tramitar y pagar el correspondiente visado de Mauritania.

Nouadhibú era nuestro último puerto en el continente africano y allí Sergio y Paco tuvieron una fuerte discusión, Sergio, resentido ya por la navegación quería sacar el visado y abandonar allí mismo la singladura, intentando convencerlo Paco de que aquél no era el lugar mas adecuado, de que ello les supondría además perder el dinero entregado, y de que aguantase al menos hasta las islas de Cabo Verde por si cambiaba de opinión. Fondeados en Nouadhibú pasamos un par de días arropados e invitados a todo por los vascos mientras transitaban por allí piraguas llenas de nativos los mas para vendernos alimentos, y algún que otro desgraciado haciéndonos gestos de que nos iban a cortar el cuello. Abandonando Nouadhibú y dejando por la popa el Cabo Blanco pusimos rumbo suroeste en dirección a la isla de Sal, la mas cercana del archipiélago de Cabo Verde localizada a unas quinientas millas de distancia, unos cuatro días y medio de navegación, abandonando ya la costa y adentrándonos en el Atlántico.

En Nouadhibú había comenzado a notar alguna molestia en una muela empastada tomándome algunos analgésicos dado que no podíamos bajar a tierra, pero ya en la primera noche de navegación el dolor comenzó a agudizarse a pesar del Rhodogil que por recomendación de Paco comencé a tomar. La navegación trascurría bastante llevadera con ligera mar de través y viento de aleta, Sergio iba aguantando bién hasta que ya, a partir del segundo día, la mar comenzó a ponerse un poco brava y yo, con un flemón creciente y un dolor insoportable intentaba con mis dedos y mi lengua mover poco a poco la muela al objeto de extraerla y dejar salir la pus, Sergio, cada vez mas pálido, empezó a arrinconarse en la bañera sin hablar ni querer comer. La situación se fué complicando en el tercer y cuarto día, yo conseguí por fin con un gran alivio sacarme la muela mientras atendía la navegación, y Paco le mojaba los labios y le hacía tragar un poco de sopa caliente a un Sergio cada vez mas huraño, encogido y agarrotado.

Así llegamos ya anocheciendo a la vista de la costa norte de la isla de Sal, saliendo Sergio de su "letargo" con tal ímpetu y agresividad reprimida canalizada hacia mí que hasta asustó a su compañero Paco, en un momento además muy delicado en el que evitamos por los pelos a un mercante que sin verlo se nos acercó por la popa mientras virábamos hacia el sur para dirigirnos a ojo (el plotter y las cartas inglesas tenían un error de mas de una milla) hacia el único puerto de la isla, el pequeño puerto de Palmeira, en el noroeste de la isla, fondeando ya de noche a poca profundidad delante de su protegida playa al lado de un velero de bandera francesa, el cuál según luego supimos llevaba allí varios meses empantanado por falta de dinero (*), y estaba ocupado por una pareja, el francés y ella portuguesa y su hijo pequeño. Después de saludar a Michel y Joana que así se llamaban y de invitarlos a una cerveza, sin ni siquiera bajar a tierra a presentarnos a las autoridades, nos echamos agotados a dormir.

Al día siguiente bajamos a tierra con la zodiac para despachar los papeles en la policía del puerto, y mientras Paco y Sergio se quedaban en un local cercano a la playa yo me dediqué a recorrer el pequeño pueblo descubriendo casi en la carretera de salida un pequeño hostal pizzería regentado por un agradable italiano que se había casado con una nativa del pueblo y allí se había quedado. De vuelta a la playa los tres con el estómago lleno regresamos en la zodiac al "Vagamundo" y yo me tumbé a dormir la siesta mientras Sergio y Paco se quedaban hablando en la bañera. Cuándo me levanté Sergio se dirigió a mí de muy malos modos reclamándome el depósito que me habían entregado, bien para cubrir la travesía del Atlántico caso de llevarla a cabo, bien para cubrir mi regreso a las islas Canarias en el supuesto de que ellos no quisiesen continuar adelante con la singladura, le digo que nó y Sergio me tira por la borda.

Empapado y refrescado por el baño subo al velero, Paco consigue calmar al agresivo Sergio y a fin de relajarnos todos un poco bajamos a tierra con la zodiac, yo me voy a la pizzería y ellos no se adónde, regreso ya al anochecer a la playa y no veo la zodiac, me voy nadando hasta el "Vagamundo" y nada mas subir veo que la cabina está abierta y todo revuelto, y que habían desaparecido los equipajes de Paco y Sergio, miro a ver si a mi me falta algo, sobre todo el dinero, el pasaporte y la documentación del barco que yo guardaba a buen recaudo y veo que siguen en su escondido lugar, al poco rato se acerca al velero un pescador con su piragua trayendo a remolque la zodiac que había encontrado a la deriva ya fuera del puerto, lo invito a una cerveza, charlamos un rato, él pescador se marcha y yo me echo ya a dormir, enterándome al día siguiente en la parada del pueblo que Paco y Sergio habían tomado un taxi al aeropuerto.

Al cabo de unos días, ya bien entrado diciembre, llega en avión mi mujer a pasar unos días de vacaciones, y después de visitar en un taxi colectivo la preciosa playa del sur de la isla en el ya entonces muy turístico pueblo de Santa María, y de desplazarnos otro día a su pequeña capital Espargos, nos embarcamos en el "Vagamundo" rumbo al sur hacia la cercana isla de Boavista, la mas sahariana de todas las islas de Cabo Verde rodeada de solitarias playas, con muchas dunas y palmeras, y con un pequeño puerto en la capital Sal Rei y un buen fondeadero en su larguísima playa, ambos protegidos del océano por una pequeña isla. Desde allí zarpamos rumbo oeste para visitar la algo mas lejana, muy diferente y muy montañosa isla de San Nicolao, con su capital Ribeira Brava y sus preciosos y frescos pueblitos de estilo y ambiente portugués esparcidos por las altas montañas, además de su pequeño puerto Tarrafal desde dónde se organizaban excursiones de pesca en busca del "marlin", muy abundante en aquellas aguas.

De vuelta a la isla de Sal y después de un par de días de sol y playa mi mujer regresa en avión a La Coruña y yo me quedo de nuevo solo en mi velero fondeado en la tranquila playa de Palmeira esperando una respuesta de Tito Iglesias, la cuál nunca llegó, a mi propuesta de acompañarme de regreso a La Coruña con el "Vagamundo" bien via Canarias ó bien desde el Caribe, ya que por aquél entonces yo me encontraba bien de salud y con suficiente dinero, ganas y fuerzas para emprender ése año desde Cabo Verde la travesía del océano Atlántico, remontar luego las islas del Caribe oriental, y regresar en ya la primavera siguiente a La Coruña por las islas Azores aprovechando los vientos y corrientes favorables de la época..

Todo se fué al traste días después cuando pillé una fuerte salmonella y tuve que hospitalizarme en Espargos, quedándome después de superarla muy debilitado y ya no en condiciones de poder continuar durante un tiempo navegando y mucho menos en solitario. Durante mi hospitalización se desató para colmo una muy grande tormenta de arena proveniente del Sáhara con vientos tan fuertes que una noche hicieron garrear el "Vagamundo", con tanta suerte que fué saliendo por la bocana sin chocar con el muelle, recuperándolo y remolcándolo de vuelta con su velero mi vecino Michel cuando horas después se apercibió de que faltaba al salir a cubierta a comprobar el fondeo de su propio velero. Cuando retorné a mi velero estaba todo cubierto de una finísima arena de color rojizo que hasta en los winches se introdujo, teniendo que desmontar y engrasar en los siguientes días todos los aparejos mientras pensaba qué iba a hacer con el "Vagamundo" dada mi ya larga estancia en la isla de Sal.

En esas estaba cuándo mi mujer me comunicó que me ofrecían un contrato para llevar un grupo de expedición a Laos, Vietnam y Camboya a principios de febrero de 1997 (en años anteriores los había llevado primero a Irán y luego a Yemen y Jordania), que tenía tres días de plazo para contestar y teniendo qué, caso de interesarme, regresar algunos días antes a La Coruña para preparar el viaje. Sin saber que hacer me fuí a ver al capitán del puerto para ver si podía dejar allí el "Vagamundo" durante un tiempo en algún lugar seguro, me indicó que le siguiera y me llevó hasta una explanada del puerto cerrada repleta de de veleros desmantelados diciéndome que allí no se podía dejar ningún barco ni en tierra ni fondeado porque a mi regreso, si todavía lo encontraba, estaría totalmente desvalijado y arruinado. Al preguntarle me dijo también que en Palmeira no atracaba ningún pequeño mercante en el que se pudiese trasportar mi velero hasta Canarias ó Portugal. Fué entonces cuando tomé conciencia de que me estaba convirtiendo poco a poco en un esclavo de mi velero.

Cómo última posibilidad me fuí a ver a mi vecino Michel que estaba muy "acogotado" de dinero sobreviviendo en su velero con su mujer y su hijo (*) con lo poco que ganaba reparando algún que otro frigorífico a los vecinos del pueblo, y después de bastantes tiras y aflojas llegué a un acuerdo económico con él para qué, sin prisas, retornase navegando mi velero a Coruña. Días después regresé en avión para llevar el grupo de expedición al sudeste asiático, y ya de regreso al cabo de unos cuántos días apareció Michel con el "Vagamundo" en La Coruña, le pagué lo acordado complementando mi dinero con un pequeño préstamo paterno, él regresó en avión desde Lisboa a la isla de Sal muy contento porque ya podía retornar a Francia con su familia, y yo, al cabo de unos meses y después de reparar el motor que había quedado muy tocado con la dura remontada de Michel vendí con muchísimo pesar el "Vagamundo", comprándome en Francia otro velero mucho mas pequeño, el "Pura Vida Che", con el que todavía hoy realizo pequeñas navegaciones por las rías próximas a mi ciudad.

(*) En los años posteriores durante mis viajes por el mundo tuve ocasión de comprobar por mi mismo la gran cantidad de veleros abandonados, "buitreados", y navegantes empantanados en ocasiones con sus familias sobreviviendo cómo podían para no abandonar ó malvender sus veleros, principalmente en las rutas de circunnavegación mas frecuentes, Cabo Verde, Caribe, Tahití, Fidji, Nueva Zelanda, Australia, Filipinas, Indonesia, Thailandia, Sri Lanka, etc., etc, calculándose que de los cientos de singladuras de vuelta al mundo que cada año se inician sólo un diez por ciento cómo mucho llegan a conseguirlo.

(**) Casi todo el mundo identifica la mar y la vela con la libertad y en algunos casos y momentos desde luego que es así, hay muy pocas experiencias que te hagan sentir tan pleno y relajado como perderte en la mar cabalgando sobre las olas dejando por la popa el estresante mundo en que vivimos. Sin embargo, tarde o temprano tienes que tocar tierra y ahí comienzan de nuevo todos los problemas, te putean, te desvalijan, necesitas dinero para todo, fondeos, atraques, mantenimiento y reparaciones del velero, comida decente y algún hotel de vez en cuando, en ocasiones trasporte ó tripulantes pagados, y no puedes dejarlo casi nunca sólo a menos que te sobre el dinero para pagar vigilancia ó dejarlo en una marina muchas veces inexistente.


19 jun 2012

NOS TOMAN POR PRESUNTOS MERCENARIOS EN ACCRA (GHANA)

Ocurrió a principios del verano del 86 con un grupo de ADINDA que Chema (nuestro mecánico conductor) y yo recogimos en el aeropuerto de Niamey, la capital de Níger, para recorrer con nuestro autobús 4x4 durante tres semanas los países de Togo y Ghana, enviándolo luego de regreso a Madrid desde Abijdán, la ciudad mas grande y cosmopolita de Costa de Marfil.

Después de un par de días en Niamey para visitar la ciudad y obtener visados salimos hacia el suroeste por una carretera asfaltada con el objetivo de salir de Niger y entrar ya en el éste de Burkina Fassó por la ciudad de Kantchari, continuando luego hasta Koupela para allí desviarnos ya hacia el sur camino del norte de Togo, pais al que entramos por la frontera de Dapaong. Hasta ahí el viaje había trascurrido sin demasiado interés, pero entrando ya en el pais "somba" con sus chozas-torres circulares de adobe y techos de paja camino del parque nacional de Kéran las cosas comenzaron a cambiar, la abundancia de elefantes era tal que hasta en la carretera principal norte a sur que lo atraviesa hacías bien en atender a las señales de tráfico de "cuidado elefantes" porque continuamente tenías que pararte para dejarlos pasar.

Continuando hacia el sur entramos en el montañoso pais "kabré" con sus chozas ovaladas, ya en la bonita región de Kara, y luego cerca de la ciudad musulmana de Sokodé la falla de Alejo y la impresionante cascada del río Momo, además del parque nacional de Fazao con sus montañas Malfacassa plagadas de todo tipo de animales, grutas y cascadas. Ya mas al sur Badu, con su majestuosa cascada Tomegbé y su cercano valle abrazando el río con una gran abundancia de cocodrilos e hipopótamos bañándose en medio de una frondosa vegetación. Atakmé, la capital de los "ifé" expulsados siglos atrás de Nigeria, con sus "zancudos saltarines" y la cascada de Ayomé, luego Klouto con sus hermosos paisajes plagados de pequeñas cascadas, Palime con su bonita artesanía y su cercano monte Bauman, el mas alto del país, y ya camino de Lomé las mas grandes y mejores plantaciones de cacao del país.

Lomé, la capital de Togo, con su Plaza de la Independencia, su Palacio Presidencial, su Mercado de Fetiches y su animado barrio Amoutive es una de las ciudades mas coloristas y acogedoras del golfo de Guinea y allí permanecimos tres días instalados en el muy tranquilo camping de su preciosa playa con cocoteros aprovechando para sacar los visados de Ghana y Costa de Marfil y visitar además de la ciudad sus alrededores, entre ellos el bonito lago Togo y la antigua capital de Togoville en dónde continuaban celebrándose ceremonias vudú.

Atravesando la frontera con Ghana nos detuvimos en la pequeña y decadente localidad costera de Keta con sus hermosas playas y su laguna, la mas grande del país, dirigiéndonos ya desde allí hacia Accra, la actual capital del país, una ciudad desagradable y sin ningún interés a excepción de su fuerte colonial sobre el mar al que con nuestro verde oscuro autobús 4x4 directamente nos dirigimos, buscando la entrada en una zona ajardinada en dónde viví una de las experiencias mas fuertes de todas mis expediciones y viajes.

Sin saber de dónde salieron, un pelotón de las fuerzas especiales armado hasta los dientes y al mando de un joven teniente nos hizo parar el autobús y luego nos rodeó completamente con sus metralletas preparadas, aunque sin apuntarnos con ellas. El teniente se acerca a la puerta con su pistola desenfundada apuntando al suelo y me dice que la abra, así lo hago y me dice que me aparte, que van a inspeccionar el autobús, mis compañeros empiezan a refunfuñar y yo le digo que nó, que ya nos han inspeccionado en la frontera, levanta su pistola y me pone el cañón en la barriga, yo le doy un manotazo y se la tiro al suelo, de inmediato todo el pelotón amartilla sus metralletas y nos apunta con ellas. El joven teniente asombrado debió darse cuenta de la muy tensa y absurda situación porque ya amablemente me pregunta quiénes somos, que hacemos allí, y cómo es que ignoramos que aquella zona está prohibida porque ahora el antiguo fuerte colonial es la residencia del presidente del país (**). Aclarada en principio la situación el pelotón vuelve a bajar sus armas, el teniente sube sólo al autobús, echa un vistazo a mis compañeros y a los equipajes, y se baja diciéndonos que demos media vuelta y que nos vayamos de allí, cosa que por supuesto hacemos rápidamente.

Sin detenernos mas en Accra salimos hacia el noroeste camino de Kumasi, la antigua capital del imperio Ashanti, una vistosa y muy curiosa ciudad ya que nadie espera en principio encontrarse en un paraje lejano y perdido del Africa negra una muy activa ciudad en la que gran parte de sus habitantes, aunque de piel negra, tienen nariz afilada, rasgos finos y cara delgada, y en la que buena parte de sus antiguas calles y atiborrados mercados alrededor de la vía del tren tienen todo el color y el sabor de los bazares y mercadillos del mundo árabe, siendo sin embargo la explicación muy sencilla, el antiguo imperio Ashanti controlaba todo el trasporte de oro desde el golfo de Guinea hasta el mar Rojo con enormes caravanas de camellos las cuáles atravesaban todo el desierto del Sáhara y regresaban luego con artesanos y mercancías de los paises árabes de la zona, Arabia Saudí, Yemen, Sudán, etc.

Ya un poco justos de tiempo salimos de Kumasí por una pista de nuevo hacia el sur camino de la agradable ciudad de Cape Coast con los restos de su antigua fortaleza portuguesa colgando sobre el mar y una cálida playa atiborrada de piraguas de pesca. Desde allí seguimos hacia el oeste por la costa soslayando la ciudad industrial y petrolera de Sekondi-Takoradi, y pasando la frontera entramos ya en nuestro último país Costa de Marfil camino de Grand Bassam, capital del país durante la época de la colonización francesa y ahora en plena decadencia, aunque en ella se pueden ver todavía algunos edificios coloniales y comprar buena artesanía de oro, máscaras y figuras de madera tallada. Desde allí visitamos durante el tiempo que nos quedaba todo lo que pudimos de la muy cercana ciudad de Abidjan, su barrio financiero Plateau, el elegante barrio de Cocody con el famoso hotel Ivoire, el gran mercado de Adjamé y ya sin mas tiempo embarcamos al grupo en su avión de regreso a Madrid, quedándonos Chema y yo a la espera de un nuevo grupo para remontar Costa de Marfil.

(*) Allá por los siglos XIV y XV los dos imperios mas importantes del Africa occidental fueron el imperio Ashanti, que controlaba toda la producción y el tráfico de oro hacia el mar Rojo, y el imperio Songhai de Malí que controlaba la extracción y el comercio de sal desde las minas de Taoudeni en la actual Mauritania hacia los paises del golfo de Guinea navegando por el río Níger desde Tombouctú, y hacia los paises del Mediterráneo atravesando el desierto del Sáhara con caravanas de cientos de camellos.

(**) En aquél entonces el presidente de Ghana era el antes teniente Jerry Rawlings el cuál había tomado el poder mediante un golpe militar a finales de 1981, siendo mas tarde reelegido por votación popular hasta el año 2000.

17 jun 2012

EL MACHU PICHU, EL "TREN DE LA COCA" Y EL LAGO TITICACA (PERU)

En el invierno de 1981, en el trascurso de mi vuelta a Sudamérica, llegué en un autobús a Cusco después de haber pasado tres días bloqueado en Ayacucho a consecuencia de los combates entre el ejército peruano y los terroristas de Sendero Luminoso, los cuáles en los días anteriores habían asesinado a siete periodistas occidentales.

En la majestuosa ciudad de Cusco, la capital del antiguo imperio Inca, pasé unos días visitando sus principales monumentos, la gran Plaza de Armas en dónde murió Tupac Amaru y en dónde fué proclamado Francisco Pizarro emperador de Perú, la Catedral construida con los pétreos bloques rojizos de la antigua fortaleza inca de Sacsayhuamanán, el convento de Santo Domingo edificado sobre las ruinas del antiguo templo inca de Carincancha dedicado al dios Sol, la calle Hatun Rumiyoq en dónde se encontraba el palacio del Inca Roca, el barrio de San Blas con sus talleres y tiendas de artesanía y su bonita plazoleta, la Plaza de San Francisco con sus negocios de café y el principal mercado de la ciudad. En Cusco y casi sin darme cuenta me desvalijan cortándome con una cuchilla de afeitar el fondo de la bolsa de viaje que para pasear por las animadas calles de su casco histórico llevaba.

Salí de Cusco en un abarrotado autobús local camino de Pisac, a orillas del río Vilcanota, con el fin de recorrer tranquilamente el Valle Sagrado de los Incas antes de subir al Machu Pichu. En Pisac era día de mercado y tuve ocasión de asistir a una misa en "quechua" acompañada de sonidos de "pututos" (conchas marinas) antes de visitar las ruinas de la fortaleza del jefe inca Pachacutec continuando luego hacia Calca, la ciudad del inca Huiracocha en dónde me relajé en sus aguas termales después de visitar a caballo las ruinas de Jucht ´uy Qosqo situadas en la montaña a unos cinco kilómetros de la ciudad, luego hacia Urubamba, una de las ciudades mas bonitas del Valle Sagrado de los Incas y también una de sus mayores reservas agrícolas antes de llegar a Ollantaytambo la ciudad del inca Yupanqui que tanto se resistió a los conquistadores españoles desde su impresionante "fortaleza" situada en una altísima colina a la que se puede acceder por unas pétreas y muy empinadas escaleras.

Ya en Puente Ruinas, al pié del Machu Picchu no me quedó mas remedio que tomar una plaza en uno de los jeeps turísticos que que ascendían la montaña llegando así hasta las ruinas incas mas importantes del Perú, las de una impresionante ciudad construida por Pachacútec alrededor del año 1450 con unas vistas maravillosas sobre las enormes montañas y el profundo valle que la rodean y de la cuál se conservan unas larguísimas terrazas de cultivo con gigantescos muros de contención de piedra, y separados por un foso y un muro de varios centenares de metros, los restos de la primitiva ciudad con las ruinas de sus casas en sus calles ascendentes, y ya en el alto y al pié de la llamada pirámide de Intihuatana las de la Plaza Sagrada con su Templo de las tres ventanas y su Templo Principal, las del Palacio Real, el Acllahuasi ó casa de las mujeres, el conjunto de las Tres Portadas, y las de su redondeado Templo del Sol.

De nuevo en la estación de tren de Puente Ruinas y tal y como me habían aconsejado dejé partir el tren turístico que hasta allí llega para regresar a Cusco y esperé, no demasiado tiempo, por el tren del pueblo que viene de Aguas Calientes algo mas tarde y hace ese mismo recorrido. Fué un acierto porque nunca olvidaré ese tren abarrotado principalmente por mujeres de mediana edad con sus sombreros hongos, sus "aguayos" (mantas) multicolores, y sus múltiples faldas puestas unas sobre otras. Cuando subí al tren lo primero que me percibí fué el extraño silencio reinante el cuál se trasformó en una verdadera algaravía cuando, kilómetros adelante, ya muy próximos a Ollantaytambo, entraron desde otro vagón dos policías uniformados y empezaron a buscar "algo" debajo de los asientos de madera "sin darse cuenta" de que mientras ellos estaban inclinados unos enormes sacos escondidos debajo de las faldas de las mujeres volaban sobre sus cabezas hacia la parte del vagón que ya habían revisado, y así una y otra vez "encontrando" de vez en cuando alguno y "tirándolo" (*) por las ventanillas del tren.

Mas tarde supe que eran sacos llenos de hojas de coca que las mujeres del valle trasportaban a Cusco, algunos para vender en el mercado destinando las hojas al mate de coca, y otros para, prensando en un molde las hojas, aglutinarlas en algo parecido a un "queso" (**) de mucho menor tamaño que los sacos. Ya en un atiborrado autobús local lleno de personas y sacos camino de Puno, a orillas del lago Titicaca, con un olor insoportable a ajos y cebollas tuve ocasión de vivir la segunda parte de la movida, en un control de la carretera subieron otros policías y, con unas enormes varillas de metal puntiagudas comenzaron a pinchar los sacos llevándose la punta de los pinchos a la nariz, rajando de vez en cuando con unos afilados cuchillos algún que otro saco, dejando esparcidos por el suelo del autobús los ajos, cebollas, patatas, etc., y embargando los "quesos" que en los rajados sacos aparecían los cuáles también "tiraban" a la carretera por las ventanillas del autobús.

Ya en Puno, una de las ciudades mas altas del mundo situada en una bonita bahía a orillas del lago Titicaca, pasé dos días visitando su pétrea Catedral y su Plaza de Armas así como el Balcón del Conde de Lemos y el cerro Huajsapata desde el que se divisa toda la ciudad y el lago Titicaca navegando luego por éste en una "canoa" de "totora" trenzada (especie de junco) hasta las cercanas islas flotantes habitadas de los "Uros" (***) construidas al igual que sus chozas con esterillas de "totora", cruzando luego la frontera con Bolivia por la localidad de Desaguadero y dirigiéndome hacia la pre-incaica ciudad de Tiwanaku para visitar sus impresionantes restos arqueológicos, la Puerta del Sol, la Puerta de la Luna, el templo de Kalasasaya, la pirámide de Akapana y los monolitos Ponce, Fraile y Bennett por el nombre de sus descubridores.

Llegado a La Paz, la capital de Bolivia situada a mas de 3600 metros de altitud, ciudad fundada por Alonso de Mendoza en 1548 en la región de los pueblos "aymaras" y "quechuas" visité los muy antiguos templos de San Francisco y de Santo Domingo, la Catedral de La Paz, el Palacio de los Condes de Arana, el Museo Precolombino, el Mercado de los Brujos, etc. antes de emprender de nuevo el descenso hacia la cálida costa del Pacífico pasando por Tacna en dirección a Arica, en el extremo norte de Chile.

(*) Las "malas lenguas" comentaban que esos sacos y "quesos" que de vez en cuando los policías decomisaban y "tiraban" por las ventanillas "alguien" ya los estaba esperando y los recogía.

(**) Algunas personas me dijeron que esos "quesos" de hojas de coca prensadas tenían como destino los laboratorios clandestinos de Puno, en las proximidades de la frontera con Bolivia, en dónde los trasformaban en pasta de coca la cuál luego introducían clandestinamente en Bolivia para convertirla allí en la conocida cocaina.

(***) Los "Uros" (el pueblo lago), pre-incaicos, eran pescadores y cazadores de aves acuáticas y colonizaron y habitaron el lago Titicaca desde épocas ancestrales tejiendo y utilizando la "totora" para construir sus islas flotantes, sus casas y sus rudimentarias embarcaciones.


15 jun 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (7ª Etapa)

LA PREMATURA, FORZADA Y POR MI FRUSTRADA TRAVESIA DEL ATLANTICO

A mediados del mes de noviembre de 1995 llevaba ya algo mas de un mes fondeado y viviendo en precario en mi velero " Vagamundo" en el puerto de Arrecife de Lanzarote, aprovechando para "arranchar" el barco y hacerle algunas pequeñas reparaciones después de mi singladura africana, cuando llegó mi buen amigo Tito Iglesias con una energía desbordante y dispuesto a comerse el mundo. Yo ya lo había contactado antes de zarpar de Ibiza rumbo a las islas Canarias por si quería acompañarme en la singladura, pero me había dicho que nó porque a él lo único que le interesaba era atravesar el océano Atlántico. 

Yo ya había practicamente descartado emprender dicha travesía al menos en ése año porque no me veía con condiciones físicas ni anímicas para ello (además de mis problemas con el vértigo, desde que partí de Ibiza y hasta que llegué a las Canarias muy pocas veces había podido comer decentemente y dormir de un tirón) (*) y además estaba sin un duro, necesitando unos meses para reponerme yo y reponer mi maltrecha economía, bien con excursiones a vela por las islas Canarias, bien llevando algunos grupos de expedición por tierra a cualquier parte del mundo. Además, aún emprendiendo esa travesía y logrando llegar a Barbados había que sobrevivir varios meses remontando todo el "rosario" de islas del Caribe oriental al menos hasta Puerto Rico, islas todas ellas de influencia inglesa ó francesa muy caras (**).

Mi velero "Vagamundo" era lo único que en aquellos momentos tenía y no quería llegar a tener que malvenderlo o abandonarlo en el Caribe, pero tanto insistió Tito prestándose a compartir los gastos comunes (comida, combustible, atraques y fondeos) de la travesía del Atlántico y de las singladuras por las islas caribeñas mientras estuvíésemos juntos, pero sin comprometerse en absoluto a compartir los gastos de posibles reparaciones, ni a remontar las islas caribeñas hasta Puerto Rico, como tampoco a retornar conmigo el velero aprovechando los alisios en la siguiente primavera a La Coruña. Pero como en cualquier caso no perdíamos nada por dejar abierta esa posibilidad y a los dos nos apetecía navegar unos días por las islas emprendimos la travesía poniendo inicialmente rumbo a Corralejo, en el norte de la cercana isla de Fuerteventura, en dónde pasamos un par de días bañándonos en sus cristalinas aguas y haciendo acopio por si acaso de garrafas de plástico usadas para agua y combustible.

Desde Corralejo iniciamos la singladura hacia el oeste por el canal norte que separa las islas de Lanzarote y Fuerteventura, y doblando el cabo Tostón ya anocheciendo pusimos rumbo directo hacia Santa Cruz de Tenerife adonde teníamos previsto arribar a la mañana siguiente. Viento de aleta y la mar de través al principio se hizo llevadero, pero poco a poco el viento y la mar fueron creciendo en fuerza y altura y al cabo de pocas horas de iniciar la travesía ya se habían vuelto muy incómodos y hasta algo peligrosos. Esa noche durante una trasluchada rompimos la sujeción de escota de la mesana la cuál nos había ido equilibrando bastante el velero, y al día siguiente, ya sólo con la vela mayor y génova ambos rizados arribamos al puerto de Santa Cruz, con cierta dificultad para aproximarnos y entrar por la bocana dado el fuerte mar que había embistiendo y rebotando contra los altos muros de protección del puerto.

En el repleto puerto de Santa Cruz de Tenerife pasamos unos días reparando el "Vagamundo", consultando la metereología y recabando información de los navegantes que allí había muchos de los cuáles ya habían intentado en ese año varias salidas y habían tenido que regresar con averías a causa de los temporales del sur que en ésos finales de noviembre (en principio la mejor época para emprender la travesía del Atlántico) ese año azotaban con fuerza las islas Canarias. Para mí fué "la gota que colmó el vaso" y descartando ya definitivamente la travesía al menos en ese año le sugerí a Tito que buscase acomodo en alguna de las embarcaciones que necesitaban tripulantes para afrontar la travesía del océano, algo que no quiso hacer allí ni tampoco en el abarrotado puerto deportivo de las Palmas de Gran Canaria adonde llegamos posteriormente y en donde estuvimos atracados durante los siguientes días, encontrándonos por cierto allí a un compañero de La Coruña, Jaime Páramo, el cuál también estaba con problemas reparando el motor de un enorme y precioso motovelero.

Navegando ya hacia Morro Jable al sur de la isla de Fuerteventura Tito me confesó que algunos compañeros del Casino de La Coruña (no sé quienes ni cuantos ni a santo de qué) "poniendo el carro delante de los bueyes" le habían hecho una gran cena homenaje de despedida por irse "a cruzar el océano Atlántico con Fernando", yo llevaba ya muchos meses fuera de La Coruña y no tenía ni idea de todo ello. En Morro Jable pasamos unos días bañándonos en las maravillosas playas de Jandía, y luego remontamos la costa éste de Fuerteventura haciendo escala en el puerto pesquero de Gran Tarajal, en la playa del Castillo de Fuste, y en Puerto del Rosario, retornando ya desde allí a Corralejo dónde pasamos unos días pescando y bañándonos en la pequeña playa de la tranquila isla de Lobos, tan tranquila en aquellos tiempos que los pocos habitantes que allí había durante los veranos sacaban a la calle un televisor para todos juntos ver las noticias y los partidos de fútbol.

Ya próximas las navidades mi amigo Tito tomó en Fuerteventura un avión para regresar a La Coruña muy preocupado por lo que les iba a decir a sus amigos (no se lo que les dijo pero años mas tarde publicó en la página web de otra fallida vuelta al mundo, sin explicar porqué, que "el bueno de Fernando se había echado atrás", cosa que desde luego fué verdad ya que ni yo mismo se cómo, dadas las circunstancias, me presté ni siquiera a intentarlo). Poniendo de nuevo ya sólo rumbo al puerto de Arrecife de Lanzarote permanecí fondeado (salvo algunas pequeñas excursiones por mar en las que a causa del fuerte viento rifé tantas velas que en absoluto me compensaron), pasando allí en los meses de enero y febrero de 1996 bastante frío hasta que me fué comunicada una contrata para llevar a principios de marzo un grupo de expedición al Yemen y Jordania regresando para ello a La Coruña.

(*) Uno de los mayores problemas que tiene la navegación en solitario es que en la mar (y mas todavía si estás cerca de la costa o de una ruta transitada) estás siempre somnoliento porque nunca puedes dormir, cómo mucho dormitar un par de horas con el despertador y las alarmas conectados para levantarte cada dos por tres para comprobar la posición, el rumbo, la presencia de posibles pesqueros ó mercantes en el horizonte, así cómo los posibles cambios en el viento y en la mar para ajustar, largar ó reducir trapo. Otro de los grandes problemas son las posibles enfermedades y la alimentación escasa e inadecuada.

(**) Algunos años mas tarde tuve ocasión de recorrer en ferrys y algún que otro velero todo el "rosario" de islas del Caribe desde la isla de Trinidad, próxima a la costa venezolana, hasta Puerto Rico, comprobando por mi mismo la carestía de ésa zona.

13 jun 2012

UN ESCARABAJO PELOTERO ME RASGA EL TIMPANO

En la segunda mitad de aquellos años 80 fueron muchas las expediciones que llevé por el Africa occidental para varias agencias de viajes alternativos españolas pero fundamentalmente para ADINDA dado qué, mi buen amigo y maestro Lorenzo del Amo, a pesar del accidente que le postró para siempre en una silla de ruedas, continuó desde su casa en Madrid organizando y promoviendo expediciones y viajes en autobuses con tracción a las cuatro ruedas procedentes de subastas del Ejército y la Guardia Civil.

En una de ésas expediciones por el Sahel visitamos entre otros muchos lugares Bobó Diulassó, la segunda ciudad de Burkina Fassó (antiguo Alto Volta) situada en el extremo oeste del pais, con sus famosos "peces sagrados" en un regato inmundo, su antigua y acogedora mezquita, su grandioso, colorido y siempre atiborrado mercado de estilo sudanés, así como también un poblado cercano de agricultores "lobi" con sus casas de adobe enterradas en la tierra con el fin de dificultar la localización a sus enemigos.

Después de acampar y cenar en una zona arenosa cercana a la carretera de Ouaguadougou, la capital del país, con una temperatura muy agradable y un cielo completamente estrellado nos quedamos un pequeño grupo charlando y bebiendo cerveza hasta que poco a poco nos fuimos quedando dormidos alrededor de la hoguera, para evitar así en lo posible que los escorpiones acudiesen al calor de nuestros cuerpos y se metiesen en nuestros sacos de dormir.

De repente en plena noche me despierto y empiezo a gritar y a brincar como un loco agarrándo la cabeza a causa del dolor mas grande que he sentido en mi vida, era como si un berbiquí me estuviese traspasando el cerebro. Un miembro del grupo estudiante de medicina, se fijó en los gestos que hacía intentando taparme la oreja derecha salió corriendo hacia el camión y regresó con una jeringuilla llena de agua, me la introdujo cómo pudo en el oido y con la presión del líquido consiguió que saliese un escarabajo pelotero que se me había introducido y que para mi desgracia ya me había rasgado el tímpano.

Entre ese suceso y la malaria no sólo me quedé prácticamente sordo del oido derecho sino que comencé a tener problemas de mareos, vértigo y equilibrio, sobre todo en la mar.

11 jun 2012

LA DAMA DE YAMOUSSOUKRO Y LA ISLA DE LA GOREE (SENEGAL)

En la primavera de 1990 una agencia de viajes alternativos de Madrid me contrató para llevar un grupo de viaje al Senegal, el cuál iniciamos con un vuelo de Madrid a Dakar via Las Palmas. Ya en el aeropuerto de Las Palmas de Gran Canaria el vuelo para Dakar, después de varias horas de espera, fué cancelado por "causas metereológicas" y a los pasajeros nos llevaron a un hotel para cenar y dormir.

Cuando estábamos cenando ví que en una mesa cercana estaba sentada una esbelta, atractiva y bien vestida mulata que aparentaba unos treinta y pocos años de edad y que de vez en cuando me miraba, y yo por supuesto también a ella, con sus ojos negros y profundos. Nos fuimos todos a dormir y al día siguiente la veo de nuevo en el aeropuerto esperando el mismo vuelo a Dakar que nosotros, al cabo de un rato se me acerca, me dice que se llama Marie, y me pregunta si hablo francés, le digo que sí, y me pregunta de donde venimos y si vamos a quedarnos mucho tiempo en Dakar, le contesto que en principio sólo el día siguiente, y me pregunta si vamos a ir a la isla de La Gorée, nuevamente le respondo que sí y me pregunta cuándo y si podemos vernos allí para tomar algo y hablar con mas tranquilidad.

Ya en Dakar tomamos por la mañana el ferry para visitar la histórica isla de la Gorée situada justo enfrente y muy cerca de la capital de Senegal, vemos en primer lugar la impresionante "Casa de los Esclavos" (*) antes de recorrer a pié (allí no hay vehículos ni falta que hacen) todos los rincones de ésta pequeña isla y las tranquilas, relajantes y enarenadas callejuelas de su recoleto pueblo plagado de edificios históricos y flores multicolores, teniendo luego un par de horas libres para tomar algo en las animadas terrazas de su pequeña playa, comprar artesanía y/o disfrutar del primer baño del viaje. En ésto aparece Marie, la esbelta mulata, y me dice si quiero acompañarla para presentarme a una amiga que tiene una casa en la isla, contándome por el camino que ella es farmacéutica y que vive en Yamoussoukro, la moderna, pretenciosa y megalómana actual capital de Costa de Marfil.

Me lleva a una impresionante mansión de estilo colonial, me presenta a su "amiga" algo mayor que ella y me conducen a un patio interior fresco y florido para tomar algo, ambas se levantan, cuchichean algo entre ellas, y regresan diciéndome que tengo un enorme parecido con un abuelo en común que por lo visto había sido un militar francés destinado en Costa de Marfil el cuál se había casado con una nativa "ebrié" de Abidján y allí se había quedado. Al cabo de un rato la prima se levanta y se va con la excusa de que tiene que preparar la comida, y al poco rato Marie también se levanta y me dice que la acompañe llevándome hasta un dormitorio con una enorme y mullida cama con dosel......allí estuvimos hasta que se me hizo hora de reunirme con el grupo para regresar a Dakar. Nunca volví a ver a Marie ni en la isla de la Gorée en la que siempre que volví estaba la mansión cerrada, ni en las varias veces que pasé por Yamoussoukro y pregunté por ella en las farmacias de la ciudad.

Por la tarde en Dakar visitamos la Gran Mezquita y su animada Medina, su conocido mercado Kermel, dimos una vuelta por su relajante Corniche y nos quedamos luego a pasear y cenar en la Plaza de la Independencia y sus alrededores, partiendo a la mañana siguiente hacia el norte por la carretera de la costa hacia Saint Louis y parando en ruta para visitar el famoso Lago Rosa, llamado así por su color rosáceo debido a la alta concentración de sal y a los microorganismos que lo habitan. Ya en Saint Louis al día siguiente muy temprano por la mañana salimos hacia el parque nacional de la Langue Barbarie para ver miles  de flamencos rosas, pelícanos blancos, garzas reales, etc. dirigiéndonos luego hacia un poblado de pescadores "wolof" con sus enormes y coloridas piraguas de madera varadas en la playa con las cuáles se adentran muchas millas en el mar para pescar. De regreso a Saint Louis tuvimos la tarde libre para visitar ésta ciudad, la antigua capital del llamado Sudán Francés hasta dónde volaba desde Francia el escritor y piloto Saint Exupéry (**) trayendo el correo.

Camino de nuevo hacia el sur del país nos metimos por el interior para ver la Gran Mezquita de Touba, la ciudad sagrada del "muridismo" lo que la ha convertido en el mas importante centro de peregrinación de todo el Africa occidental. Continuando nuestro camino visitamos la región de los gigantescos "baobad", los árboles sin hojas, de los cuáles la leyenda traducida dice que "su sombra es tan efímera como el amor de la mujer", y llegando ya el atardecer paramos y nos alojamos en la calurosa y polvorienta ciudad de Kaolack, la capital del "arrachit" (cacahuete), sin ningún interés. Al día siguiente, atravesando el río Gambia llegamos a Zinguinchor, la capital de la Casamance, el pais de los "Diolas", la región mas boscosa y tropical de Senegal pero también la mas problemática por sus tendencias independentistas con su activo brazo armado, el MFDC (Movimiento de las Fuerzas Democráticas de la Casamance). (***)

Camino ya de Cap Skiring y de sus hermosas playas visitamos algunos poblados "Diola", primos hermanos de los conocidos "Mandingas" de Gambia, con sus amplias y bonitas chozas ovoidales con porche alrededor y con un ingenioso sistema de recogida de aguas pluviales en forma de embudo en su techumbre, el cuál deja pasar la lluvia y la luz, permitiendoles así almacenar agua para la estación seca. Atravesando el   parque nacional de la Baja Casamance llegamos a Cap Skiring situado en el Atlántico al sur de la desembocadura del río Casamance, disfrutando ya durante todo el día siguiente de sus maravillosas playas, quizás las mas bonitas del Africa occidental, para ya al siguiente día retornar de nuevo a Zinguinchor no sin antes visitar el pequeño poblado pesquero de Elinkine en el río Casamance, así cómo la isla de Carabane en dónde se establecieron por primera vez los franceses y en la cuál puedes relajarte con su bonito paisaje y bañarte sin problemas rodeado de juguetones delfines.

Esa noche en el hotel de Zinguinchor nos despertamos varias veces con el ruido de explosiones lejanas e intermitentes tiroteos por las calles de la ciudad. Ya en la mañana disponiéndonos a partir hacia el norte camino de Banjul la policía militar nos lo impidió y nos obligó "por nuestra seguridad" a permanecer todo el día en el hotel de Zinguinchor, según nos dijeron, durante la noche los terroristas del MFDC habían perpetrado varios atentados con bombas en las afueras de la ciudad y la carretera hacia el norte, la principal arteria de la región, estaba cortada hasta nueva orden. Al día siguiente nos permitieron por fin salir viendo policías y patrullas militares por todas parte, y atravesando el enorme puente sobre el río Casamance emprendimos la ruta hacia Banjul, la capital de Gambia, adonde llegamos ya por la tarde con tiempo suficiente para ver el centro de ésta pequeña ciudad y su principal mercado de artesanía.

A la mañana siguiente después de visitar el Museo de la Herencia Africana tomamos el ferry para cruzar la desembocadura del río Gambia hacia el norte camino de la "isla de las conchas" de Joal Fadiouth, continuando luego nuestro camino para llegar al pueblo turístico costero de Mbour con tiempo suficiente para ver una maravillosa puesta de sol, dejando para la mañana siguiente el baño en sus bonitas playas y visitando ya por la tarde el Parque Natural de Bandia con sus rinocerontes, facoceros, jirafas, cocodrilos y demás para llegar a Dakar a dormir. En principio teníamos previsto pasar todo el día siguiente en Dakar, pero ello no fué posible debido al día perdido en Zinguinchor por los atentados del MFDC, así que después de unas horas libres por la mañana nos fuimos al aeropuerto para regresar a Madrid via Las Palmas.

(*) La pequeña isla de la Gorée, situada enfrente de Dakar, fué colonizada por los portugueses a mediados del siglo XV y tomada mas tarde por los holandeses y los franceses que construyeron allí la primera "Casa de los Esclavos" en dónde concentraban a los nativos que "cazaban" para enviarlos hacinados en barcos al "Nuevo Mundo". Se calcula que a lo largo de casi cuatro siglos murieron allí antes de ser embarcados unos seis millones de nativos.

(**) Antoine deSaint Exupéry, piloto y escritor, autor de "El principito", trabajó un tiempo como piloto para la compañía Aeropostale francesa llevando el correo desde Francia hasta Saint Louis, la capital del antiguo Sudán Francés compuesto por las actuales Mauritanis y Senegal.  En el verano de 1944 pilotando un avión de las Fuerzas Francesas Libres durante la II Guerra Mundial desapareció con su avión en el Mediterráneo cerca de Marsella.

(***)  El Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC), grupo armado de los separatistas e independentistas de la Casamance, comenzó con sus ataques terroristas contra Senegal en 1982, agravándose la situación a partir de 1990 al ser protegidos y apoyados por el pais vecino Guinea Bissau cuyo presidente Bernardo Vieira, derrocado en 1999, fué acusado de suministrarles todo tipo de armas, entre otras minas personales y anticarro.

9 jun 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (6ª Etapa)

CASI EMBARRANCO EN SIDI IFNI Y EN TAN TAN (MARRUECOS)

Partí de Larache al atardecer del día siguiente a mi llegada con rumbo suroeste en dirección al puerto de Mohammedía, tenía por delante mas de doscientas millas náuticas pero el viento y la corriente me eran favorables y prefería no entrar en Salé, el congestionado puerto de Rabat, la capital de Marruecos, a menos que me fuese absolutamente necesario. La travesía trascurrió apaciblemente y en la tarde del segundo día arribé al puerto de Mohammedía atracando en los entonces precarios pantalanes anclados con cadenas de su pequeño puerto deportivo.

Mohammedía, una pequeña y tranquila ciudad balneario situada a unos veinte kilómetros al norte de Casablanca está muy bien comunicada con ésta ciudad, así que me quedé allí los dos días siguientes en los cuáles aproveché para visitar y pasear por Casablanca, la ciudad mas "europea" de Marruecos, con unas magníficas heladerías y cafés al aire libre en las que da verdadero gusto sentarse e incluso permanecer horas leyendo la prensa y viendo pasar a la gente. Ya al anochecer del tercer día partí hacia El Jadida adónde llegué con todo el día por delante para disfrutar de ésta pequeña y antigua ciudad fortificada portuguesa en aquellos tiempos llamada Mazagao, y hoy en día declarada patrimonio de la humanidad.

Abandonando El Jadida ya de noche y también con buen tiempo y condiciones favorables puse rumbo hacia la industriosa ciudad de Safi llegando por la tarde con tiempo suficiente para pasear y comprar en su activo y colorido mercado, y ya al día siguiente visitar sus monumentos árabes y portugueses, su fortaleza sobre el mar, su catedral, su museo de cerámica, la ciudadela de Ben Hamiddouch, etc., partiendo de nuevo al atardecer del día siguiente hacia la preciosa ciudad de Essaouira (la antigua Mogador) con su isla al frente, su pequeñísimo puerto protegido del mar por las rocas en el cuál cómo única posibilidad tuve que abarloarme a una patrullera inactiva con autorización del amabilísimo capitán del puerto, su enorme bahía de poco calado y su tranquila playa en dónde me bañé varias veces en los dos días que allí pasé, su estrecha, acogedora y serpenteante "casbah", sus restaurantes de marisco al aire libre en el puerto, y sus terrazas en la pequeña y tranquila plaza central del casco antiguo.

Abandoné con pena Essaouira poniendo rumbo hacia el gran puerto de la muy turística y artificial ciudad nueva de Agadir (la ciudad original fué totalmente destruida por un terremoto en 1960) fondeando justo delante del pequeño club náutico de la ciudad al final de su abarrotado puerto pesquero. A excepción de la playa, el paseo marítimo y sus modernos hoteles la Agadir de hoy es bastante cara y no tiene absolutamente ningún interés como no sea para tostarse al sol, por lo cual a la mañana siguiente puse rumbo hacia el puerto de Sidi Ifni (**) del que me separaban unas cien millas náuticas llegando a la altura de su bocana poco después del amanecer. Hasta aquí la navegación había trascurrido sin problemas a excepción de una cadena que tuve que librar de la hélice en el puerto deportivo de Mohammedía y algo de mar y viento fuerte que me había golpeado al doblar el cabo Ghir antes de entrar en la costa de Agadir.

Ya antes de enfilar con plena luz del día aunque con algo de bruma y con la marea medio llena la bocana del puerto de Sidi Ifni me dí cuenta de que allí algo pasaba por las olas que justo en la entrada del puerto se levantaban, pero para cuándo escuché los gritos y ví los gestos de varias personas levantando los brazos en la escollera ya era tarde para virar en redondo y retroceder, el "Vagamundo" entró en volandas justo por el centro de la bocana, y poco después, ayudado por varios marineros atraqué ileso en el muelle. Antes de bajar a tierra escuché en perfecto español de todo, algunas personas me decían que si estaba loco, que en ése año ya habían muerto varios pescadores intentando entrar a puerto, otros me soltaron "qué hue... tienes", y los mas me felicitaron por haber entrado con tan aparente facilidad.

Pasé en Sidi Ifni tres días bañándome en su playa y disfrutando de la gran hospitalidad de sus habitantes algunos de ellos todavía con nacionalidad y pensión española, sintiéndome como en casa en ésa pequeña, olvidada y empobrecida ciudad de estilo y ambiente español. Sus escasos habitantes en general pescadores (muchos otros tuvieron que emigrar a otras ciudades en busca de trabajo), no solamente me acogieron como si fuese uno de ellos añorando la colonización española y lamentándo que en 1969 los hubiésemos abandonado y que Marruecos los tuviese marginados, y explicándome lo que pasaba en el puerto, según ellos desde que España los dejó nadie había dragado la bocana y en ella se había ido acumulado con los años tal cantidad de arena que se había convertido en una verdadera trampa mortal.

Abandoné con mucha pena Sidi Ifni siguiendo al pié de la letra las indicaciones de los marineros, con la marea llena ya comenzando a bajar, las olas por la amura, rumbo suroeste y a dos tercios del ancho de la bocana a partir del espigón, no teniendo así ni el mas mínimo problema en la salida y poniendo ya rumbo directo, después de navegar unas veinte millas mar adentro con la mar en calma, hacia mi siguiente destino el por aquél entonces pequeño puerto de Tan Tan (***) localizado a unas ciento diez millas náuticas, dejando por babor una costa baja y arenosa ya sahariana la cual perdí de vista mucho antes de ponerse el sol.

Navegaba medio dormido con todas las velas desplegadas y con el piloto automático conectado cuándo en plena noche, sobre las cuatro de la madrugada la sonda comenzó desaforadamente a pitar, la miro y veo que marca menos de un metro de profundidad bajo la quilla, dirijo el foco hacia el mar y no aprecio nada raro, el Gps me da rumbo y posición correcta, apago la sonda y la vuelvo a encender, lo mismo, pitando como una loca e indicándome que ya no tengo fondo, me voy a proa y efectivamente veo algo de espuma en el calmado mar, salgo corriendo hacia la cabina, desconecto el piloto automático y ya manualmente viro noventa grados a estribor para adentrarme en la mar con rumbo perpendicular a la costa. Fué mi salvación, mirando por la popa ya se veía hacia el sur la espuma de unos rompientes que no figuraban ni en mi plotter ni en la carta náutica inglesa de papel que por precaución llevaba.

En el entonces miserable puerto de El Quatia (el puerto de Tan Tan) al cuál llegué en la tarde del día siguiente y en dónde la policía volvió, con la excusa de registrar mi velero, a llevarse "de regalo" las pocas cervezas y vino que me quedaban no me detuve nada mas que para dormir ya que ni siquiera un sitio pasable para cenar encontré, partiendo ya por la mañana con la mar y viento de aleta y rumbo oestesuroeste hacia mi último puerto marroquí, el puerto de Tarfaya (**), adónde arribé sin novedad doblando el cabo Juby a la siguiente mañana y aprovechando el día para visitar ésta pequeña y tranquila ciudad, sin demasiado que ver, pero con un par de hoteles con restaurante en dónde al fin pude comer y cenar decentemente antes de partir hacia lo que fué mi antepenúltimo destino, Puerto del Rosario, la capital de la larga y desolada isla de Fuerteventura, la mas próxima de todas las islas Canarias.

Cómo venía siendo ya habitual en mí (*) zarpé de Tarfaya bien entrada la noche con buena mar, rumbo noroeste, y viento casi de través hacia Puerto del Rosario, sin tener ni el mas mínimo problema de navegación en toda la noche, pero ya de día y a unas ocho millas de la costa veo algo muy raro en el cielo por la popa, una muy extraña, extensa y negra franja de nubes paralela a la ya invisible costa africana que se aproximaba rapidamente, inquieto desconecté el piloto automático y tomé la caña del timón, y de repente, con la oscurísima franja de nubes ya casi encima de mi primero cayó totalmente el viento, y a los pocos minutos, a medida que la negra franja pasaba sobre mi cabeza el mar comenzó a hervir y una fuertísima "bofetada" me reviró ciento ochenta grados el velero quedándome con la popa mirando a Fuerteventura, a los pocos segundos la situación se normalizó y pude, recuperando de nuevo el rumbo, arribar como una hora y media después a mi destino Puerto del Rosario.

En la por aquél entonces feísima capital de Fuerteventura a principios de octubre de 1995 la Guardia Civil me registró el "Vagamundo", y una vez pasados sin problemas los controles de policía y aduana fondeé ya de nuevo en territorio español. Mi intención era permanecer algún tiempo en un lugar adecuado para intentar reponer con excursiones a vela por las islas Canarias mi maltrecha economía antes de continuar mi singladura bien atravesando el océano Atlántico ó bien continuando hacia el sur, pero enseguida me dí cuenta de que Puerto del Rosario no era el lugar adecuado. Alguien me recomendó un pequeño puerto en el norte de la isla, Corralejo y allí me fuí encontrándome qué efectivamente era un lugar encantador con un entorno paradisíaco, unas dunas impresionantes, playas de aguas cristalinas, vistas al sur de la isla de Lanzarote y justo enfrente la pequeña isla de Lobos con su bonito volcán apagado, contando además con unos pequeños pantalanes en su seguro y vigilado puerto.

Todo muy bonito pero allí no podía sentar mi base de operaciones, las excursiones estaban ya totalmente copadas por empresas de la zona, en los pantalanes no había ninguna plaza libre y además eran demasiado caros para mí, y el único lugar de fondeo a la entrada del puerto no estaba suficientemente protegido del mar y el velero no paraba de moverse, por lo que además de resultar muy incómodo para vivir empecé a notar de nuevo algunos problemas de equilibrio. Levé ancla y puse rumbo hacia Arrecife, la capital de la cercana isla de Lanzarote, encontrándo, justo al final de su gran puerto y una vez sobrepasada la zona de los pesqueros un tranquilísimo lugar dónde fondear y dos pantalanes concesión de un asturiano en los cuáles, previo pago y autorización, se podía embarcar y desembarcar con la zodiac e incluso aproximar el velero para hacer agua y combustible así cómo pequeñas reparaciones que requiriesen electricidad, estando además situado a un paso del centro de la ciudad.

(*) La mar es muy relajante y bonita pero muy traicionera, en todas mis singladuras en solitario con el "Vagamundo" nunca zarpé de un puerto sin los bocatas ó la comida preparada, sin dejar a mi alcance todo aquello que previsiblemente pudiera necesitar, y sin haber hecho previamente los cálculos de navegación tanto con el plotter cómo manualmente con las cartas náuticas de papel. Esa fué siempre la principal razón de mis frecuentes navegaciones nocturnas en función de la distancia, era mucho mas importante para mí arribar en pleno día a un puerto lejano y desconocido que la hora de salida del puerto anterior.

(**) Sidi Ifni y Tarfaya (la antigua Cabo Juby) fueron parte de España hasta que sus soberanías fueron cedidas a Marruecos, en 1958 en el caso de Tarfaya y en 1969 la de Sidi Ifni. Tarfaya fué una de las ciudades en dónde los marroquíes comenzaron a finales de 1975 su famosa "marcha verde" anexionándose todo el antiguo Sáhara español y provocando la guerra con los "rebeldes españolistas" saharauies integrados en el Frente Polisario.

(***) Según la Wikipedia en la desolada zona de Tan Tan se está construyendo actualmente un reactor nuclear marroquí así cómo la mas grande base militar norteamericana en el continente africano, y en sus enormes y espléndidas playas camino de Tarfaya se están desarrollando unos gigantescos proyectos turísticos, complejos hoteleros, puertos deportivos, etc. promovidos por inversores principalmente canarios y marroquíes. En el año 2008 la naviera Armas inauguró una línea de ferries entre Puerto del Rosario (Fuerteventura) y Tarfaya, sólo hizo unos pocos viajes, el ferry Assalama se hundió a menos de tres millas de Tarfaya.


7 jun 2012

EN EL TECHO DE UN TREN POR EL DESIERTO DE NUBIA (SUDAN)

Llegué a Jartum a comienzos del verano de 1980 rebotado en un avión procedente de Addis Abeba después de que las autoridades de Etiopía me impidiesen salir de ése pais tanto por carretera vía Lalibela, lago Tana, Gorka y las iglesias y ciudades imperiales del norte cómo por el ferrocarril hacia Djibuti, a orillas del mar Rojo.

Jartum, la polvorienta y arenosa capital de Sudán, una ciudad poco acogedora y sin ningún interés recordada por mi solamente por sus riquísimos yogures salados, los mejores que he tomado en mi vida, y por su vecina Ondurmán, en dónde se unen el Nilo Blanco que allí llega procedente del lago Victoria de Uganda y el menos caudaloso y mas corto Nilo Azul que nace en el lago Tana de Etiopía. Fué en Ondurmán dónde los musulmanes de El Mahdi derrotaron a las tropas inglesas a finales del siglo XIX cortándole la cabeza al famoso general Gordon.

En Jartum me pasó justo lo contrario que en Addis Abeba, una señora española ya entrada en años, gorda, con gafas, cara agria y acento catalán me dió (en sentido figurado) con la puerta en las narices cuando me presenté en la Embajada Española para pedir información sobre el país, en vista de lo cuál, después de recoger el visado en el consulado de Egipto me fuí a la estación de trenes de Jartum en dónde me dijeron que tenía suerte, que en un par de días iba a salir un tren con destino a Wadi Halfa en la frontera con Egipto (sólo había dos trenes cada mes), un trayecto de mas de 900 kilómetros y unos tres días previstos de duración, adquiriendo sin pensármelo mas un billete de 2ª clase en ventanilla.

Tuve suerte de haber comprado ese billete con antelación, cuando me presenté en la estación a primera hora de la mañana hacía ya un calor sofocante, mas de 45º C, y los vagones estaban abarrotados de personas, bultos y animales, costándome un montón llegar y sentarme en mi ventanilla. El tren de vapor muy viejo y destartalado, los vagones de madera asquerosos, el olor de las personas y animales insoportable, y en las varias e inexplicables paradas en los suburbios de Jartum en las que subían cada vez mas personas, bultos y animales de tal manera que me vi totalmente acorralado en mi ventanilla sudando a gota gorda ya que ni siquiera entraba por ésta aire alguno por la cantidad de gente colgada en su exterior.

Así llegué ya por la tarde al pueblo de Shendi en dónde comenzaron a bajarse algunas personas y luego, ya en plena noche a la ciudad de Atbara de dónde sale la "carretera" y el tren que enlaza con el principal puerto del país, el peligroso Port Sudán, a orillas del mar Rojo. No aguantando mas el sofocante ambiente y los agrios olores en el interior del vagón y aprovechando que en Shendi bajaba mucha gente y antes de que subiesen los viajeros procedentes de Port Sudán con sus enormes, sospechosos y numerosos bultos (*) dejé con mi mochila el vagón y me subí al techo del tren buscando allí un espacio (también había bastante gente) para acomodarme y respirar el aire algo mas templado de la noche.

La noche trascurrió llevadera y hasta pude dormir estirado en el techo del vagón, pero cuando llegamos a Abu Hamed, a unos 580 kilómetros de Jartum, ya cayendo el sol del segundo día estaba muy quemado y medio deshidratado a pesar de circular todavía paralelos al río Nilo y poder refrescarnos y beber algo en las numerosas paradas del camino. El verdadero infierno empezó ahí cuando las vías se separaron del Nilo y comenzamos a adentrarnos en los arenales del desierto de Nubia (el llamado horno de Africa), llevadero al principio por circular de noche ya en la madrugada del tercer día, pero totalmente insoportable una vez que se levantó el sol en un tren renqueante que comenzó a hacer paradas cada vez mas frecuentes para "descansar y reponerse" en medio de la nada, con una temperatura en el techo de los vagones a pleno sol del mediodía superior a los 60º (según algunos alcanzamos los 64º C).

De ésa manera y mas muertos que vivos llegamos en plena noche del tercer día a Wadi Halfa ya en la frontera con Egipto y con el artificial lago Naser, y después de dormir a pierna suelta toda la noche en el techo del vagón ya parado y de cruzar la frontera a primeras horas de la mañana tuve la suerte de conseguir una plaza en un viejo y lento trasbordador que llegó a Abu Simbel ya anocheciendo, justo a tiempo de ver iluminados el gran templo de Ramsés II con sus colosales estatuas del propio faraón así como su templo menor dedicado a su esposa favorita Nefertari, continuando luego la navegación por el lago Naser y llegando ya por la mañana a la ciudad de Aswan con sus bonitos paisajes y sus islas en el Nilo.

Después de un par de días descansando y visitando Aswan y sus alrededores me embarqué en una "falúa" (embarcación a vela) de carga río abajo en dirección a Luxor (la antigua Tebas,) con frecuentes paradas para recoger y dejar carga en algunas de las pequeñas poblaciones de ambas orillas del Nilo lo cuál fué para mí una experiencia inolvidable. Ya en Luxor en el anochecer del segundo día me alojé en un pequeño hotel de trotamundos cerca del río para visitar con calma en los siguientes días las grandiosas columnas del templo de Karnak, el valle de los Reyes y el de las Reinas, los colosos de Memnón, así como el propio templo de Luxor y los almacenes al por mayor que abastecen su mercado de artesanía.

Terminada mi estancia en Luxor tomé un tren nocturno hacia El Cairo (desde luego nada que ver con los trenes de Sudán ya en aquella época) y en ésta ciudad, después de volver a visitar (un año antes había estado allí) las pirámides y esfinge de Guiza, la ciudadela de Saladino, el barrio Copto, la plaza Tahrir y almacenes de Khan El-Khalili para terminar de abastecerme de artesanía egipcia tomé ya un avión de regreso a España.

(*) Wadi Halfa y el lago Naser era al menos en aquél entonces una frontera muy permeable al contrabando de todo tipo de productos y mercancías entre Sudán y Egipto y viceversa, incluso del tráfico de armas controlado principalmente por la tribu de los "Ababda" que desde el muy peligroso Port Sudan abastecían por el mar Rojo a Palestina a través del monte Sinaí, a los señores de la guerra del Yemen y a los guerrilleros de Somalia.


6 jun 2012

MI PRIMERA AVENTURA EN EL NORTE DE AFRICA (2ª Parte)

LOS "VENENOSOS" COLLARES DE SEMILLAS DE EGIPTO

Cuando nos expulsaron de Libia por la frontera de Túnez en la primavera de 1981 sin habernos dejado continuar nuestro camino hacia Egipto se nos presentó la duda de si valía o no la pena continuar por alguna otra ruta la expedición inicialmente prevista ó si era mejor abandonarla y regresar a España. En principio nos dirigimos hacia puerto de Túnez para ver qué posibilidades había de embarcarnos con nuestro Citróen Mehari hacia Egipto, encontrándonos con qué las comunicaciones por mar entre los dos paises eran muy escasas y no había ningún barco directo, y los pocos que iban hasta Alejandría invariablemente hacían escala en Trípoli (Libia) adonde nosotros por supuesto no podíamos regresar.

La otra posibilidad, aunque mucho mas larga y costosa, era embarcarnos en un ferry llamado Habib (*) que semanalmente hacía la ruta Túnez-Sicilia-Génova y viceversa desembarcando en Palermo (Sicilia) y continuando por carretera en dirección oeste para atravesar el estrecho de Messina y cruzar el sur de Italia hasta Brindisi, tomando allí otro ferry para llegar al puerto de Patrás en el extremos noroccidental de la península del Peloponeso, ya en Grecia, siguiendo luego luego por carretera hasta Atenas para embarcar en el gran puerto de El Pireo en dirección a Alejandría (Egipto). A pesar del tiempo y del costo ésta fué la opción que tomamos dado que a ninguno de los dos nos apetecía tirar la toalla y regresar a España.

Todo fué bien hasta llegar al puerto de El Pireo, de allí no salía al menos en ésa época ningún ferry con destino Alejandría y tuvimos que embarcarnos en un viejo y pequeño buque de carga egipcio, un verdadero cascarón que no sé todavía hoy cómo pudo aguantar la durísima travesía con el fuerte temporal que nos pilló una vez sobrepasada la isla de Creta. La cuestión es qué, destrozados, llegamos a una zona del puerto de Alejandría que nos sorprendió tremendamente dándonos la impresión de que habíamos retrocedido siglos atrás, ruinosos barcos y barcazas por todos lados que eran cargados ó descargados a través de unos simples tablones por una multitud de harapientos estibadores los cuáles trasportaban encorvados la carga sobre sus espaldas protegiéndose con sacos para dañarse lo menos posible.

En los despachos de la policía y la aduana del puerto volvieron a comenzar los problemas, los policías de inmigración, al ver nuestros pasaportes con los sellos de nuestro paso por Libia nos retuvieron todo un día y una noche interrogándonos unas veces juntos y otras por separado sobre nuestra estancia en Libia (era una época de serios conflictos entre ambos paises), que porqué habíamos ido allí, que habíamos hecho en ése país, para qué veníamos a Egipto, porqué llegábamos desde Grecia, etc., etc., y la aduana, aparte de cambiarnos la chapa de la matrícula del coche por otra en árabe cobrándonos carísimo por ello, me sellaron a mi en el pasaporte la entrada en el país del Citroen Mehari obligándome a dejar en depósito un montón de dinero según ellos recuperable, cuándo abandonase con el coche el pais.

Cabreados por todos esos hechos y viendo además cómo se iba mermando nuestro presupuesto visitamos rápidamente la ciudad y sus monumentos y partimos hacia el sur por una moderna carretera a través del desierto que nos llevó hasta El Cairo, instalándonos en un camping detrás de las pirámides, y empleando unos cuántos días en visitar el Museo Egipcio con las momias, reliquias y tesoros de los faraones, el Barrio Copto con sus iglesias, monasterios y sinagogas, la Ciudadela de Saladino con sus mezquitas, la ciudad vieja y el gran bazar de Khan El-Khalili, así cómo la enorme Esfinge y las tres pirámides de Guiza pasando una maravillosa noche bebiendo cerveza y fumando porros en la cima de la pirámide de Keops a la cuál habíamos subido en un atardecer aprovechando un descuido de los guardas del recinto.

En El Cairo, después de tener que reparar de nuevo los brazos de la suspensión delantera del vehículo, nos replanteamos fria y tranquilamente nuestra situación teniendo en cuenta no sólo nuestro estado anímico y económico con todo lo que desde el comienzo del viaje habíamos pasado sino también el ya indiscutible hecho de que nuestro Citroen Mehari, sobrecargado con todo el equipo y repuestos que llevábamos, era demasiado flojo para afrontar las duras pistas que a partir de ahí nos esperaban, así qué, en vista de que en Egipto no era posible vender el vehículo decidimos separarnos, Toño decidió continuar por su cuenta hacia el sur (**) y yo, después de cambiar todos los repuestos y el equipo que llevábamos por artesanía  incluyendo unos 2000 collares de semillas (***) en el barrio de Ghiza emprendí con mi Citroen Mehari el regreso a Alejandría para embarcarme de nuevo y regresar a España.

Ya de vuelta en Alejandría me encontré con que tenía que esperar unos días hasta la salida del primer carguero con destino a El Pireo, tenía tiempo así que decidí desplazarme hacia el oeste por la carretera de la costa para visitar el célebre poblado de El Alamein en dónde el general Montgomery derrotó por primera vez al poderoso Afrika Korps del mariscal Rommel durante la II guerra mundial. Ya de regreso me detuve a comer y bañarme en una de las solitarias playas de la costa. Estaba dormitando placidamente en la arena cuándo por puro instinto me levanté de un salto cogiendo el machete que tenía a mi lado viendo como dos nativos que sin darme cuenta se me habían ido aproximando echaban a correr con unas estacas alzadas en la mano. Repuesto del susto, rápidamente me vestí y regresé a Alejandría.

En Alejandría encontré algunos rincones tranquilos para pasear, tomar buen café y fumar en "narguilé", y al cabo de tres días, después de recuperar en la lenta aduana la fianza que había tenido que depositar y las matrículas de mi coche me embarqué en un carguero, ésta vez algo mejor que el anterior, y sin problemas en la travesía llegué a El Pireo, regresando desde allí de nuevo vía Patras a Brindisi, y remontando luego tranquilamente la costa mediterránea italiana y francesa entré en España por la frontera de Portbou en la cuál los aduaneros, viendo el estado lamentable de mi Citroen Mehari y después de contarles mis penas me dejaron pasar con toda la artesanía que traía para vender en España.

(*) Así fué cómo conocí el ferry tunecino Habib en el que tantas travesías hice en los siguientes años trasportando de Génova a Túnez los Peugeots 504 comprados en Bélgica y Holanda.

(**) Nunca volví a ver a mi compañero Antonio Rodriguez Sangrador ni tampoco supe que ruta siguió, sus padres me hicieron saber que murió de malaria cerebral atravesando las selvas del Congo poco después de pillar yo esa misma malaria en Bangui, la capital de Centroáfrica.

(***) Esos collares de semillas que por aquél entonces se vendían muy bien en los mercadillos europeos fueron prohibidos poco después en España por considerarlos peligrosos para la salud (presuntamente "venenosos"), en el caso de que alguien se los llevase a la boca.


4 jun 2012

LAS SINGLADURAS CON MI VELERO "VAGAMUNDO" (5ª Etapa)

BLOQUEADO CON MI VELERO EN LARACHE (MARRUECOS)

A principios de junio de 1995 y después de unos días arranchando mi velero "Vagamundo" zarpé de Oropesa del Mar hacia el oeste rumbo a las islas Columbretes (antes islas de las serpientes), pasando la noche amarrado a una boya en la protegida bahía de su isla mayor después de visitar su faro y de cenar con los acogedores guardas del parque nacional. Al día siguiente puse rumbo hacia la bahía de Portinaxt, en el norte de Ibiza, en donde permanecí de base todo el verano al objeto de reponer mi maltrecha economía con excursiones turísticas hacia las calas de la costa oeste, islas menores, San Antonio y en ocasiones a la isla de Formentera.

A finales de agosto ya finalizando la temporada y con la bolsa algo repuesta partí de nuevo con rumbo suroeste, mar tranquila y ligero viento de levante hacia Cartagena (Murcia) y de ahí hacia el pequeño puerto de San José (Almería), doblando un par de días después el cabo de Gata ésta vez sin problemas, y poniendo ya rumbo oestesuroeste hacia la protegida bahía de Algeciras en donde me detuve a descansar un par de días, zarpando de nuevo con la intención de cruzar el estrecho de Gibraltar para dirigirme a Tánger (Marruecos), pero era tanto el mar y el viento de poniente que de repente se levantó que no me quedó mas remedio que buscar refugio en el al menos por aquél entonces inhóspito puerto de Tarifa en dónde, nada mas amarrar mi velero me desmayé y caí redondo teniendo que llevarme la Cruz Roja al hospital en dónde quedé ingresado, me hicieron análisis y otras pruebas y me diagnosticaron vértigo y serios problemas de equilibrio (*), advirtiéndome que si continuaba navegando el problema me iría a mas.

Tres días mas tarde, ya repuesto, con buen tiempo y después de tomar las tabletas para ese vértigo que ya me acompañarían para siempre crucé el estrecho de Gibraltar sorteando a los muy peligrosos mercantes que en una y otra dirección en caravana navegaban, atracando en el gran puerto de Tánger (Marruecos) en dónde la aduana, la gendarmería y la policía me hicieron depositar por separado las bengalas de señales, los cartuchos y la escopeta de caza documentada que llevaba. Al cabo de un par de días volví a zarpar y doblando ya el cabo Espartel puse rumbo a Asilah llegando a su deprimente puerto ya anocheciendo, sorteando cómo pude los cabos de los muchos pesqueros que allí amarrados había, cuándo de repente oigo que alguien en español me llamaba a gritos, resultó ser un buceador profesional de mi ciudad llamado Dino Liste quién me ayudó a atracar y en vista de que en el puerto a esas horas ya no había nadie me llevó a su casa ofreciéndose para acompañarme al día siguiente a la policía.

Dino, recolector profesional de esponjas a veces a ochenta metros de profundidad  llevaba ya muchos meses trabajando y viviendo en Asilah con otros compañeros en una casa alquilada, en ella me duché, cenamos abundantemente con un buen vino, charlamos, fumamos, y cuando ya estábamos a punto de irnos a dormir llegó la policía y con muy malos modos nos llevaron a los dos a la comisaría. Allí tuvimos que explicar ambos nuestra actuación, y en plena noche me llevaron de vuelta al puerto, me preguntaron dónde tenía la escopeta y los cartuchos que de nuevo me incautaron, y se pasaron mas de dos horas registrando el velero por si encontraban alguna otra cosa dejándome después volver a dormir a casa de Dino el cuál estaba bastante preocupado por la situación en la que creía haberme metido.

Desde Asilah puse rumbo a Larache en dónde me estaban esperando y ahí sí que se complicaron las cosas, para empezar me hicieron atracar entre el muelle y una patrullera, se pasaron horas la policía, la gendarmería y la aduana registrando el barco, se llevaron unos la escopeta, otros los cartuchos y bengalas, y los terceros la radio del barco!, luego los policías me llevaron a comisaría y me interrogaron a fondo sobre porqué llevaba armas a bordo, cuál era el motivo, el origen y el destino de mi viaje, porqué me había detenido en Larache, etc., etc., dejándome por fin ya bien entrada la madrugada regresar a dormir al barco.

Al día siguiente me levanté bastante tarde para ir a comer a la zona del mercado en el centro de Larache y noté que alguien me estaba siguiendo, pregunté dónde estaba el consulado español y allí me fuí a contarle al cónsul lo que me estaba pasando, me atendió muy amablemente, me dijo que allí era habitual y al menos en apariencia pasó de todo por lo que me fuí a una cabina telefónica y llamé a un antiguo compañero de la academia militar, entonces comandante de la Guardia Civil, poniéndole al tanto de la situación por si ésta se complicaba.

Al atardecer del segundo día y después de comunicarles que en vez de continuar ya rumbo a Canarias cómo era mi intención iba a regresar antes a España para depositar la problemática escopeta en la Guardia Civil de Barbate me dejaron al fin partir sin que ahí terminase el acoso, estaba el cielo despejado, había buena mar y tenía el viento de través, una espléndida noche para navegar rápido con todas las velas desplegadas y el piloto automático, disfrutando del murmullo de las aguas y del cielo estrellado. De repente y ya casi llegando al paralelo del cabo Espartel me deslumbran por estribor los potentes focos de una embarcación, era una patrullera marroquí que aproximándose a mi costado me preguntaron por megafonía en perfecto español de dónde venía, adónde iba, si navegaba sólo, etc., apagando por fin sus potentes focos y alejándose al cabo de un buen rato tan repentinamente como habían llegado.

Ya próximo a Barbate llamé por el canal 13 de la radio a la Guardia Civil para comunicarles mi llegada y preguntarles si había alguna patrulla de guardia en el puerto, cuándo llegué me estaban esperando un sargento y varios números quiénes, después de atracar y explicarles el porqué y a qué venía me dijeron que habían estado siguiendo mi rumbo por rádar y que al no decirles nada cuándo los llamé pensaban que podría traer algún indeseado polizón a bordo, no me revisaron el barco y se fueron tranquilamente diciéndome que cuando quisiera pasase por su cuartel para depositar la escopeta de caza, cosa que ya por la tarde hice atendiéndome muy amablemente un teniente el cuál, después de contarle todo con calma, se comprometió y así lo hizo a enviar la escopeta sin los cartuchos a mi domicilio en La Coruña.

A la noche siguiente y ya sin la dichosa escopeta zarpé de nuevo rumbo a Larache en dónde la policía me recibió sorprendida? no teniendo ya mas problemas.

(*) El vértigo y el centro del equilibrio están en general relacionados con los oidos y yo los tenía tocados desde principios de los años 80, primero por la malaria cerebral que pillé en Centroáfrica y que me dejó secuelas en la vista y oidos, y pocos años mas tarde por un escarabajo pelotero el cuál, durmiendo en la arena en Burkina Fassó, se me metió en el oído rasgándome el tímpano a consecuencia de todo lo cuál me quedé ya sordo del oido derecho.


3 jun 2012

EN LA ETIOPIA DE LOS CORONELES

A finales de la primavera de 1980, cansado ya de mi larga y cómoda estancia en la paradisíaca isla de Lamu en la frontera entre Kenya y Somalia, con mi pierna cicatrizada y con mucho mundo todavía por ver me despedí triste y apesadumbrado de Yasmina y de su muy acogedora familia y emprendí mi camino hacia Etiopía, deteniéndome antes en Nairobi con la intención de saludar al ausente Carlos Santos que había regresado temporalmente a Madrid, así como para sacar el visado de Etiopía, recoger el dinero que mi socio Eloy el del mercadillo me había allí trasferido, y enviarle por correo a España dos cajas repletas con artesanía "swajili" y "masai".

Saliendo de Nairobi en autobús hacia el norte llegué hasta Meru entrando ya en el territorio de los "embú" y de los "kikuyos" para visitar desde Naro Moru, al norte de la ciudad de Nyeri, las estribaciones del turístico parque nacional del monte Kenya el cuál, con mas de 5100 metros de altitud es el monte mas alto de Kenya y el segundo mas alto del continente africano después del Kilimanjaro, continuando luego hacia la ciudad de Isiolo, ya en el territorio de los "samburu", y luego hacia la ciudad de Marsabit situada sobre un volcán extinguido con su cercano y bonito parque nacional con lagos y montañas en el que se conservan entre otros el kudú mayor y la cebra de Grevy en peligro de extinción.

Desde allí y ya en un camión (no había otra posibilidad) y por una pista infernal llegué hasta Moyale, ciudad fronteriza dividida entre Kenya y Etiopía y situada en una zona de frecuentes inundaciones y conflictos entre los "borans" kenyatas y los "oromo" etíopes, entrando ya en Etiopía y remontando luego por carretera asfaltada hasta las ciudades de Dila y Awasa con su hermoso lago, y Shashemené una de las ciudades origen del movimiento rastafari, luego el parque nacional de Abidjatta Salla con su gran lago y sus pelícanos blancos, Tiya con su fila de grandes estelas grabadas, y ya por fin Addis Abeba la capital de la Etiopía, controlada en aquél entonces por el coronel Mengistu después de que a mediados los años 70 fuera derrocado por una junta militar el "rey de reyes", el emperador Haile Selassie.

De Addis Abeba, ciudad fundada por el emperador Menelik, recuerdo entre otras cosas además de sus esbeltas y guapas mujeres de rasgos muy finos y una agradable y curiosa pronunciación gutural, sus iglesias, mausoleos y catedrales, así cómo la universidad con su completo museo etnográfico situado en el alto de la gran avenida que discurre hacia el norte en cuyos márgenes se encuentran también el palacio presidencial y varios hoteles, la colina de Entoto con sus bonitas vistas sobre toda la ciudad, el colorido, vistoso y empinado mercado central, y un antiguo teatro situado bajo los arcos de su plaza central al cuál accedí una vez para ver una película de "kung fu" no sin antes ser minuciosamente cacheado por la policía militar que en aquellos tiempos controlaba toda la ciudad.

Hasta Addis Abeba, en dónde obtuve no sin ciertas dificultades el visado para Sudán, el viaje había transcurrido normalmente, pero a partir de ahí comenzaron los problemas. Mi intención era viajar hacia el norte por la carretera de Eritrea (*) hasta la ciudad de Lalibela para visitar allí sus famosas iglesias talladas en la roca por debajo del nivel del suelo, y luego desviarme hacia el noroeste en dirección a Jartum (Sudán), visitando antes en ruta el gran lago Tana en dónde nace el Nilo azul con sus embarcaciones de papiro, sus islas con sus antiquísimos monasterios, así como la ciudad de Gondar, la antigua capital de Etiopía con su grandiosa fortaleza medieval, sus baños y sus iglesias circulares.

A tal fin tomé en Addis Abeba un autobús hacia Debre Birhan, ciudad a la que nunca llegué dado que en un control militar de la carretera nos hicieron bajar a los viajeros interrogándonos sobre nuestros destinos y pidiéndonos la documentación, y a mi me detuvieron y en otro autobús me enviaron de vuelta a Addis Abeba diciéndome que los extranjeros teníamos prohibido sin un permiso especial del gobierno desplazarnos hacia el norte a mas de 50 kilómetros de la capital. En la Embajada Española, en la que por cierto y con gran sorpresa por mi parte me recibió un joven secretario llamado Agustin Núñez que resultó ser de Betanzos (una población cercana a mi ciudad de donde era mi familia materna) confirmándome que ello en aquella época dictatorial era así y que aún para los diplomático era muy difícil obtener ese dichoso permiso.

Con ésa vía cerrada mi otra única posibilidad de llegar a Sudán era remontando el mar Rojo desde Djibuti, así que saqué el imprescindible visado y me fuí a la estación del tren de Addis Abeba para comprar un billete hasta ése pequeño pais. En la estación los policías militares me pidieron la documentación sin que nadie me impidiera subir al antiquísimo, lento y desastrado tren. Todo fué bien hasta la ciudad de Dire Dawa ya cercana a la zona fronteriza con Djibuti y con el problemático norte de Somalia (**). Entrando ya en el territorio de los "issas" el lentísimo tren de vapor fué bloqueado y atacado por una horda de guerrilleros?, bandoleros?, somalíes? armados hasta las cejas defendiéndose la escolta militar del tren a tiro limpio hasta que al cabo de un par de horas llegaron refuerzos de Dire Dawa y pusieron en fuga a los somalíes? dejando varios muertos sobre la arena y algunos militares heridos en el tren.

Los pasajeros, tumbados unos sobre otros en el suelo de los vagones, sudando a gota gorda y con un miedo generalizado respiramos aliviados cuando por fin llegaron los militares etíopes y todo volvió a la normalidad, pero la cosa todavía no acabó ahí, las fuerzas especiales etíopes que de ellas se trataba nos hicieron bajar a todos del tren para registrarnos y pedirnos los documentos y "la autorización para el viaje" y a mí, único europeo que iba en el tren y que por supuesto no tenía esa supuesta autorización que nadie me había proporcionado ni pedido al embarcar en Addis Abeba me hicieron regresar con una patrulla militar a Dire Dawa y al día siguiente me rebotaron escoltado hasta la capital en dónde fuí retenido sin ninguna explicación dejándome al menos eso sí llamar por teléfono a la embajada española.

Acudió a buscarme responsabilizándose personalmente de mí Agustín Nuñez, un joven secretario de la embajada española, acogiéndome en su casa en la cuál mas tarde me explicó, luego de presentarme a su agradable esposa, que estaban recién casados y que Addis Abeba era su primer destino fuera de España. Agustin y su esposa me trataron a cuerpo de rey durante los tres días que pasé en su casa, y no sólo eso, después de asearme y cortarme el pelo y la barba me prestaron ropa y me llevaron a un par de cenas con compañeros de otras embajadas tan solos y aislados como ellos en la Addis Abeba de aquellos tiempos.Agustin me ayudó a conseguir a muy buen precio un billete de avión hacia Jartum (Sudán) para poder salir del pais sin mas problemas y allí me fuí.

(*) La región de Eritrea, hoy un país independiente, fué colonizada por los italianos hasta la segunda guerra mundial y luego ocupada por los ingleses hasta 1962 en que fué anexionada a Etiopía, la cuál la convirtió en una simple provincia, ello dió origen a protestas y a crecientes conflictos armados que desencadenaron una guerra civil en 1983, obteniendo la independencia unos diez años después.

(**) Djibuti, pequeño pais situado en el golfo de Adén a la entrada del mar Rojo está protegido por la legión extranjera francesa desde su separación de Somalilandia en 1958. Su territorio y todo el entorno que lo rodea integrado en Eritrea, Etiopía y Somalia está englobado en el amplio y muy disputado territorio de los "afar" y de los "issas", éstos últimos habitantes del conflictivo norte de Somalia que continúa reclamando sus ancestrales territorios a los paises vecinos.

1 jun 2012

EL SEAT 600, LOS TUAREG Y LA CARAVANA DE CAMELLOS

Cuando regresé a España a finales de enero de 1984 después de que unos corruptos policías de inmigración en el aeropuerto de Lagos (Nigeria) me robasen todo el dinero de la venta de un coche en Benín, así cómo las repletas bolsas de artesanía "hausa" y "yoruba" que traía para su venta en España me encontré sin saber que hacer, no tenía dinero para volver a Holanda y allí comprar otro Peugeot 504 ni me apetecía quedarme sin tener nada que hacer y mucho menos en en pleno invierno en La Coruña.

En aquellos tiempos tenía un viejo Seat 600 de un amarillo descolorido que no me daba gastos ni problemas y me valía para mis desplazamientos locales en los cortos períodos que pasaba en mi ciudad, así qué, aún sabiendo que era un casi imposible, me hice con cuatro neumáticos y algunas piezas de recambio usadas en los cementerios de coches próximos a mi ciudad, entre ellas un radiador ya que sabía era el punto mas débil del coche, y me dispuse a cruzar sin prisas el desierto del Sáhara llegando hasta dónde pudiera.

Crucé el norte de Marruecos y entré en el norte de Argelia muy despacio y sin ningún problema desviándome ésta vez hacia el sur a la altura de Orán para, via Saida y El Bayadh y entrando ya en el territorio de los "bereberes" cruzar las inhóspitas y solitarias montañas del Atlas y la alta meseta argelina con muchísimo frio, en ocasiones con algo de nieve, falta de refugios y hasta escasez de comida, llegando hasta Laghouat sin mayores problemas y tomando luego la ruta hacia el sur camino ya de Ghardaia, en dónde me detuve unos días para reponerme y revisar el coche antes de enfilar la ruta del desierto.

Hasta El Golea llegué sin dificultad, pero ya camino del oasis de In Salah con la carretera algo mas deteriorada y empezando el calor reventé un par de neumáticos, y a pesar de no forzar nunca el coche y hacer frecuentes paradas para rellenar de agua el radiador tuve que cambiar éste en aquella ciudad sustituyéndolo por el que llevaba de repuesto, eliminando también el termostato para dejar al agua circular libremente, poner unas medias a la entrada del filtro de aire a causa de la arena que flotaba en el ambiente, y aunque sudando a chorros durante el día poner la calefacción a tope camino ya de Tamanrasset.

En ésta ocasión no llegué a Tamanrasset ni a pesar de las siete vueltas de derecha a izquierda que dí con mi Seat 600 a mitad de camino alrededor de la tumba del "marabout" (ermitaño y santón) Moulay Hassan para pedirle suerte. Muy cerca del poblado y de la tumba megalítica de Tit, a unos 45 kilómetros al norte de la ciudad me reventó definitivamente el coche. En un camión llegué a Tamanrasset, la capital de los "tuaregs" (*) de las montañas del Hoggar y la ciudad mas al sur del Sáhara argelino, dirigiéndome a un taller que conocía en el lateral del mercado de camellos en dónde de inmediato enviaron un viejo Land Rover grúa a recogerlo antes de que fuese desvalijado por los "buitres del desierto".

En Argelia te sellaban en el pasaporte tu entrada y la del vehículo estando prohibido venderlo ó salir del pais sin él, así que me fuí a la aduana de Tamanrasset a a explicarles la situación y ver como se podía solucionar encontrándome con la muy lenta y complicada burocracia de siempre, necesitaban una declaración jurada del incidente, una inspección física del vehículo a realizar por los técnicos de la aduana, certificación de imposibilidad de reparación y de circulación de un taller autorizado, etc., total un proceso técnico y burocrático de varios días para poder vender mi Seat 600 como chatarra y salir del país sin él.

En ésos días llegó con sus camellos y burros una caravana de "tuaregs" e instalaron sus "jaimas" en la explanada del  mercado, traían crias de camellos, de burros y de cabras para venderlas y/ó intercambiarlas por alimentos y productos de primera necesidad. Sintiendo gran curiosidad y mientras esperaba la solución de la aduana y pre-negociaba el precio de los restos de mi Seat 600 con Ahmed, el dueño del taller, me acerqué varias veces en los días siguientes hasta las "jaimas" de la caravana intentando establecer contacto en francés con un alto, esbelto y altivo "targuí" que parecía el jefe y aparentaba unos diez años mas viejo que yo sin que el "targuí" hiciese ademán de molestarse pero sin hacerme tampoco el mas mínimo caso.

Mas adelante supe por Ahmed que el "targuí" era un poco mas joven que yo y se llamaba Azim, que era originario de la región de Tessalit (**) en el norte de Malí, que la caravana era familiar y que en ella venían además de Azim sus dos hermanos algo mas jóvenes, todos ellos con sus respectivas esposas, varios hijos e hijas de diferentes edades así como dos "bellah" (siervos y/ó esclavos). También que se dedicaban a recorrer de oeste a este y viceversa los "oued" (antiguos cauces de ríos) existentes entre Zouerat  en Mauritania y Tamanrasset en Argelia adonde no llegaban camiones para abastecerlos de alimentos, productos básicos y pequeños utensilios, recogiendo a cambio crias de camellos, burros y cabras para vender luego en las poblaciones próximas a su  ruta, y que el jefe de la familia, el "targuí" llamado Azim si que chapurreaba algo de francés y también él había preguntado por mí.

El caso es que al quinto día conseguí por fin solucionar mis problemas con la aduana, le vendí a Ahmed los restos de mi Seat 600, y Ahmed, argelino y sedentario pero también tuareg habló con Azim y consiguió que éste me admitiese en la caravana como uno mas en principio hasta llegar a Tessalit. Al cabo de dos días partimos hacia el oeste adentrándonos en el desierto con los burros tremendamente cargados con las "jaimas", utensilios y mercancías y controlados por los "bellah", los niños correteando al lado de los camellos también muy cargados a excepción de los "meharis" de Azim y sus hermanos, y hombres y mujeres, en ése orden, caminando delante de los camellos sujetando sus riendas. La mujer de Azim sobre la marcha repartía entre todos unas planas y resecas tortas de queso para que además de alimentarnos pudiésemos mascar y salivar evitando así que la lengua se nos pegase al paladar, y muy de vez en cuando obteníamos permiso para beber un sorbo de agua de los odres de piel de cabra que llevábamos.

En general no montábamos en los camellos a menos que estuviésemos muy cansado cómo fué mi caso sobre todo en los primeros días por falta de hábito. Durante las horas centrales del día parábamos para descansar, se preparaba té y se repartían dátiles, y ya al anochecer los "bellah" montaban las "jaimas" y descargaban el ganado mientras los hombres fumábamos y bebíamos el té y las mujeres cocinaban en la hoguera la "chorba" (sopa muy picante con pili pili y algunas legumbres y carne) mientras horneaban entre dos capas de arena con rescoldos de raices de acacia unas riquísimas hogazas de pan a las que antes de comerlas había que rasparles con un cuchillo las arenas pegadas a sus cortezas. Luego nos íbamos todos a dormir a las "jaimas", hombres y mujeres por separado excepto los casados y los "bellah" que dormían en la arena junto a los rescoldos de la hoguera. Así un día y otro a través de la ardiente arena hasta que llegábamos a algún asentamiento tuareg al lado de un profundo pozo en un "oued" con matojos espinosos y acacias en el que cultivaban algunas hortalizas y criaban ganado.

Cuándo llegábamos a un poblado tuareg siempre muy bien recibidos la rutina era siempre la misma, el primer día lo dedicábamos a descansar, curarnos los piés, intercambiar noticias y tomar mucho té, el segundo día con mucho regateo ritual y mucho tiempo a intercambiar los alimentos y productos que llevábamos, té, sal, azúcar, levadura, sémola, medicinas, etc. pero también cuchillos, cuencos, bidones de plástico, etc., por crias de cabras, burros y camellos, y ya el tercer y último día al atardecer, después de reunir el ganado comprado y de embalar todo el material de nuevo se asaba por fin un cabrito, se preparaban dulces y te, y se celebraba una gran fiesta con bailes, cantos, ululaciones, tambores y unas grandes flautas con boca muy ancha y un sonido tan melodioso que parecía resbalar en la penumbra sobre las dunas. En una de esas fiestas Aisha, la hija mayor de Azim se me acercó, me cogió la mano con la palma hacia arriba y me acarició en círculos con su pulgar indicándome que la acompañase.

De ese modo y de "oued" en "oued" llagamos a Tessalit en el norte de Malí, y luego de descansar y de visitar Azim a sus familiares allí asentados y de vender el ganado para reponer alimentos, productos y mercancías seguimos en los días siguientes (yo ya había tomado la decisión que me fué respetada de no quedarme allí) hacia la mítica ciudad de Tombouctú también en Malí, luego caminando hacia el norte hasta las históricas y antaño riquísimas minas de sal de Taoudenni ya en Mauritania, y camino de nuevo hacia el oeste para llegar a la ciudad de Zouerat desde dónde la caravana emprendería ya sin mi el regreso hacia Tamanrasset.

En Zouerat tomé un "taxi brousse" (en general viejos Peugeot 404 furgonetas cargadas hasta los topes de personas, mercancías y animales) para llegar a Nouadibú, en la frontera con el sur de Marruecos, y ya atravesando de sur a norte éste pais regresé a finales de mayo de aquel año de 1984 cargado de artesanía "tuareg" y "bereber" para vender en España.

(*) Los "tuareg" (los hombres azules del desierto) una raza nómada y guerrera de origen bereber los cuáles en sus tiempos controlaban todo el tráfico de mercancías y personas a través del gran desierto del Sáhara. Integrados en seis principados alrededor de cadenas montañosos para su mejor defensa están hoy territorialmente divididos y en algunos casos marginados y sometidos al sedentarismo por los gobiernos de Malí, Burkina Fassó, Niger, Libia y Argelia. Pertenecen a diferentes clases sociales, el linaje y la herencia es por via materna, los "tuareg" nobles van armados con "takubas" (espadas) ocultando su rostro ante los desconocidos con el final de sus turbantes en general teñidos con añil (de ahí su sobrenombre), y las mujeres, aún a pesar del entorno musulmán en el que viven, controlan la economía familiar, van a cara descubierta y son muy liberales en cuestiones como el sexo hasta que contraen matrimonio.

(**) Tessalit es una pequeña ciudad situada entre el arenoso desierto y el macizo montañoso del Adrar de los Iforas en el norte de Malí, muy cerca ya de las fronteras saharianas con Argelia y Mauritania. Junto con las mas importantes ciudades y regiones de Kidal, Gao y Tombouctú está integrada en el nuevo estado independiente declarado por los tuaregs del norte de Malí en abril de éste año 2012 (todavía no reconocido por ningún pais) bajo el nombre de Azawad.