28 abr 2012

PERDIDOS EN EL GRAN DESIERTO DEL SAHARA


 No fué la primera ni la última vez que me perdí en el desierto del Sáhara, el mas grande, variado y bonito del mundo. Es frecuente perderse en ése grandioso desierto y mas en aquellos años ochenta en los que no contábamos con GPS ni celulares via satélite, lo aconsejado era retroceder sobre tus propias rodadas hasta conseguir situarte de nuevo, pero aquella ocasión fué muy diferente porque ni siquiera eso pudimos hacer.

Había llegado (junto con una pareja extranjera que había recogido en autostop en el sur de Túnez) hasta la lejana ciudad de Djanet situada en el sureste de Argelia, muy cerca de la frontera con Libia, en pleno corazón del desierto del Sáhara. Djanet es la histórica capital de los tuaregs de las montañas del Tassili N´Ajjer plagado de pinturas rupestres de peces, cocodrilos, hipopótamos, etc. que hace muchos miles de años habitaban en la zona, y hasta de misteriosos "extraterrestres" con sus cascos, antenas, guantes, botas y trajes de astronauta, y todo ello después de recorrer una pedregosa y muy difícil pista de varios cientos de kilómetros desde Ghadamés, un enclave argelino fronterizo con el extremo sur de Túnez.

Después de unos días de descanso y visitas de la zona me presenté en la policía para registrar nuestra salida y partimos en mi Peugeot 504 hacia Tamanrasset (la ciudad mas grande del sur del Sáhara argelino) por una rápida pista arenosa de unos 760 kilómetros de largo. El caso es que una vez sobrepasado el enclave abandonado de Serouenout, a mitad de camino, me desvié sin darme cuenta por una pista terciaria que no figuraba en los mapas y sin tráfico alguno, la cuál transcurría al principio casi paralela a la anterior pero  después de varios kilómetros viraba hacia el noroeste, y sin saber yo en aquél entonces, y tampoco me hubiese servido de nada, que terminaba en los pozos tuaregs de Amguid, a mas de 350 kilómetros de distancia.

Cuando me dí cuenta del error habíamos recorrido ya muchos kilómetros y quise retroceder antes de que nos quedásemos sin gasolina ó bloqueados en la arena, pero he ahí qué, muy inoportunamente y remontando una pequeña colina de piedras y arena se soltó y estropeó la tapa del delco y el coche se paró. Después de dos días intentando repararla y esperando a que por allí pasase alguien tomé plena conciencia de nuestra situación y me puse a pensar en lo que se podía hacer, siendo realmente ése el único momento en que me puse nervioso con mis compañeros muy asustados dándome la tabarra sin parar.

Sabía que a unos 150 kilómetros al este estaba la Transahariana, la principal ruta de comunicación entre el sur de Argelia y Niger, y a otros tantos en línea recta hacia el suroeste Ideles, una pequeña población en la ruta de Tamanrasset. Una de las posibilidades era emprender el camino a pié con la brújula en una de las dos direcciones y la otra permanecer dónde estabamos esperando que alguien nos encontrase, suponiendo además que la policía habría dado la voz de alarma por radio al ver que no llegabamos a Tamanrasett. En esa decisión nos jugabamos la vida y descarté el emprender el camino a pié por dos buenas razones, la primera porque era impensable caminar tantos kilómetros por los arenales con un calor infernal, y la segunda porque si así lo hacíamos renunciábamos a cualquier posibilidad de que alguien nos encontrase alejados del coche.

Así pues me decidí por la segunda opción, quedarnos en el coche, y escarbamos un refugio bajo el vehículo para protegernos lo mas posible del sol. El coche no se podía arrancar, pero durante la noche hicimos señales con los faros hasta que se agotó la batería, y cada día quemamos un neumático de los varios que llevábamos de repuesto esperando que alguien viese desde lejos la espesa columna de humo negro que se producía, y el resto del tiempo dormitábamos acurrucados debajo del coche para desgastarnos lo menos posible aunque poco a poco nos íbamos debilitando y quedándonos sin agua potable, teniendo al final que beber el agua del radiador y del limpiaparabrisas filtrada con trapos y arena.

Eso y el acordarnos que unos kilómetros atrás habíamos pasado cerca de un "oued" (cauces secos de ancestrales ríos con algunos arbustos espinosos y raquíticas acacias en donde los tuareg dejan sus rebaños de cabras y camellos para pastar y reproducirse en estado semisalvaje) fué lo que nos hizo sobrevivir, ya que por las noches nos desplazábamos a pié hasta el "oued" y al cuarto día, después de varias intentonas, conseguimos enlazar una cria de camello que dejamos atada a una pequeña acacia y cada noche regresábamos para hacerle un pequeño corte en el cuello y beber sin ningún remordimiento un poco de su revitalizante sangre.

Al cabo de nueve días y a pesar de todo ello estábamos ya totalmente desgastados y sin fuerza alguna. No nos enteramos de nada hasta que nos tocaron y nos hicieron beber un sorbo de agua, una familia tuareg, con sus burros cargados con la "jaima" y sus utensilios y varias cabras esqueléticas aparecieron de la nada camino del "oued", y al amanecer del día siguiente el targuí, propietario del rebaño y de un desvencijado camión nos remolcó de regreso a Djanet en donde después de visitar el hospital pudimos reparar el vehículo. Allí nos enteramos que la policía había comunicado por radio a la de Tamanrasset nuestra salida y que ésta había dado la voz de alarma y enviado una patrulla sin conseguir localizarnos.

Ese suceso fué recogido en los medios argelinos y en diarios españoles, entre ellos y si no recuerdo mal en El Alcázar, el Heraldo de Aragón y La Voz de Galicia, y algunos años después, en el programa Situaciones Límite que presentaba nuestro entrañable Coll en la cadena Telecinco.