Fué la primera y última vez, en la primera mitad de los 80, que me atreví a hacer en solitario con un Peugeot 504 la ruta sahariana entre Tamanrasset (la principal ciudad del sahara argelino) y Gao (la principal ciudad del norte de Malí, a orillas del rio Níger) via Tin Zaouatene (pueblo fronterizo del suroeste de Argelia con Malí) y Kidal (la histórica capital tuareg del macizo montañoso del Adrar de los Iforas, en Malí, reducto de los rebeldes tuareg en donde se supone que actualmente tienen retenidos a los europeos secuestrados por la facción islámica de Al Qaeda en el magreb).
Tras muchas penurias y dificultades (ésa ruta era muy solitaria, no recomendada y muy peligrosa) llegué al pueblo fronterizo argelino de Tin Zaouatene, pequeño, pobre, sucio, polvoriento, pero con mucha vida y una asombrosa actividad debida al muy activo contrabando de todo tipo de productos y artículos entre Argelia, Malí y Níger, pais situado algo mas al sur.
Después de presentarme en la policía para comunicar mi llegada como era preceptivo, de beber unas cervezas, comer mas o menos decentemente y descansar un par de días, decidí continuar mi camino presentándome en la aduana en donde sin ningún problema me sellaron la autorización para sacar el coche del país. Hecho ese imprescindible trámite me presenté de nuevo en el cuartel de la policía fronteriza para sellar mi pasaporte de salida y ahí comenzaron los problemas.
El cabo de la policía argelina encargado de los trámites me dijo que ese día era festivo para ellos y no podía atenderme, que volviese al día siguiente. Así lo hice, y cuando volví de nuevo me dice que a qué venía tanta prisa, que si vendía el coche, que esperase un poco mas, que disfrutase de la "ciudad" y volviese pasados dos días. Yo ya estaba un poco mosqueado y aburrido del pueblo, me sentía allí atrapado pero no podía hacer nada mas que esperar.
En un bar cercano al activo y sucio mercado había conocido en esos días a Ahmed, un joven maliense hijo de un militar de Kidal, simpático y con buena pinta, que un día me confesó que se dedicaba al tráfico de mercancías entre Tin Zaouatene y Gao. Le conté mi caso y me dice que no le extrañaba, que se había corrido por el pueblo que un policía se había encaprichado de mi coche y que me iban a dar largas y putearme hasta que me cansase y abandonase allí el coche.
Pasados los dos días me presenté de nuevo en el cuartel de la policía y me sueltan que el cabo en cuestión encargado del trámite de los pasaportes estaba ausente en comisión de servicio y que no sabían cuando volvería. Ya desesperado y convencido de la encerrona busqué a mi amigo Ahmed, el joven maliense, para decirle que aceptaba su propuesta de ayudarme a salir del país.
Ya ese mismo día de noche me viene a buscar Ahmed a mi "hotel" y me dice que es el momento de marcharse, recojo mis cosas y nos largamos a escondidas con mi coche campo a través cruzando la frontera por un lugar sin vigilancia. Allí, escondido entre los arbustos espinosos nos esperaba un pequeño camión militar maliense cargado hasta los topes de mercancías, se sube a él, me dice que le siga con mi coche, y así, de noche y a escondidas emprendimos el camino hacia la ciudad maliense de Kidal atravesando el Adrar de los Iforas por una endiablada pista de montaña.
Ahmed no me dejó tirado remolcándome en alguna ocasión para sortear los mas difíciles obstáculos de la pista y me acompañó hasta Kidal, capital del Adrar de los Iforas y primera ciudad maliense de la ruta en donde estaba destinado su padre, allí me presentó a la policía en donde me sellaron sin problemas en el pasaporte mi entrada en Malí. En Kidal nos despedimos efusivamente y días mas tarde via Anefis llegué a la gran ciudad de Gao, a orillas del río Níger, continuando mas tarde y ya por asfalto hacia Moptí y Bamako, la capital de Malí.
Tras muchas penurias y dificultades (ésa ruta era muy solitaria, no recomendada y muy peligrosa) llegué al pueblo fronterizo argelino de Tin Zaouatene, pequeño, pobre, sucio, polvoriento, pero con mucha vida y una asombrosa actividad debida al muy activo contrabando de todo tipo de productos y artículos entre Argelia, Malí y Níger, pais situado algo mas al sur.
Después de presentarme en la policía para comunicar mi llegada como era preceptivo, de beber unas cervezas, comer mas o menos decentemente y descansar un par de días, decidí continuar mi camino presentándome en la aduana en donde sin ningún problema me sellaron la autorización para sacar el coche del país. Hecho ese imprescindible trámite me presenté de nuevo en el cuartel de la policía fronteriza para sellar mi pasaporte de salida y ahí comenzaron los problemas.
El cabo de la policía argelina encargado de los trámites me dijo que ese día era festivo para ellos y no podía atenderme, que volviese al día siguiente. Así lo hice, y cuando volví de nuevo me dice que a qué venía tanta prisa, que si vendía el coche, que esperase un poco mas, que disfrutase de la "ciudad" y volviese pasados dos días. Yo ya estaba un poco mosqueado y aburrido del pueblo, me sentía allí atrapado pero no podía hacer nada mas que esperar.
En un bar cercano al activo y sucio mercado había conocido en esos días a Ahmed, un joven maliense hijo de un militar de Kidal, simpático y con buena pinta, que un día me confesó que se dedicaba al tráfico de mercancías entre Tin Zaouatene y Gao. Le conté mi caso y me dice que no le extrañaba, que se había corrido por el pueblo que un policía se había encaprichado de mi coche y que me iban a dar largas y putearme hasta que me cansase y abandonase allí el coche.
Pasados los dos días me presenté de nuevo en el cuartel de la policía y me sueltan que el cabo en cuestión encargado del trámite de los pasaportes estaba ausente en comisión de servicio y que no sabían cuando volvería. Ya desesperado y convencido de la encerrona busqué a mi amigo Ahmed, el joven maliense, para decirle que aceptaba su propuesta de ayudarme a salir del país.
Ya ese mismo día de noche me viene a buscar Ahmed a mi "hotel" y me dice que es el momento de marcharse, recojo mis cosas y nos largamos a escondidas con mi coche campo a través cruzando la frontera por un lugar sin vigilancia. Allí, escondido entre los arbustos espinosos nos esperaba un pequeño camión militar maliense cargado hasta los topes de mercancías, se sube a él, me dice que le siga con mi coche, y así, de noche y a escondidas emprendimos el camino hacia la ciudad maliense de Kidal atravesando el Adrar de los Iforas por una endiablada pista de montaña.
Ahmed no me dejó tirado remolcándome en alguna ocasión para sortear los mas difíciles obstáculos de la pista y me acompañó hasta Kidal, capital del Adrar de los Iforas y primera ciudad maliense de la ruta en donde estaba destinado su padre, allí me presentó a la policía en donde me sellaron sin problemas en el pasaporte mi entrada en Malí. En Kidal nos despedimos efusivamente y días mas tarde via Anefis llegué a la gran ciudad de Gao, a orillas del río Níger, continuando mas tarde y ya por asfalto hacia Moptí y Bamako, la capital de Malí.