EXPULSADOS DE LIBIA
Luis Rodriguez Amado, concesionario de Citróen en La Coruña, me buscó y me vendió a muy buen precio en la primavera del año 79 un Citróen Mehari (*) de ocasión, y en sus talleres y de forma gratuita le reforzaron los brazos de suspensión delanteros, le colocaron planchas metálicas para proteger el cárter y el depósito de gasolina, rejillas protectoras en el frente y parabrisas, focos suplementarios, etc., y me regalaron neumáticos y las mas usuales herramientas y piezas de repuesto antes de partir.
Mientras tanto, y al no prestarse nadie entre mis amigos y conocidos, había recorrido las tascas y bares de la movida coruñesa pegando anuncios y buscando un compañero para intentar durante tiempo indeterminado y compartiendo gastos la vuelta a Africa con el Citroen Mehari. Casi de inmediato, cosa que me sorprendió, se me alistó un joven, Antonio Rodriguez Sangrador que vivía en Logroño y estaba pasando unos días de vacaciones en La Coruña, partiendo ambos días después hacia Logroño para recoger su pasaporte y despedirnos de su familia.
Desde Logroño nos dirigimos hacia Almería para tomar el ferry a Melilla, entrar en Marruecos, y pasar de éste pais a Argelia por la frontera de Oujda. Ya en el lado Argelino nos hicieron pasar toda la noche en el puesto fronterizo mientras los aduaneros revisaban y medio desmontaban el Mehari en busca de un haschís inexistente. A la mañana siguiente y ya en Argelia tuvimos que meter el coche en un taller cercano para que nos reparasen el depósito de gasolina que los aduaneros habían perforado y algún que otro desperfecto.
Recorrimos rápido el norte de Argelia, y ya mas tranquilamente la costa norte y este de Túnez disfrutando del trato amable de su gente, de sus coloridos mercados, sus precios baratos y sus magníficas playas, todo ello sin mayores problemas a excepción de la rotura y consiguiente soldadura del brazo de suspensión de una rueda delantera, quizás como consecuencia de los refuerzos que le habían puesto con toda la buena intención en La Coruña.
Pasamos la frontera entre Túnez y Libia por Ben Gardane en donde nos decomisaron una revista, una botella de vino, algunos botes de cerveza y nos sustituyeron las matrículas del coche por otras en árabe. Ya dentro de Libia empezamos a notar un ambiente raro y extraño muy diferente al que habíamos dejado atrás, la gente era muy servicial y amable pero trasmitía una sensación de permanente miedo, no había alegría, ni mercadillos ni puestos de comida en las calles y el contraste entre barriadas pobres y los nuevos e inmensos bloques de viviendas y modernas autopistas llenas de luz era tremendo.
Pero los verdaderos problemas estaban aún por llegar, la carretera que seguíamos por la costa camino de Trípoli, Bengasi y Egipto cruzaba grandes arenales y dunas ya que en el norte de Libia el desierto llega hasta el mar. Una noche y ya en los alrededores de Trípoli, sin saber dónde estábamos y sin visibilidad alguna, buscando refugio en medio de una gran tormenta de arena que nos impedía continuar vimos unas potentes luces y nos acercamos a ellas con tan mala suerte que pertenecían a una base militar (**), salieron de inmediato los centinelas, nos interrogaron exhaustivamente sin ningún miramiento, y nos retuvieron toda la noche sin darnos ni siquiera un café. Al día siguiente nos echaron de allí con cajas destempladas.
Ya en la ciudad de Trípoli y visitando el castillo medieval en el alto de una colina que domina la ciudad y el puerto cometimos otro error que fué sacar unas fotografías del puerto, según supimos mas tarde algo totalmente prohibido por considerarse zona estratégica militar. Nos detuvieron e interrogaron de nuevo, y menos mal que nos dejaron llamar a la embajada española y ésta consiguió que al cabo de dos días nos dejasen marchar, pero no hacia el éste en dirección a Bengasi y Egipto hacia dónde nosotros nos dirigíamos sino de vuelta a Túnez y acompañados por una patrulla militar hasta la frontera, expulsándonos allí de Libia.
(*) El Mehari fabricado por Citróen se asemejaba una pequeña camioneta con carrocería de plástico,era descapotable y montaba el motor del clásico 2 CV con brazos de suspensión delantera articulados.
(**) La base de misiles con la que nos dimos de bruces en medio de la tormenta de arena fué al parecer una de las que años mas tarde destruyeron los americanos en su fulgurante ataque aéreo a Libia con el que consiguieron bajarle los humos durante un tiempo a Gadafi.
Luis Rodriguez Amado, concesionario de Citróen en La Coruña, me buscó y me vendió a muy buen precio en la primavera del año 79 un Citróen Mehari (*) de ocasión, y en sus talleres y de forma gratuita le reforzaron los brazos de suspensión delanteros, le colocaron planchas metálicas para proteger el cárter y el depósito de gasolina, rejillas protectoras en el frente y parabrisas, focos suplementarios, etc., y me regalaron neumáticos y las mas usuales herramientas y piezas de repuesto antes de partir.
Mientras tanto, y al no prestarse nadie entre mis amigos y conocidos, había recorrido las tascas y bares de la movida coruñesa pegando anuncios y buscando un compañero para intentar durante tiempo indeterminado y compartiendo gastos la vuelta a Africa con el Citroen Mehari. Casi de inmediato, cosa que me sorprendió, se me alistó un joven, Antonio Rodriguez Sangrador que vivía en Logroño y estaba pasando unos días de vacaciones en La Coruña, partiendo ambos días después hacia Logroño para recoger su pasaporte y despedirnos de su familia.
Desde Logroño nos dirigimos hacia Almería para tomar el ferry a Melilla, entrar en Marruecos, y pasar de éste pais a Argelia por la frontera de Oujda. Ya en el lado Argelino nos hicieron pasar toda la noche en el puesto fronterizo mientras los aduaneros revisaban y medio desmontaban el Mehari en busca de un haschís inexistente. A la mañana siguiente y ya en Argelia tuvimos que meter el coche en un taller cercano para que nos reparasen el depósito de gasolina que los aduaneros habían perforado y algún que otro desperfecto.
Recorrimos rápido el norte de Argelia, y ya mas tranquilamente la costa norte y este de Túnez disfrutando del trato amable de su gente, de sus coloridos mercados, sus precios baratos y sus magníficas playas, todo ello sin mayores problemas a excepción de la rotura y consiguiente soldadura del brazo de suspensión de una rueda delantera, quizás como consecuencia de los refuerzos que le habían puesto con toda la buena intención en La Coruña.
Pasamos la frontera entre Túnez y Libia por Ben Gardane en donde nos decomisaron una revista, una botella de vino, algunos botes de cerveza y nos sustituyeron las matrículas del coche por otras en árabe. Ya dentro de Libia empezamos a notar un ambiente raro y extraño muy diferente al que habíamos dejado atrás, la gente era muy servicial y amable pero trasmitía una sensación de permanente miedo, no había alegría, ni mercadillos ni puestos de comida en las calles y el contraste entre barriadas pobres y los nuevos e inmensos bloques de viviendas y modernas autopistas llenas de luz era tremendo.
Pero los verdaderos problemas estaban aún por llegar, la carretera que seguíamos por la costa camino de Trípoli, Bengasi y Egipto cruzaba grandes arenales y dunas ya que en el norte de Libia el desierto llega hasta el mar. Una noche y ya en los alrededores de Trípoli, sin saber dónde estábamos y sin visibilidad alguna, buscando refugio en medio de una gran tormenta de arena que nos impedía continuar vimos unas potentes luces y nos acercamos a ellas con tan mala suerte que pertenecían a una base militar (**), salieron de inmediato los centinelas, nos interrogaron exhaustivamente sin ningún miramiento, y nos retuvieron toda la noche sin darnos ni siquiera un café. Al día siguiente nos echaron de allí con cajas destempladas.
Ya en la ciudad de Trípoli y visitando el castillo medieval en el alto de una colina que domina la ciudad y el puerto cometimos otro error que fué sacar unas fotografías del puerto, según supimos mas tarde algo totalmente prohibido por considerarse zona estratégica militar. Nos detuvieron e interrogaron de nuevo, y menos mal que nos dejaron llamar a la embajada española y ésta consiguió que al cabo de dos días nos dejasen marchar, pero no hacia el éste en dirección a Bengasi y Egipto hacia dónde nosotros nos dirigíamos sino de vuelta a Túnez y acompañados por una patrulla militar hasta la frontera, expulsándonos allí de Libia.
(*) El Mehari fabricado por Citróen se asemejaba una pequeña camioneta con carrocería de plástico,era descapotable y montaba el motor del clásico 2 CV con brazos de suspensión delantera articulados.
(**) La base de misiles con la que nos dimos de bruces en medio de la tormenta de arena fué al parecer una de las que años mas tarde destruyeron los americanos en su fulgurante ataque aéreo a Libia con el que consiguieron bajarle los humos durante un tiempo a Gadafi.