A finales del verano de 1982 me fuí a recorrer la costa suroccidental de la India así cómo la isla de Sri Lanka (antigua Ceylán), país que me había impactado en una primera, muy turística y rápida visita algunos años atrás.
Comencé por Goa, colonia portuguesa hasta los años 60 y desde entonces integrada en la India, un paraíso hippie que me desilusió bastante por su ambiente decadente a pesar de sus playas no demasiado buenas y sus iglesias y monumentos portugueses.
Continuando en trenes y autobuses por la costa oeste hacia el sur me dirigí hacia el maravilloso y completo estado de Kerala, haciendo unas paradas previas de pocos días en las cataratas de Job, las mas altas de la India, en la pequeña ciudad de Gokarna con sus casas de madera y sus playas no mejores que las de Goa, y en Mangalore, una tranquila ciudad sin demasiado interés, continuando desde allí en dirección a Kerala.
Kerala es sin duda uno de los estados mas completos de la India, lo tiene todo, en sus montañas interiores la reserva natural de Periyar con su lago, sus tigres, sus elefantes, bisontes, monos, antílopes, etc., en el interior de la costa norte los apacibles "backwaters" (cadena de rios, lagos y lagunas de agua salobre conectados entre sí) desde Alappuzha y Kollam con unos novecientos kilómetros de vias navegables, los barrios de Mattancherry y Fort Cochin con su mezcolanza de calles, iglesias y mansiones portuguesas, holandesas e inglesas en Kochi (antigua Cochin), y en la costa sur, las maravillosas playas de Kovalam y Varkala (*).
En la encantadora y relajante Kerala permanecí algún tiempo y luego continué mas hacia el sur camino ya de Kanyakumari (antiguo cabo Comorin) en el extremo sur de la India en donde se juntan las aguas del golfo de Bengala, océano Indico y mar Arábigo, un lugar precioso, mítico y sagrado para los hindúes, centro de multitudinarias peregrinaciones en donde además del gran templo de Kumari Ammán dedicado a la diosa Devi Kanya se encuentran los memoriales de Ghandi y del filósofo Vivekananda Puram, el monje errante.
Desde Kanyakumari me dirigí en autobuses locales hacia Ramanathapuram via Tuticorin y de ahí hacia Rameshwara con el objeto de tomar el ferry desde la arrasada Dhanushkodi (**) hasta Talaimannar atravesando el célebre estrecho de Palk (***) que separa la región india de Tamil Nadu de Sri Lanka. Cuando llegué a Dhanushkodi me encontré con que dicho ferry había sido suspendido poco tiempo atrás a causa del aumento de tensiones y conflictos entre Tamil Nadu, la patria originaria de los tamiles y Sri Lanka, no teniendo otra opción que hacer la travesía en una vieja y abarrotada barcaza de madera sin la mas mínima seguridad.
Ya en Sri Lanka los controles fueron exhaustivos (a una buena parte de los tamiles que llegaron en la barcaza los rebotaron de nuevo para la India) y las autoridades me recomendaron que no me dirigiese hacia Jaffna, la capital de los tamiles de Sri Lanka en el noreste del país porque al parecer estaba demasiado revuelta y con contínuos atentados por parte de los Tigres Tamiles. Haciéndoles caso me dirigí via Vavuniya hacia la redonda bahía de Trincomalee, uno de los puertos naturales mas grandes y bonitos del mundo con muy hermosas playas en sus cercanías en dónde pasé unos tranquilos y maravillosos días.
Desde allí y siguiendo la costa oriental (****) de Sri Lanka hacia el sur llegué al pequeño pueblo pesquero de Kalkudah con una bellísima y tranquila playa e impresionantes fondos marinos en sus arrecifes de coral, y luego, un poco mas al sur a la bahía de Batticaloa en cuya laguna es un verdadero placer bañarse por la noche, y si es luna llena y tienes suerte, escuchar a sus "peces cantores", algo espectacular y único en el mundo.
Dirigiéndome ya hacia el interior visité por segunda vez en pocos años Polonnaruwa, la capital de los antiguos "cholas" con sus enormes santuarios y su colosal estatua de Parakramabahu tallada en la roca, mas adelante la impresionante Roca del León en Sigiriya con los restos de su palacio fortificado en la cima y a sus piés los fastuosos jardines y el palacio bajo, ya mas hacia el sur la refrescante ciudad de Kandy, la antigua capital de los reyes cingaleses con su templo del diente de Buda, su museo y su mercado de frutas, y muy cerca de allí, su completo jardín botánico, el baño de los elefantes de Katugastota, y en la cercana Manaigama, la reserva de los "veddas" descendientes de una raza primitiva de cazadores.
Desde Kandy tomé un tren en dirección a Colombo, la capital del país, pero como todavía me quedaban unos días para regresar a España y dado que conocía Colombo de mi viaje anterior decidí apearme antes de llegar para dirigirme en transporte local hacia la playa, la laguna y el pueblo de pescadores de Negombo (hoy en día excesivamente turístico), situado a unos 40 kilómetros al norte de Colombo, con el fin de pasar allí unos últimos y tranquilos días en una cabaña cerca del mar descansando, bañándome y pescando en las ancestrales canoas locales con "batangas" (un flotador de bambú lateral).
El caso es que un par de días después de mi llegada salí de pesca con unos nativos cingaleses y ya de regreso al atardecer cocinamos en la playa sobre una hoguera el abundante pescado que traíamos mientras charlábamos, bebíamos cerveza y mascábamos algunas hojas de betel (un suave estimulante muy común en el suroeste asiático), con nuez de areca, pimienta y tabaco, mientras se nos unía cada vez mas gente. Alguien me debió de poner algo en la cerveza ó en las hojas de betel porque a la mañana siguiente me desperté en mi cabaña desnudo, violado, sin dinero, sin ropa, y lo peor de todo, sin pasaporte ni billete de avión.
El dueño de la cabaña, después de acompañarme a la policía me prestó ropa y algo de dinero para llegar a Colombo y allí me fuí en busca de un tamil llamado Genga, el cuál según su primo de Trincomalee, en cuyo pequeño hotel había estado días atrás alojado, tenía un puesto de bisutería y piedras semipreciosas en el mercado de artesanía de Pettah y también alquilaba habitaciones en su casa. Genga me acogió como si fuese de la familia diciéndome que ya le pagaría cuando pudiera, me ayudó en todo en el casi un mes que allí pasé esperando a que me enviasen de la embajada española de Delhi (India), de la cuál dependía entonces Sri Lanka, la documentación necesaria para poder abandonar el país junto con un billete de avión pagado por Eloy, mi revendedor de artesanía en España.
Cuando al fin pude abandonar Sri Lanka, con cierta añoranza y habiendo ya superado el trauma sufrido mi buen casero Genga y su acogedora familia me regalaron una pequeña bolsa llena de las llamadas "piedras de la luna" muy utilizadas en aquellos tiempos en bisutería que aunque allí tenían escaso valor al llegar a España me sirvieron para recuperar con creces mi muy mermada economía.
(*) Hasta llegar a Kerala estaba convencido de que no había nada comparable a los atardeceres en el Sáhara con la temperatura suavizándose y el resplandeciente sol desapareciendo entre las altas dunas mientras unas incipientes sombras bailan sobre ellas. Reconozco mi equivocación, han transcurrido ya muchos años, muchos viajes y muchos paises recorridos y todavía hoy sigo convencido que no hay nada mas maravilloso que ver una puesta de sol en las playas de Kerala con un inmenso sol totalmente redondo y de un intensísimo color rojo fuego sumergiéndose en las aguas del tranquilo mar arábigo.
(**) Hasta 1964 hubo un tren que unía Tamil Nadu con Sri Lanka a excepción de ése estrecho de unos 30 kilómetros que había que hacerlos en ferry. En 1964 un fortísimo ciclón tropical arrasó Dhanushkodi y al último de los trenes que hasta allí circularon causando mas de cien muertos entre sus pasajeros. El ferry continuó operando hasta qué, en 1982, fué suspendido debido al incremento de las tensiones y conflictos entre los tamiles y los cingaleses que muy poco tiempo después, ya en 1983, desembocó en una larga y cruel guerra civil de mas de veinte años entre los Tigres Tamiles y el ejército de Sri Lanka.
(***) Hasta el siglo 15 el estrecho de Palk según dicen las leyendas era posible atravesarlo a pié por el llamado puente de Rama ó puente de Adán, una cadena de bancos de arena y piedra caliza que en 1480 fué destruido por un gran ciclón tropical. Copio de la Wipikedia: "El poema épico indio Ramayana, escrito hace miles de años en sánscrito y un importante texto indio, relatan como Rama, con la ayuda de un ejército de vanaras, construyó un puente de piedras sobre el mar hasta Lanka para rescatar a su esposa Sita de las manos del rey AsuraRavana".
(****) El impresionante tsunami del 26 de diciembre del 2004, con epicentro en el noroeste de Sumatra asoló completamente además de la región de Banda Aceh en ésa gran isla y de la costa oeste de Thailandia toda la costa éste de Sri Lanka. Yo, debido a un vuelo fallido de mi esposa, en lugar de estar esperándola en la también arrasada isla de Phuket, me encontraba por aquél entonces en las alegres playas de Hadd Rin en el sur de la paradisíaca isla de Ko Phangan, en el interior del golfo de Thailandia, viéndolo directamente por televisión y sin que en aquella costa notásemos para nada el tsunami.
Comencé por Goa, colonia portuguesa hasta los años 60 y desde entonces integrada en la India, un paraíso hippie que me desilusió bastante por su ambiente decadente a pesar de sus playas no demasiado buenas y sus iglesias y monumentos portugueses.
Continuando en trenes y autobuses por la costa oeste hacia el sur me dirigí hacia el maravilloso y completo estado de Kerala, haciendo unas paradas previas de pocos días en las cataratas de Job, las mas altas de la India, en la pequeña ciudad de Gokarna con sus casas de madera y sus playas no mejores que las de Goa, y en Mangalore, una tranquila ciudad sin demasiado interés, continuando desde allí en dirección a Kerala.
Kerala es sin duda uno de los estados mas completos de la India, lo tiene todo, en sus montañas interiores la reserva natural de Periyar con su lago, sus tigres, sus elefantes, bisontes, monos, antílopes, etc., en el interior de la costa norte los apacibles "backwaters" (cadena de rios, lagos y lagunas de agua salobre conectados entre sí) desde Alappuzha y Kollam con unos novecientos kilómetros de vias navegables, los barrios de Mattancherry y Fort Cochin con su mezcolanza de calles, iglesias y mansiones portuguesas, holandesas e inglesas en Kochi (antigua Cochin), y en la costa sur, las maravillosas playas de Kovalam y Varkala (*).
En la encantadora y relajante Kerala permanecí algún tiempo y luego continué mas hacia el sur camino ya de Kanyakumari (antiguo cabo Comorin) en el extremo sur de la India en donde se juntan las aguas del golfo de Bengala, océano Indico y mar Arábigo, un lugar precioso, mítico y sagrado para los hindúes, centro de multitudinarias peregrinaciones en donde además del gran templo de Kumari Ammán dedicado a la diosa Devi Kanya se encuentran los memoriales de Ghandi y del filósofo Vivekananda Puram, el monje errante.
Desde Kanyakumari me dirigí en autobuses locales hacia Ramanathapuram via Tuticorin y de ahí hacia Rameshwara con el objeto de tomar el ferry desde la arrasada Dhanushkodi (**) hasta Talaimannar atravesando el célebre estrecho de Palk (***) que separa la región india de Tamil Nadu de Sri Lanka. Cuando llegué a Dhanushkodi me encontré con que dicho ferry había sido suspendido poco tiempo atrás a causa del aumento de tensiones y conflictos entre Tamil Nadu, la patria originaria de los tamiles y Sri Lanka, no teniendo otra opción que hacer la travesía en una vieja y abarrotada barcaza de madera sin la mas mínima seguridad.
Ya en Sri Lanka los controles fueron exhaustivos (a una buena parte de los tamiles que llegaron en la barcaza los rebotaron de nuevo para la India) y las autoridades me recomendaron que no me dirigiese hacia Jaffna, la capital de los tamiles de Sri Lanka en el noreste del país porque al parecer estaba demasiado revuelta y con contínuos atentados por parte de los Tigres Tamiles. Haciéndoles caso me dirigí via Vavuniya hacia la redonda bahía de Trincomalee, uno de los puertos naturales mas grandes y bonitos del mundo con muy hermosas playas en sus cercanías en dónde pasé unos tranquilos y maravillosos días.
Desde allí y siguiendo la costa oriental (****) de Sri Lanka hacia el sur llegué al pequeño pueblo pesquero de Kalkudah con una bellísima y tranquila playa e impresionantes fondos marinos en sus arrecifes de coral, y luego, un poco mas al sur a la bahía de Batticaloa en cuya laguna es un verdadero placer bañarse por la noche, y si es luna llena y tienes suerte, escuchar a sus "peces cantores", algo espectacular y único en el mundo.
Dirigiéndome ya hacia el interior visité por segunda vez en pocos años Polonnaruwa, la capital de los antiguos "cholas" con sus enormes santuarios y su colosal estatua de Parakramabahu tallada en la roca, mas adelante la impresionante Roca del León en Sigiriya con los restos de su palacio fortificado en la cima y a sus piés los fastuosos jardines y el palacio bajo, ya mas hacia el sur la refrescante ciudad de Kandy, la antigua capital de los reyes cingaleses con su templo del diente de Buda, su museo y su mercado de frutas, y muy cerca de allí, su completo jardín botánico, el baño de los elefantes de Katugastota, y en la cercana Manaigama, la reserva de los "veddas" descendientes de una raza primitiva de cazadores.
Desde Kandy tomé un tren en dirección a Colombo, la capital del país, pero como todavía me quedaban unos días para regresar a España y dado que conocía Colombo de mi viaje anterior decidí apearme antes de llegar para dirigirme en transporte local hacia la playa, la laguna y el pueblo de pescadores de Negombo (hoy en día excesivamente turístico), situado a unos 40 kilómetros al norte de Colombo, con el fin de pasar allí unos últimos y tranquilos días en una cabaña cerca del mar descansando, bañándome y pescando en las ancestrales canoas locales con "batangas" (un flotador de bambú lateral).
El caso es que un par de días después de mi llegada salí de pesca con unos nativos cingaleses y ya de regreso al atardecer cocinamos en la playa sobre una hoguera el abundante pescado que traíamos mientras charlábamos, bebíamos cerveza y mascábamos algunas hojas de betel (un suave estimulante muy común en el suroeste asiático), con nuez de areca, pimienta y tabaco, mientras se nos unía cada vez mas gente. Alguien me debió de poner algo en la cerveza ó en las hojas de betel porque a la mañana siguiente me desperté en mi cabaña desnudo, violado, sin dinero, sin ropa, y lo peor de todo, sin pasaporte ni billete de avión.
El dueño de la cabaña, después de acompañarme a la policía me prestó ropa y algo de dinero para llegar a Colombo y allí me fuí en busca de un tamil llamado Genga, el cuál según su primo de Trincomalee, en cuyo pequeño hotel había estado días atrás alojado, tenía un puesto de bisutería y piedras semipreciosas en el mercado de artesanía de Pettah y también alquilaba habitaciones en su casa. Genga me acogió como si fuese de la familia diciéndome que ya le pagaría cuando pudiera, me ayudó en todo en el casi un mes que allí pasé esperando a que me enviasen de la embajada española de Delhi (India), de la cuál dependía entonces Sri Lanka, la documentación necesaria para poder abandonar el país junto con un billete de avión pagado por Eloy, mi revendedor de artesanía en España.
Cuando al fin pude abandonar Sri Lanka, con cierta añoranza y habiendo ya superado el trauma sufrido mi buen casero Genga y su acogedora familia me regalaron una pequeña bolsa llena de las llamadas "piedras de la luna" muy utilizadas en aquellos tiempos en bisutería que aunque allí tenían escaso valor al llegar a España me sirvieron para recuperar con creces mi muy mermada economía.
(*) Hasta llegar a Kerala estaba convencido de que no había nada comparable a los atardeceres en el Sáhara con la temperatura suavizándose y el resplandeciente sol desapareciendo entre las altas dunas mientras unas incipientes sombras bailan sobre ellas. Reconozco mi equivocación, han transcurrido ya muchos años, muchos viajes y muchos paises recorridos y todavía hoy sigo convencido que no hay nada mas maravilloso que ver una puesta de sol en las playas de Kerala con un inmenso sol totalmente redondo y de un intensísimo color rojo fuego sumergiéndose en las aguas del tranquilo mar arábigo.
(**) Hasta 1964 hubo un tren que unía Tamil Nadu con Sri Lanka a excepción de ése estrecho de unos 30 kilómetros que había que hacerlos en ferry. En 1964 un fortísimo ciclón tropical arrasó Dhanushkodi y al último de los trenes que hasta allí circularon causando mas de cien muertos entre sus pasajeros. El ferry continuó operando hasta qué, en 1982, fué suspendido debido al incremento de las tensiones y conflictos entre los tamiles y los cingaleses que muy poco tiempo después, ya en 1983, desembocó en una larga y cruel guerra civil de mas de veinte años entre los Tigres Tamiles y el ejército de Sri Lanka.
(***) Hasta el siglo 15 el estrecho de Palk según dicen las leyendas era posible atravesarlo a pié por el llamado puente de Rama ó puente de Adán, una cadena de bancos de arena y piedra caliza que en 1480 fué destruido por un gran ciclón tropical. Copio de la Wipikedia: "El poema épico indio Ramayana, escrito hace miles de años en sánscrito y un importante texto indio, relatan como Rama, con la ayuda de un ejército de vanaras, construyó un puente de piedras sobre el mar hasta Lanka para rescatar a su esposa Sita de las manos del rey AsuraRavana".
(****) El impresionante tsunami del 26 de diciembre del 2004, con epicentro en el noroeste de Sumatra asoló completamente además de la región de Banda Aceh en ésa gran isla y de la costa oeste de Thailandia toda la costa éste de Sri Lanka. Yo, debido a un vuelo fallido de mi esposa, en lugar de estar esperándola en la también arrasada isla de Phuket, me encontraba por aquél entonces en las alegres playas de Hadd Rin en el sur de la paradisíaca isla de Ko Phangan, en el interior del golfo de Thailandia, viéndolo directamente por televisión y sin que en aquella costa notásemos para nada el tsunami.