25 abr 2012

EN VELOMOTOR A LOS SANFERMINES

Teníamos 16 años, éramos compañeros de colegio desde la infancia y los tres estrenábamos ciclomotores de ocasión. Un día, a comienzos del verano de 1964, decidimos hacer un recorrido turístico de ida y vuelta de mas de 1.600 kilómetros desde nuestra ciudad La Coruña hasta Navarra, con la disculpa y objetivo de ver el encierro de toros bravos mas multitudinario y famoso de España, los Sanfermines de Pamplona.

José María Nieto y Suso Alborés, ya fallecido, tenían unos ciclomotores bastante modernos, pero al mío ni siquiera se le podía llamar ciclomotor porque era mas bien un intermedio entre éstos y una bicicleta con pedales motorizada, era un Velosolex conocido como Mosquito y estaba catalogado como velomotor, tenía un pequeño motor central que accionaba un cilindro estriado el cuál presionaba la cubierta de caucho de la rueda trasera, logicamente con mucho desgaste para ésta, y de ese modo la hacía girar.

Nuestra idea era recorrer la costa norte de España hasta San Sebastián, cerca ya de la frontera con Francia, desde allí bajar a Pamplona, y regresar luego por el interior vía Vitoria, Burgos y León siguiendo mas o menos el Camino de Santiago, y así lo hicimos a lo largo de dos largos meses de verano completando nuestro recorrido de ida y vuelta con éxito y habiendo visto muchas cosas, vivido muchas experiencias, y desde luego no sin algunos pequeños percances en el camino debidos principalmente a la poca potencia y velocidad de mi velomotor al que cada dos por tres había que quitarle la bujía para limpiar.

Visitamos en la ruta las magníficas playas del norte de Galicia y Asturias, el monasterio de Covadonga y el lago Enol en lo alto de la montaña a la que tuve que subir a pié porque mi velomotor, por mucho que yo pedaleaba para ayudarle no podía con la inclinada carretera, los preciosos pueblos pesqueros de Luarca, San Vicente de la Barquera, Castrourdiales y antes Santillana del Mar y las cuevas prehistoricas de Altamira con sus estalactitas y sus famosas pinturas rupestres, las bonitas ciudades de Avilés, Gijón, Santander y San Sebastián, y ya en Pamplona corrimos delante de los toros y durante toda la semana nos emborrachamos y festejamos como todo el mundo durmiendo la mona al aire libre dónde podíamos. 

En aquél entonces éramos jóvenes y llenos de vida, y desde luego la experiencia fué maravillosa.